viernes, 28 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 1: Hacia la cima de Carn Dum

(1)
El cálido clima que les acariciara el cuerpo al salir de Rivendell, degeneró gradualmente hasta convertirse en el frío arrollador que reinara en las cercanías de Carn Dum.
— Estamos cerca de nuestro objetivo — Anunció el águila que llevara a Elaran — sin embargo no es seguro acercarnos.
Las tres águilas avanzaban con seguridad en formación de cuña. Elegidas por Gwahir personalmente para la tarea, estaban entre las más jóvenes y fuertes de su raza en la tercera edad del sol.
— Si pudiéramos descender cerca — empezó Elaran, sin embargo las palabras se le trababan debido al frío — podríamos avanzar a pie.
— No es prudente — replicó el ave — pero es necesario.
Hizo señas a las otras águilas y las tres comenzaron a descender hacia un lugar despejado, alejado de la fortaleza pero no demasiado.
Durante las maniobras, Elaran tuvo un vistazo rápido a la vieja fortaleza del Rey Brujo. Su corazón dio un vuelco al sentir que, pese a su aspecto abandonado, el lugar parecía renacido.
Es solo una idea vaga, pensó, nunca estuve aquí y espero no volver a estar.
Mientras tanto Gleowyn se sostenía con tal fuerza del águila que la transportaba, que ésta se quejó en dos ocasiones. Ella aflojó la tensión en la mitad del viaje. Nunca pensó que llegaría a volar en su vida.
Luzzen mantenía el porte firme y digno de su raza. En ningún momento del viaje habló. Solo podía pensar en la tarea por delante y el miedo de no poder llevarla a cabo.

(2)
Descendieron del lomo de las águilas con facilidad. Elaran equilibrando sus dos espadas cortas atadas a la cintura y la gran espada Dagmor a su espalda. Por mucho que fuera importante la espada entregada por Elrond, sus espadas cortas llevaban el nombre de dos personas amadas para él. Nunca las dejaría atrás. Las hachas habían quedado en Rivendell, por lo que dependían de la puntería de Luzzen.
— Hasta aquí llega nuestro viaje — anunció el águila líder —pero no desesperen, estaremos atentos a la ayuda que podamos brindarles. Recuerden el sigilo es parte imprescindible del valor.
— Agradecidos estamos — contestó Elaran — y espero que nuestros se crucen una vez más. ¡Adiós!
Los tres aventureros vieron a las Águilas alejarse y comenzar a rondar el lugar. Ciertamente no los dejarían solos.
— Debemos encontrar una forma de infiltrarnos — anunció Elaran.
— ¿No existe una forma de escalar un costado e ingresar por una de los muros? — preguntó Luzzen.
— Podríamos intentarlo — Dijo Elaran evaluando su entorno— pero este frío nos congelaría los músculos antes siquiera de llegar a la mitad de la escalada.
— Tengo una idea — anunció Gleowyn — Si esta fortaleza esta activa como se cree, deben haber patrullas cerca, pero no demasiado grande como para llamar la atención.
— ¿Qué tratas de decirnos, hechicera?  — preguntó Elaran.
— Que puedo conseguir hacernos entrar por la puerta delantera — aseguró y un brillo brotó de sus ojos, mientras de su mano derecha comenzaba a brotar una pequeña luz gris.

(3)
Una pequeña patrulla se acerca a la puerta. El líder sostiene una antorcha en su mano derecha y en la izquierda blande en el aire una bandera con un símbolo; una corona de hierro con tres puntas filosas.
Suena un cuerno anunciando la apertura de la puerta. Ésta se abre y del interior brota el olor a maldad, la pestilencia de la oscuridad.
La patrulla inicia de nuevo su marcha e ingresa en Carn Dum. Los vigían mantienen su mirada fija en ellos. Algo ha llamado su atención.

(4)
En el momento en que Gleowyn vio la inmensa entrada de la fortaleza, su fuerza menguó un instante. Debía mantener toda la concentración si quería que la charada siguiera intacta. Todo dependía de ella y su humilde hechizo de ocultamiento.
Entre los tres derribaron a esa patrulla de Orcos que registraba el lugar cercano a su aterrizaje y rápidamente utilizaron el equipamiento de invierno de la patrulla.
Esta vez Elaran derribó a su enemigo con Dagmor.
Luzzen hizo lo suyo con un disparo certero de su arco hacia la frente de su contrincante.
Ninguno de los orcos supo bien que les había pasado.
Caminando desde la entrada hasta la puerta, Gleowyn comprendió cabalmente por qué nadie se había percatado sobre la reactivación de la fortaleza. Un hechizo de ocultamiento yacía sobre las construcciones y sus habitantes. Como el suyo, pero infinitamente más poderoso.
— ¿Podríamos co…? Comenzó a preguntar Elaran, pero la hechicera hizo que se callara con un gesto torpe, típico de Orco.
Al atravesar la puerta, ingresaron en un inmenso patio. Todo a su paso estaba cubierto de nieve sucia, oxido y desperdicios de los propios habitantes de la fortaleza. A su derecha varias puertas se erguían en asqueroso diseño y a su izquierda sucedía lo mismo.
Este lugar es mucho más grande de lo que imaginé, pensó Luzzen.
Más adelante otra inmensa puerta yacía cerrada ante sus ojos. Seguramente conducía a otra parte del lugar, mucho más gigante que lo que ya sus ojos apreciaban.
— ¡Ustedes! — gritó alguien detrás de ellos.
Gleowyn, que oficiaba de líder de la patrulla, se volvió hacia donde provenía el grito. Desde una inmensa escalera descendía un hombre gigante, más grande de lo que ella llegaría a pensar. La armadura le recubría todo el cuerpo, dejando a la vista solamente la cara reseca y surcada de cicatrices.
Es el jefe de guardia de la puerta, pensó Gleowyn y no se equivocaba.
El hechizo que trata de mantener es débil, requiere de su atención permanente. Podía ir y venir, pero si ese hombre de Angmar le hacía hablar el plan de caería en pedazos.
Para empeorar las cosas, un grupo de diez arqueros apuntaban en su dirección.
El jefe de guardia se paró frente a ellos. Debía medir alrededor de dos metros o dos metros diez. Los inspeccionó con ojos inquisidores, oliendo su vestimenta y  moviendo la cabeza de derecha a izquierda de arriba abajo. Cuando formuló su juicio, desenvainó la espada y abrió la boca para dictar una orden. Pero no logró hacerlo.
Una flecha atravesó limpiamente su garganta, haciendo brotar la sangre en un chorro bastante grande por el cuello hasta el piso. Uno de los Orcos, se había transformado en un elfo, alto y hermoso, que apuntaba hacia adelante con otra flecha ya cargada.
Un cuerno sonó y los otros dos Orcos se convirtieron en un Dunedain y una mujer.
Recuperados de la sorpresa, los arqueros de Carn Dum lanzaron sus flechas contra los intrusos.
Los tres las esquivaron. El Elfo disparaba certeramente mientras lo hacía.
— ¡Luzzen! ¡Gleowyn! — Gritó Elaran — Por aquí.
Sus acompañantes vieron que abría una de las puertas que estuviera a la izquierda cuando ingreseran. Las puertas a la derecha se abrieron de par en par y muchos hombres malvados y Orcos comenzaron a ingresar en el patio de entrada de Carn Dum.
El Elfo y la Hechicera, corrieron hacia donde el Montaraz les hacía señas. Los tres cruzaron el umbral y cerraron detrás de ellos, continuando su huída.

(5)
A medida que avanzaban el olor se hacía más insoportable. Gleowyn se tapó la nariz con la mano y Elaran la imitó. El único que no parecía molestarse era Luzzen.
Se detuvieron al ingresar en una cámara en penumbras e inspeccionaron alrededor.
— Barrotes, comida podrida, ratas — enumeró Gleowyn — esto parece ser una prisión.
— Lo es — afirmó Luzzen mientras señalaba a un hombre encadenado detrás de unos barrotes — aquí deben yacer los enemigos de Angmar, del Rey Brujo. ¡Pobres infelices que han encontrado este triste final!
Elaran no hablaba. No quería hacerlo. El lugar era desagradable de por sí, así que no entendía la necesidad de empeorarlo con tristes palabras. No le reprochaba al Elfo su comentario. Se reprochaba el corazón por querer buscar luz cuando hay oscuridad solamente a mano.
— Vamos — Ordenó — debemos salir pronto de aquí.
Continuaron avanzando de prisa, con Elaran abriendo la marcha. Encontraron otro gran portón. A lo lejos, pero no tanto, escucharon los pasos de sus perseguidores.
— ¡Rápido!  — urgió Luzzen.
Atravesaron la puerta y la cerraron detrás de ellos. Los tres buscaron pesadas maderas y objetos de metal para obstruirla y así ganar más tiempo.
Se dieron vuelta y vieron que el lugar era otro patio inmenso. Por un instante, Luzzen pensó que habían estado corriendo en círculos. Pero una inmensa abertura en el centro del patio, le aseguró que ese era otro lugar, quizá al otro lado de la montaña o en el medio de ésta, no lo sabían.
— Hay que seguir — Dijo Elaran desenvainando Dagmor — aquí está sucediendo algo más de lo que presuponíamos. Debemos conseguir la mayor información posible y comunicarla a nuestros aliados.
— Así es — concordó Gleowyn, agitada por la corrida y el hechizo — mi corazón me dice que más sorpresas desagradables nos esperan en este infernal lugar.


Dieron un paso en dirección a una escalera conectada hacia una plataforma que llevaba a un segundo piso. Más allá se divisaba una puerta de madera del mismo diseño que las anteriores; de madera, cubierta de encajes de hierro y el símbolo que llevara la patrulla de Orcos grabado en el centro.
Pero no avanzaron mucho más. No pudieron siquiera alejarse dos metros de donde estaban.
La tierra tembló, haciendo que la nieve sucia cayera de los bordes de las paredes. Todos los objetos que utilizaran para hacer una barricada, temblaron como si algo gigante les pateara para sacaras de su lugar.
—  Esto no me gusta nada — dijo Elaran.

Desde el interior de la abertura en medio del patio, brotó un rugido de bestia recién despertándose.

viernes, 21 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 3 El camino hacia Carn Dum

De un momento a otro, y sin que se hubiera dado cuenta, la cueva en la que había estado refugiándose del frío exterior se hizo pequeña. No… no era la cueva. Era él. Algo había sucedido, su tamaño era mucho más grande; sus garras habían crecido, su cola había crecido, sus dos cuernos oscuros en su cabeza habían crecido y chocaban contra las rocas del techo de la caverna. No solo él había crecido: su hambre era incontrolable. Era como si nunca hubiera engullido bocado alguno. Era como si no hubiera cazado nunca a esos seres deliciosos que le llenaron el hocico de ese sabor fresco. Su panza estaba vacía, lo sabía porque le dolía.
<< Eres hermoso >> oyó dentro de su cabeza << Eres justo como Mi Señor lo predijo >> Alzó la nariz y olfateó el aire que se hacía denso dentro de la caverna. Alcanzó a olfatear los restos de los cuerpos que había cazado, alcanzó a olfatear el aire frío afuera de la caverna, pero no olió a quien se había metido en su cabeza.
<<Mi Señor estará muy complacido, El Sssseñor lo vió>> volvió a oír.
―Te oigo, pero no te veo. Ni siquiera puedo olfatearte. Sal para que te vea, quien sea que seas―dijo con una voz que sin duda había crecido junto con él ― Quiero verte. ―Ni me podrásss olfatear, uruloki― dijo una figura brillante que dio un paso hacia adelante. Su voz era fría, mucho más que el ambiente fuera de la caverna. Parecía un hombre, como los que habían matado a Smaug, viejo, su piel parecía demasiado envejecida, blanca como la nieve que caía afuera. No tenía ojos como los enanos. El sitio donde debían estar era un abismo oscuro. Sus brazos estaban envueltos en un manto claro. No parecía tener piernas, en cambio, un aura lo rodeaba y parecía parado siempre sobre ella. Su cabeza portaba una corona de un viejo metal sombrío. El dragón alcanzó a observar una antigua espada enfundada, y recordó el dolor que le causaba el filo de esas armas cuando los enanos le atacaban con ellas.
―Eras diminuto, erasss una ofensa a los grandes uruloki que vivieron aquiii, bestia― le dijo observándolo con sus abismos oscuros en la cara ―Pero Mi Sssseñor me encomendó engrandecerte, dragón. Serássss útil en <su> plan.
―Los dragones no servimos a nadie, ni somos parte de planes de ningún señor―le respondió Uruloth, abalanzándose encima del enigmático ser brillante abriendo sus fauces para engullirlo y satisfacer su hambre. Antes de que lograra tragarlo, el ser desenfundó su espada y en un solo movimiento golpeó al dragón con ella en el hocico, haciendo que se enterrara entre la unión de dos de sus escamas. ¡El dolor era insoportable! Uruloth trató de moverse, pero la espada estaba bien clavada, y como se movía, más dolor le propiciaba. Sangraba, como pocas veces lo había visto sangrar su caverna. Nunca, ningún enano o lobo lo había lastimado como esa vieja espada. Uruloth no alcanzaba a avistar sus ojos, pero sintió la mirada penetrante de su atacante. En ese momento, el ser emitió un chillido agudo, que no solo lastimó los delicados tímpanos del reptil, sino que le heló los huesos y la sangre. ¡Uruloth rugía al unísino, mucho más grave! (su rugido también había crecido como el hambre y como él) ¡Sufría, tenía miedo! El ser apoyó su pierna espectral en el hocico del dragón y sacó su espada de un solo movimiento. Cuando Uruloth lo volvió a observar, había cambiado. En lugar del ser claro había una sombra oscura. Ya no veía la corona en su cabeza, ni los abismos en sus ojos, sino solo una figura negra que sentía seguía observándolo fijamente y sin compasión.

<<Mi Sssseñor no acepta negativas, mucho menos de un animal como tú, bestia. Eres solamente una sssssombra de quienes fueron tus antepasadosssss…>> volvió a oír estruendoso en su cabeza. << Ssssservirás, y en recompenssssa, Mi Sssssseñor satisfacerá tu hambre…>> A pesar de su enorme tamaño, el dragón se sentía más pequeño que nunca. Se refugió en las sombras más oscuras del fondo de la cueva, se protegió con sus alas y su cola, y utilizó sus patas para cubrir su reciente herida en la cara. Miraba fijamente a la entrada de la cueva, donde la figura seguía parada, todavía observándolo, consumiendo hasta el último hilo de luz que se colaba desde la superficie, y cuando la adrenalina bajó al fin, su cabeza cayó y sus ojos se cerraron por un momento. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Una sombra, mucho más alta que la que lo había atacado, estaba frente a él. No veía nada más que su silueta. Había neblina rodeándolos. La sombra dio un paso al frente y el dragón, todavía adolorido, dudó. << Urulothhhhh, la Tormenta Ardiente, esss un nombre perfecto para ti. >> oyó decir dentro de su cabeza. << Urulothhhh, la Tormenta Ardiente vendrá dessssde el norte olvidado por los elfos y enanossssssss >> Caminó hacia él nuevamente dando pasos seguros. << yo te curaré… ssssserás sanado y serássss alimentado con esas carnesss que te gustaron… tu irás por ellossss, encontrarásssss gente hermossssa, elfossss, gente que ayudó a asssssesinar a Sssssmaug… ve a mi ciudad… ssssera tu hogar ahora>> La sombra alzó su mano y Uruloth alcanzó a ver un veloz ojo parpadeante, un ojo que lo veía todo. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Al abrir los ojos, la noche fría se colaba por la entrada de la caverna, la figura que lo había atacado, o la de su sueño, no estaban. Creyó que todo había sido un sueño malo, pero notó que la sangre había dejado de brotar de la herida. De hecho, ésta estaba cicatrizada, con fuego, pero no había sentido nada. En las rocas de las paredes alcanzó a ver pintadas con negro (o quizás rojo), símbolos que no entendía: formas y letras, y un ojo, como el de su sueño. Sintió frío en sus escamas. Sintió el dolor del hambre en su estómago. Sintió atracción y curiosidad por ese sueño. Sintió –algo- hacia El Ojo. Sintió que si ayudaba a la sombra que lo había sanado, su hambre se saciaría. Acomodó su cuerpo y emprendió el viaje silencioso hacia la antigua fortaleza de hielo.

viernes, 14 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 2 El camino hacia Carn Dum

(1)
Ninguno de los tres podía creer a quien tenían enfrente.
— Bienvenidos a Rivendell — Anunció Elrond — la hospitalidad de mi casa es la suya mientras necesiten descansar aquí luego de tan larga travesía.
Gleowyn aún extasiada por la belleza del lugar, no podía articular palabra. Luzzen miraba a Elrond, tratando de comprender como era posible que se encontrara ante la presencia de semejante hermano de su raza.
Elaran se acercó al señor de Rivendell y luego de hacer una reverencia habló.
— Hemos recorrido mucho camino hasta aquí — empezó — el cual nos hizo encontrar con Glorfindel, gran guerrero entre los elfos si los habrá. Pero quisiera saber primero ¿Mi capitán Aragorn, dónde se encuentra?
— Aragorn ha partido como miembro de una comunidad que lleva una… gran carga — Elrond se aclaró la garganta — pero no piensen en eso. Esa misión no les corresponde, pues ya ha sido asignada a un grupo de afortunados. Por favor, pasen y descansen, mucho debemos hablar.
Los tres fueron conducidos a una sala que parecía de reuniones. Al sentarse en uno de los bancos, Luzzen creyó reconocer el lugar y miró a Lord Elrond.
— Sabes de este lugar, por lo que veo — Dijo Elrond.
— ¿Conocerlo? — preguntó Elaran, y junto con Gleowyn fijaron su mirada en el Elfo.
— Sino me equivoco — dijo aclarándose la garganta — aquí es dónde se celebró el concilio blanco.
— Así es — Elrond se sentó frente a Elaran — parece que ciertas historias llegan lejos.
— En Lothlorien es conocida la historia del ataque de los más grandes de la época a la fortaleza de Dol Goldur — dijo Luzzen — Sauron fue descubierto y expulsado.
— Si — una sombra envolvió el rostro de Elrond — Pero el enemigo ha regresado y según tengo entendido, oscuras noticias tienen sobre los movimientos de nuestros adversarios en el norte.
— Demasiado oscuras — dijo Elaran — Gleowyn y yo nos hemos topado con un ser de fuego de la era antigua. Un pariente lejano del extinto Smaug.
— Ya veo — Elrond miró hacia la escalera — al parecer el Brezal Marchito no estaba tan marchito como se creía.
En ese instante, un suave resplandor blanco bañó la sala en la que se encontraban. La tranquilidad invadió sus corazones y Luzzen se irguió para luego arrodillarse. Elaran estaba por preguntar qué pasaba, cuando en ese instante, ingresó a la sala la Dama Galadriel.

(2)
Ya el amanecer estaba por nacer y la reunión llegaba a su punto de final. Luego de las presentaciones, los tres viajeros contaron sus desventuras desde el principio mismo. Nadie se sorprendió de que Gandalf eligiera a Elaran para esta empresa. Siempre el mago se caracterizó por elecciones extrañas.
— No cabe duda que esta amenaza coloca en grave peligro a todo el norte de la tierra media — destacó Elrond.
— sino estoy errado — Elaran colocó su mano sobre la masa para dar énfasis a lo que decía — Sauron atacará por tres frentes. Desde Isengard hacia Rohan, desde Mordor hacia Minas Tirith en Gondor y desde algún lugar del norte que no hemos podido precisar.
— Este mal que se cierne sobre nosotros puede que sea peor que mil ejércitos marchando — dijo Gleowyn.
— Bien dices, Gleowyn — concordó Elaran — por la situación que tenemos y lo que hemos pasado, solo hay dos puntos posible para un ataque en el norte. Desde Carn Dum o el Monte Gundabad.
— En pocos días tendremos noticias sobre aquello que mencionas — anunció Elrond mientras se ponía de pie — mientras hablamos, Glorfindel cabalga hacia el encuentro con Gwahir, señor de las águilas.  Puede que nuestro enemigo esté más cerca de lo que creemos.
— El enemigo siempre está cerca — dijo Galadriel paseándose por la sala.
El silencio invadió la sala.
— Nosotros estaremos dispuestos a hacer lo que sea por el bien de la tierra media — dijo Luzzen. Y los tres aventureros se miraron justo en ese momento, sin ser necesaria palabra alguna, tenían en claro que los tres estaban atados a este destino, a esta misión.
— Nueve compañeros han partido hacia la misión que les fue asignada, el destino de todos ya no se encuentra en nuestras manos.. — dijo firmemente la Dama de la luz con su mirada brillante e intensa, — Pero ustedes ya forman parte de todo esto, y la tierra media necesita de su ayuda, puedo ver la oscuridad crecer, no deben permitirlo— los tres quedaron muy pensativos, con miedo y con dudas, con presión e impotencia. — En cuanto sea posible partiremos hacia el norte— afirmó el montaraz mientras que Gleowyn estaba encantada de la grandiosa presencia de la Dama Galadriel.

(3)
Llegando el anochecer, una celebración de los elfos por la partida de la comunidad del anillo despertó a Luzzen, que intentaba descansar unas horas antes de iniciar viaje, y aunque Elaran y Gleowyn estaban recostados en sus respectivas camas, ninguno de los dos dormía. El elfo se levantó y miro a sus dos compañeros.
— ¿Creen que será un viaje de ida y vuelta? — sorprendió a los otros dos con tal repentina pregunta, — No puedo dejar de pensar en las palabras de la Dama, y jamás tuve tal responsabilidad por cargar, temo no ser capaz de enfrentar lo que se avecine— terminó el elfo con una mueca triste y preocupante. La hechicera se levantó y fue hacia el elfo.
— He vivido incontables aventuras, muchas de las cuales no me alegra contar, y desearía poder olvidar — la mujer se torno melancólica por un momento — Pero. ¿Sabes cuál es la diferencia en ésta aventura?, No estoy sola, y ustedes me han demostrado que no han de dejarme caer, pequeño de orejas picudas— una muy pequeña sonrisa salió de Gleowyn al decirlo, mirando a los profundos ojos celestes de Luzzen, poniendo su mano en el hombro del elfo. Elaran desde su cama recostado, lanzo una sonrisa de esperanza sin siquiera darse vuelta.




(4)
Al despertar al día siguiente, fueron por los pasillos del gran palacio elfico, pasando desde las grandes y hermosas estatuas, hasta los mismísimos fragmentos de Narsil. Se encontraron frente a Elrond, quien estaba junto a Galadriel y más atrás se veía a Glorfindel llegar con tres enormes águilas. 

— La hora ha llegado queridos guerreros— habló Elrond — Antes de irse deseo entregarles algo, como muestra de nuestra gran voluntad y deseo de que su camino siempre esté iluminado— apuntó hacia cada uno de ellos, y empezó con el elfo— Luzzen, hijo de Lothlórien, te entrego este arco forjado aquí mismo en Rivendell, que los Eldar iluminen tu camino y tu coraje — luego enfiló hacia la Hechicera — Para ti, Gleowyn, éste mapa, contiene caminos de todo Arda, y mas allá… guárdalo y velo cuando el momento llegue, cuando busques lo que tu corazón siempre está buscando, la luz de la luna guiará tu camino.. — Y finalmente se paró frente al Dúnedain — Finalmente para ti, Elaran, te entrego a Dagmor.. la espada cuyo acero impartió muerte y justicia. Y fielmente sé que sabes bien a quien perteneció— junto con esto les entregó las capas con capuchas para protegerlos de los azotes del tiempo y los peligros del mundo.


Finalmente, los tres se despidieron con mucho agradecimiento, sintiendo una gran carga sobre ellos, y enfilaron hacia las grandes águilas, para por fin iniciar su viaje hacia Carn Dum.

viernes, 7 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 1 El camino hacia Carn Dum

Habían pasado ya dos días desde que abandonaron el bosque negro con intenciones de llegar al paso de Rohan. Había sido un recorrido sin mayor dificultad gracias al agudo sentido de orientación de Elaran.

En un punto del camino, Luzzen se encontró serio, con semblante distraído.
    - ¿Qué ocurre, Luzzen?- preguntó Elaran-, Es claro que algo te perturba.
    - El bosque que dejamos atrás… Estos caballos con el emblema de la casa de Thranduil, todo lo que me recuerde la terrible experiencia. Había escuchado de su reino todo tipo de rumores pero poco se compara a la realidad. Nos trataron como viles prisioneros. Quisiera haber salido de ahí sin decir palabra alguna.

    - Concuerdo contigo - Elaran emparejó su caballo a la altura del de Luzzen para escucharlo mejor-…, ha sido una pesadilla. Mi pueblo aún sufre las malas memorias causadas por las diferencias entre los reinos. Esperemos no haya necesitad de volver a cruzar camino con él o pisar sus tierras.

   - Ví que vendabas tu brazo – dijo Luzzen, dirigiéndose a la mujer -. ¿Te encuentras bien?
Gléowyn había permanecido gran parte del camino en silencio y avanzaba delante de sus compañeros sujetando las riendas del caballo negro que montaba.

    - Estoy bien – respondió secamente -. Finalmente cada rey protege la seguridad de su pueblo como mejor ha aprendido. No es tan fácil juzgar a un monarca que ha vivido más siglos que nosotros.

Elaran resopló.

   - Es fácil sin embargo ver la frialdad y la codicia en cualquier ser, sin importar cuán longevo sea.

Esperó una réplica de ella pero no respondió más.

   - Deberíamos detenernos un momento –dijo Luzzen finalmente-. Los caballos necesitan descansar.
   - Esperemos hasta llegar a un lugar seguro para acampar ésta noche. Aún falta un largo camino –replicó Elaran mirando al cielo, que había comenzado a oscurecer.
   - ¿A caso un montaraz teme a las cabalgatas nocturnas?- dijo el elfo con cierto aire divertido en la mirada.
   - Debemos ser prudentes y sigilosos en nuestro recorrido, Luzzen. Cabalgar de noche nos convierte en un blanco fácil. Yo mismo desconfío del camino sinuoso, a pesar de los años que he dedicado a la montura…

Entonces, un pequeño animal brincó de entre los arbustos que bordeaban el camino que habían elegido seguir, rompiendo por completo la tranquilidad del ambiente. El caballo que Elaran montaba, asustado por la súbita interrupción, reparó y el dúnedain enano voló por los aires aterrizando de sentón en el suelo. En ese momento el caballo lanzó una zancada hacia atrás que hubiera asestado en su rostro si éste no la hubiera esquivado. Luzzen soltó una risa jovial. Gléowyn hizo ademán de desmontar para ayudar al caído pero éste se había puesto de pié a toda prisa e intentaba controlar al caballo antes de que los otros también se estresaran.

Entonces, el semblante del elfo se oscureció.

   - ¿Qué sucede?- preguntó Gléowyn.
   - Alguien se acerca – respondió Luzzen, soltando las riendas para tomar su arco. Elaran subió a su caballo nuevamente y Gléowyn sujetó la empuñadura de su espada. Un momento de silencio. Finalmente, pudieron escuchar los cascos de otro caballo, acercándose a ellos.

   - Sea lo que sea, no viene acompañado – dijo el elfo. Permanecieron en guardia hasta que, entre los árboles de la lejanía una figura apareció sobre un majestuoso corcel blanco. Se trataba de un elfo, de vestiduras claras y cabello dorado. Su presencia era intensa y luminosa, emanando paz y sabiduría. Llegó hasta ellos y pudieron darse cuenta de que, si llevaba arma alguna, no la empuñaba. Tan desconcertados estaban ante ésta presencia que ninguno habló, hasta que el desconocido se presentó.

    - Sin duda son ustedes de quienes me informaron. Mi nombre es Glorfindel. He venido desde Rivendell, a darles un mensaje de lord Elrond.

   - Reconocí tus ropajes, de aquella maravillosa tierra – dijo Elaran -. ¿Qué mensaje tienes para nosotros?

   - Una sombra se ha extendido, no solamente por nuestras amadas tierras y los pueblos libres sino dentro de los corazones, algunos de ellos, de quienes solían ser aliados o amigos entrañables. Ya no podemos saber en quién confiar. Saruman, el gran mago blanco, ha caído en la oscuridad y nos ha traicionado.

Ninguno pudo ocultar su asombro.

   - Se convirtió en un gran aliado para Sauron –continuó Glorfindel-. Nos mintió todo este tiempo y, utilizó la buena voluntad de quienes confiaban en él para abrir caminos para el Señor Oscuro. Lord Elrond está consciente de que se dirigen a Carn Dum, y desea hablarles. Hay mucho que deben saber, ya que se encuentran en tan importante misión. La dama Galadriel se encuentra en camino a Rivendell y ahí desea esperarlos.

Glorfindel los guió por un nuevo camino mientras les hablaba de lo ocurrido en aquellas tierras. Supieron entonces con toda certeza que algo terrible se avecinaba y el consejo de los elfos sería de gran utilidad.





Al anochecer del día siguiente, se encontraban a las puertas de Rivendell. Descendieron de sus caballos y la quietud del lugar los sobrecogió. A lo lejos alguna extraña pero hermosa música les alcanzaba los oídos, y al momento incluso el cansancio y la angustia parecieron desaparecer. Gléowyn caminó hacia un costado del sendero y desde ahí, pudo ver con claridad y no pudo ocultar la forma en que sus ojos se iluminaron con la belleza del lugar.