El amanecer
trajo consigo los secos sonidos de la batalla próxima.
La ciudad del
lago, parecía dormida ante el avance del enemigo. Un enemigo que portaba todo
tipo de criaturas. Un enemigo numeroso y que pretende ser implacable en su
avance. El cuerno de Mordor reafirmó la orden para avanzar.
Las tropas
cruzaron el vado que permitía un acceso a la ciudad de madera, confiados en su
superioridad y sorpresa. Avanzaron por las calles con la idea de que el
objetivo era la toma de Erebor que les habían ordenado. Pero…
(2)
Elaran y
Luzzen observaron a las tropas de Mordor ingresar a la ciudad del lago. Mucho
rato habían esperado su aparición, pero aún así por un instante se paralizaron
ante el oscuro desfile de tropas. Orcos,
Haradrim y Trolls, componían las filas del enemigo que avanzaba.
Detrás de
ellos dos, un grupo de enanos apretaban con fuerza sus armas esperando el
momento del ataque. Estaban ansiosos, impacientes, deseando derramar la sangre
de su enemigo. Aquel que se atrevía a mancillar las tierras sagradas de Erebor
y sus aliados.
Luzzen abrió
la boca para hablar, pero Elaran le indicó que guardara silencio. Debían
esperar la señal de Dain para poder salir a combatir. Cualquier sonido o
intento de movimiento, alertaría al enemigo de su posición, suponiendo el fin
de su vida y la ruina del plan trazado. El Elfo volvió a desear que su amada
estuviese a salvo.
(3)
Una leve brisa
comenzó a recorrer el ambiente, acariciando todo a su paso, pero evitando a los
seres oscuros que marchaban entre las calles de madera. Todo pájaro había
abandonado la zona, huyendo de esos pies que marchaban al ritmo de la muerte.
La marcha fue
interrumpida por un cuerno de guerra. La totalidad del ejército se detuvo,
sabiendo cual era el anuncio que ese cuerno enviaba al aire: El Rey Bajo la
Montaña se aprestaba al combate.
Pero no fueron
solo los enanos quienes salieron de las casas de la ciudad del lago. Filas y
filas de arqueros, aparecieron por los techos, atacando a los enemigos.
Pronto las
tropas del Señor Oscuro se vieron rodeadas por hombres y enanos feroces
defensores de sus tierras y su libertad.
(4)
Al escuchar el
Cuerno de Erebor, Elaran y Luzzen abrieron de una patada la puerta.
— ¡Baruk
Khazâd! — vociferó Elaran lanzándose al combate, desenvainando una espada
regalo del Rey Brand.
— Khazâd
ai-mênu! — contestaron los enanos mientras le seguían al combate.
Que no solo
salieron detrás de él, sino que de distintas casas, rodeando su objetivo de esa
manera.
Los orcos no
supieron reaccionar a tiempo. Por sorpresa les tomó el ataque desde su flanco
izquierdo y la lluvia de flechas.
Lucharon por
su vida y por Erebor. Por todo lo bello y vivo que existía en la Tierra Media.
La furia de
Elaran, paralizaba a los Orcos. Pocas veces habían visto a un hombre luchar con
tanta bravía, sin temor a la muerte, pero como llamándola. Y el Elfo que le
acompañaba en el ataque, blandía sus espadas cortas como alas de pájaro en
vuelo. Luego tomó lugar en una posición más alta y acompañó a los arqueros en
su ataque.
(5)
La columna de
Dain y Brand avanzaba implacable por las calles de la ciudad del lago. Una
alfombra de orcos muertos y sorprendidos dejaban a su paso, y los trolls apenas
podían blandir su espada antes de caer muertos.
El plan
funcionaba de maravilla. Empujar al ejército enemigo hasta el punto por el que
ingresara, juntarse con las tropas de Elaran y Luzzen y expulsar al enemigo.
Mucho gusto
sintió Dain de que las dos razas se unieran una vez más contra un enemigo en
común y poderoso. Cada golpe dado, era en venganza de sus hermanos caídos en la
batalla de los cinco ejércitos, era un ajuste de cuentas contra todas las
maldades hechas por la oscuridad contra su raza. No se detuvo a mirar, a pensar
en su alrededor. Le bastaba con tener a mano un orco y repetir su letanía
guerrera.
Entre tanto,
Brand hacía honor a sus ancestros. Demostrando ser un guerrero tan capaz como
Bardo el “Asesino de Dragones”.
El enemigo
retrocedía, no podía avanzar y mucho menos rechazar el embate inesperado.
Poco faltaba
para que el plan se concretase, poco faltó para que las dos columnas de
guerreros se unieran, cuando comenzaron los primeros ataques de las catapultas
de Mordor.
(6)
No fue un
simple ataque. El enemigo quería que llovieran rocas sobre los defensores. Por
lo que muchas casas cayeron bajo la embestida y muchos arqueros y guerreros
partieron a conocer a sus ancestros.
La ciudad del
lago, parecía desarmarse a cada roca que caía.
Las defensas
instaladas la noche anterior, no fueron suficientes. Y las tropas enemigas se
recuperaron al sentir un apoyo y redoblaron sus esfuerzos por avanzar.
Los cuatro
líderes, detuvieron el avance de sus tropas a pocos metros de juntarse. Fue
entonces cuando el piso cedió y muchos perecieron en ambos bandos.
Una roca
enorme, cayó certeramente en el suelo que prometía unir a los defensores.
Elaran por poco cae al hueco formado, fue Luzzen que tomando su mano le ayudó a
incorporarse.
El panorama,
se presentaba con la única vía hacia Dain y Brand completamente destruida.
— Debemos
retrocer y mantener posición — ordenó Luzzen
— No — dijo
Elaran — Ésta es nuestra posición y la defenderemos.
Y así hicieron
junto con los enanos. Pero poco tiempo pudieron resistir hasta que debieran
retroceder hasta posiciones más defendibles. Para su fortuna, parecía ser que
el enemigo se había quedado sin munición para sus catapultas.
Montaron una
defensa improvisada, con un poco de apoyo de los arqueros sobrevivientes en los
techos aún sanos. Plantaron cara al enemigo y desearon que Dain llegara rápido.
Si no, sería una resistencia muy corta.