viernes, 26 de diciembre de 2014

“LA BATALLA DE VALLE” Cap.4 pt. 5: Hacia la cima de Carn Dum

(1)
Los Orcos junto a la puerta fueron fáciles de vencer. Tomados por sorpresa, poco resistieron la embestida de Elaran y Gleowyn, quienes no cesaron de atacar hasta ver a su último muerto en el piso.
— Esto se está extendiendo demasiado — dijo el montaraz — debemos encontrar a Luzzen y salir de aquí. Gran parte de la tierra media depende de eso.
La hechicera asintió y ambos se acercaron a la puerta. Si no se equivocaban, al otro lado se encontraban Luzzen y sus captores. Elaran guardó Dagmor y tomó sus espadas cortas. Ambos se pusieron en posición.
— Abrimos la puerta y matamos todo lo que se vea feo.
Respiraron hondo y de una patada Elaran derribó la puerta, sintiendo la fuerza del golpe en la rodilla.
Al otro lado encontraron a Luzzen el suelo, herido y listo para matar.
— ¡Luzzen! — gritó Gleowyn y ambos se acercaron.
— Vaya, aún herido este elfo tiene ganas de pelea — la admiración en la voz de Elaran, resultó evidente para Luzzen.
La penumbra del lugar no les impidió evaluar las heridas de su amigo.
— Esto supera nuestras habilidades — dictaminó Elaran — necesita medicina de su gente.
— Solo lleven mi cuerpo al aire libre — dijo Luzzen — estaré bien.
Gleowyn cargó con el peso de Luzzen que apenas se movía. Elaran abrió la marcha hacia no sabían dónde. Tan dentro estaban de la fortaleza oscura, tanto habían penetrado en su afán de escape y rescate posterior, que no tenían idea sobre la dirección a tomar.
— De alguna forma hay que llegar a alguna torre — dijo Elaran.
— Así las Águilas podrán sacarnos de aquí — completó Gleowyn.
— Leíste mi pensamiento, Hechicera — Elaran inspeccionaba el suelo — espero no te asuste estar ahí dentro.
El silencio le crispó los nervios a Elaran. Un silencio así no le pareció natural en un lugar como Carn Dum.
— ¿Hacia dónde vamos? — preguntó Luzzen.
Gleowyn miró en todas direcciones. Un largo pasillo adelante se perdía en la oscuridad. Pocos pasos más adelante pudo ver varias puertas y entradas a otros pasillos. Todo parecía ser posible y a la vez no. Cualquiera de esos lugares era la salida y era una trampa al mismo tiempo.
— Por aquí — dijo Elaran y comenzó avanzar y se detuvo ante la entrada de un pasillo — este es el camino más usado por los habitantes de este oscuro lugar — escuchó a lo lejos, fingió no darse cuenta — por lo que puede ser un camino al exterior. ¡Vamos!
Los tres avanzaron por el pasillo indicado. Hasta Luzzen, pese a sus heridas, se mantenía atento a lo que les rodeaba.
Luego de caminar un largo rato, dos puertas cercanas a sus espaldas se abrieron de par en par, destrozando el silencio que tanto preocupara al Montaraz.
— ¡Vamos! — gritó — el enemigo se reorganizó en una emboscada. Debemos salir.
— ¡No! — refutó Luzzen arrancándose de los brazos de Gleowyn — Debemos luchar — con movimientos torpes, sacó el arco y trató de apuntar a los Orcos que salían a raudales de las puertas — No podemos pasarnos escapando de este inmundo enemigo. Demasiado tranquilos hemos permanecido.
— Luzzen no seas ingenuo — Elaran se acercó para agarrarlo pero el elfo insistía en su idea — moriremos aquí.
Sin contestar Luzzen comenzó a disparar contra los Orcos.
Las flechas daban en las piernas o brazos. A un orco le dio en el cuello y el resto parecía perderse de su ruta mortal. Gleowyn sujetó al Elfo, intentando inmovilizarlo.
— ¡Sácalo de aquí! — ordenó Elaran — llévalo a un lugar seguro.
— ¿Qué vas a hacer? — Gleowyn retrocedía con Luzzen, que luchaba por liberarse. Pero esta vez la hechicera estaba decidida en no dejarle escapar.
— Ganar tiempo — contestó Elaran dando media vuelta — ¡Salgan!
Sin dejar de mirar, Gleowyn se alejó con Luzzen en sus brazos.
— ¡No! — gritó el Elfo — No hagas esto, Gleowyn. No podemos dejarlo. ¡Debemos luchar!
Ella no contestó, solo retrocedió y vio al Montaraz convertirse en una máquina de matar.
— ¡BARUK KHAZÂD! — gritó Elaran a todo pulmón. El grito de guerra de los Enanos, tan antiguo como ellos, retumbó en todo el pasillo e hizo que los Orcos dudaran un instante en su avance. Su cuerpo se inundó del recuerdo de sus antepasados. Sintió su compañía en ese momento aciago — ¡KHAZÂD AI-MÊNU!
Antes de atravesar la puerta cercana, conectada a otro pasillo, y trabarla para evitar el avance orco, Gleowyn vio Elaran lanzarse contra sus enemigos como si fuera uno de los grandes guerreros de las primeras edades.

(2)
El avance fue silencioso, sus corazones pocos deseos tenían de hablar o expresarse. Su compañero seguramente estaba muerto o como muy poco herido. Tal trágico destino se imaginaban.
Sin saber cómo habían llegado, Luzzen y Gleowyn comenzaron a subir una interminable escalera que los dejó sobre uno de las terrazas de Carn Dum. Como todo el lugar, allí apesta a muerte y oscuridad, decorado con manchas de sangre por doquier y grilletes oxidados en algunas paredes.
— Aquí deben traer a los prisioneros de guerra — comentó Gleowyn — tuvimos suerte de encontrarte, Luzzen.
El elfo permanecía ahora sentado, cabizbajo, sintiéndose el ser más inútil de la tierra media. ¿Qué sentido tenía ser un gran guerrero elfo si no podías salvar a un compañero de viaje?
— Yo tampoco quería dejarlo — dijo Gleowyn — Pero más cosas que la vida de Elaran dependen de que salgamos vivos de aquí.
— Juro por la belleza de la Dama Galadriel que su muerte no habrá sido en vano — aseguró Luzzen.
Gleowyn acompañó el juramento en silencio. Para su sorpresa, quería mucho a los dos. Algo que un poco de tiempo atrás rechazaría tajantemente. Pero ahora se le presentaba natural, hasta deseado sentir ese compañerismo.
— Debemos alertar a las Águilas que estamos aquí — dijo Gleowyn mirando el cielo — tiene que haber una forma.
— ¿Tienes fuego? — Preguntó Luzzen.
— ¿Fuego? — Gleowyn se sintió confundida por la pregunta. ¿Acaso el elfo iba a sacar su pipa y a empezar a fumar? — Puedo generar un poco pero…
— Con un poco basta.
Haciendo un gran esfuerzo, Luzzen se puso de pie. Arrancó un pedazo de su ropaje y envolvió la punta de una flecha en el trozo de tela.
— Entiendo — contestó Gleowyn — Una señal de fuego. Así las Águilas saben que estamos aquí.
— Marchamos por el mismo sendero, querida hechicera — la punta de la flecha se encendió y Luzzen apuntó hacia el cielo — espero que esto funcione y atraigamos algo más indeseable que este viento helado.
Otro ser podía aparecer llamado por la señal. Pero regresar hacia la puerta o escalar alguno de los costados de la fortaleza o montaña, no era opción. Luzzen resistía sus heridas con valentía y determinación, pero pronto los estragos de los Orcos harían mella en su temple élfico.
La flecha salió disparada hacia el cielo, perdiéndose de vista. Pero los ojos del Elfo la siguieron durante unos instantes, antes de desvanecerse entre las nubes.
Si las Águilas estaban cerca, si reconocían esa señal, pronto arribarían a rescatar a los sobrevivientes de la infiltración en Carn Dum.

(3)
Varios minutos pasaron hasta que escucharon pasos subiendo por la escalera. No era una tropa o eso creían. Ambos sabían que los vientos helados de las montañas y las pestilencias de esa fortaleza oscura, podían jugarles trucos a las mentes de los más débiles o los más cansados.
Se pusieron en posición. Luzzen mantenía su arco bajo, con flecha lista, apoyando su cuerpo en una pequeña medianera para mantener el equilibro. Debía ahorrar energías. Su cuerpo se estaba cansando producto de la pérdida de sangre, pero aún así le resultaba demasiado rápido el deterioro de su salud. Un miedo surgió en su corazón.
Algunos Orcos torturadores tienen veneno en sus manos al usarlos con otros prisioneros, pensó, si estos que me atacaron estaban con sus manos de esa manera, mucho tiempo no me queda. ¡Ay! Desearía que Lord Elrond estuviese aquí.
Miró a Gleowyn. La hechicera estaba en guardia, con rostro serio, mirando hacia la escalera. Ambos pensaron que de allí emergería el verdadero capitán de Carn DUm, aquel segundo al mando que quedaba en caso de que el Rey Brujo fuera llamado a Mordor.
La hechicera deseaba poder dar batalla al enemigo que se acercaba a paso lento y firme por las escaleras. Ese lugar era un laberinto, no le parecía raro que algún jefe o tropa orca apareciera de lo que parecía ser la nada misma.
Demasiada suerte tuvimos de encontrar este punto alto, pensó Gleowyn, quizá aquí acaba la suerte. ¿En una batalla contra el rey brujo? Después de todo este es su hogar. Si logramos resistir lo suficiente, podremos escapar. ¡Oh, corazón mío! Resiste y fortaléceme en esta batalla. No quiero caer, no quiero decepcionar a mis compañeros.
Pero lo que apareció les inundó su ser de confusión y alivio.
Hacia el viento helado, portando sus armas en cada mano y cubierto de sangre de orco, Elaran avanzó hacia ellos con la mirada baja. Parecía poseído por viejos espíritus.
— ¡Por la luz celestial! — gritó Gleowyn — ¡Elaran!
Ambos corrieron hacia él y el montaraz pareció reaccionar.
— ¿Cómo pasaste a los Orcos? — preguntó Luzzen
— Eran demasiados — contestó Elaran, la respiración se le agitó y trató de mantenerse en pie — maté cuanto pude y traté de seguirlos a ustedes. Para su suerte y para mala de la mía, la puerta estaba trancada. ¡Bien pensado, Hechicera! Eso los confundió un segundo. Seguí corriendo, matando todo lo que se me cruzara — para su fortuna solo fueron Orcos — De alguna forma encontré la puerta que conecta al patio donde sale esta escalera y subí. Este lugar es un laberinto digno de Sauron.
Al terminar de hablar, Elaran cayó de rodillas al piso y las espadas resbalaron de sus manos. Gleowyn se acercó y divisó una herida en el abdomen de su compañero.
— ¡Estás herido! — dijo — no parece grave pero no podemos arriesgarnos.
— Ya llamé a las Águilas, Mellon — dijo Luzzen mirando el cielo — pronto nos sacarán de aquí y podremos defender tu amado Erebor.
— Lo sé — dijo Elaran tomando los antebrazos de sus dos compañeros. Elevó su mirada y ambos distinguieron la decisión del guerrero aún herido y cansado — sé que aunque aquí muera, ustedes dos no dejarían caer mi hogar sin dar pelea.
Desde el este, tres siluetas aladas avanzaban hacia ellos. Estaban lejos, pero parecían avanzar a buen paso.
— ¡Miren! — Gritó Luzzen apoyándose en su arco — Las Águilas vienen.
— Tenías razón, Luzzen — dijo Gleowyn, sonriendo por primera vez en mucho tiempo.
Pero Elaran guardó silencio. Sus manos, endurecidas por la batalla, lentamente se deslizaron hacia sus espadas cortas, tomándolas con decisión. Volvió a sentir el peso de Dagmor en su espalda y agradeció a Lord Elrond una vez más por semejante viaje. Porque desde su posición, sentado mirando al norte, pudo ver que otra cosa se acercaba aparte de las Águilas. Algo llamado por la señal de auxilio del elfo.




Un viento caliente comenzó a colarse entre medio del frío de la cima de Carn Dum, haciendo que la escarcha del piso y el hielo se comenzaran a derretir. El viento de a poco aumentó su furia. Las nubes remolinaban en el cielo.
Gloewyn y Luzzen miraron a Elaran, preocupados de su mutismo. Sus sonrisas se borraron de sus caras, alejadas por el cambio de ambiente.
Siguieron la mriada del montaraz y al ver lo que él veía, desearon que las Águilas llegaran pronto.
Uruloth se acercaba.

viernes, 19 de diciembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 4: Hacia la cima de Carn Dum



Imágenes borrosas aparecían, una batalla librándose en medio de una caverna tan pequeña que apenas era posible moverse. Las espadas que chocaban aturdían y de pronto todo se nubló repentinamente. De a ratos podía ver sus piernas y sentir ser arrastrado entre gruñidos y olores horrendos.
El sentido auditivo fue el primero en llegar. Voces de diferentes sujetos podían diferenciarse pero poca atención podía llegar a prestarle. Luzzen recobro su conciencia de a poco, y abrió sus celestes ojos muy despacio, estaba muy aturdido. Era claro lo que había pasado; en la batalla lo tomaron desprevenido con un golpe fuerte en su cabeza, y lo habían tomado como rehén, al menos por el momento pero, ¿Por qué?
Cuando pudo recobrarse mínimamente para poder ver y oír, se dio cuenta que estaba atado de manos, sentado en una silla y claramente despojado de sus armas. Levantó la cabeza y un golpe lo tumbo de la silla,

             - Por fin ha despertado, llámalo, dile que ha despertado- una voz ronca e indeseable habló. Agarro al elfo y lo sentó de nuevo, al levantar la vista, Luzzen pudo verse en una celda, muy amplia que podría llegar a llamarse “Recamara de Tortura” como él mismo pensó por un instante. Frente a él un Orco de un tamaño considerable estaba parado frente a él, un Uruk Hai, con el puño cerrado y sonriéndole, junto con otros cuatro más alrededor. La puerta detrás de él se abrió, y un Orco líder hizo presencia, examino al elfo con la mirada y hablo en una lengua que Luzzen no identificó, y tres orcos salieron de la habitación, quedando solo el Uruk Hai y el Orco líder.

            - Bien, bien Princesito – el líder se acerco al elfo intimidantemente –Se que eres inteligente, como tu Rey del Bosque Negro, y vas a contestar lo que voy a preguntarte- Luzzen no contestó y mantuvo la vista siempre abajo. - ¿Acaso has escuchado maldita escoria? – dijo el Uruk Hai agarrando a Luzzen del cuello y dándole puñetazos directamente a su cara cuando el líder le dio el alto. – No eres más que un estorbo, elfo, como los demás intrusos que matamos como moscas en ese túnel – Luzzen ahora levantó la mirada con el ceño fruncido y apretando sus dientes. – Oh, ¿Acaso logré captar tu atención Princeso?- el líder sin mucha paciencia le hiso una seña al Uruk Hai y este agarro un hierro afilado usado por él cómo espada y con mucho deseo miró al elfo- Dime lo que sabes sobre el Silmaril, dime por qué has venido a buscarlo, y si no, puedes decírselo al gusano gigante que sobrevuela estos cielos - se echó a reír sarcásticamente. Luzzen vio a su derecha, a unos cuantos metros, sus pertenencias, su Arco y Flechas, junto con sus Dagas y su Espada, y bajo la cabeza. – Es suficiente con este estúpido elfo, ¡Llévaselo al Dragón! – violentamente ordeno el Orco líder cuando de pronto una risa los sorprendió. Las dos criaturas se miraron entre sí sin entender. - ¿De qué te estás riendo? – el elfo empezó a cesar la risa y empezó a hablar, 

              - Me río porque se cómo va a acabar esto – un hilo de sangre caía desde su labio inferior, y su cara tenia moretones por los durísimos golpes, - Primero voy a levantarme, y luego, voy a usar la espada de este grandísimo estúpido para cortar tu cabeza – sonriente le dijo directamente al Orco Líder – Después de sacar mis ataduras, voy a encargarme de los cuatro que están afuera, mas los tres que cuidan la puerta principal, y saldré caminando de esta pocilga – terminó el elfo.





Los Orcos se miraron y de un salto ágil y rápido Luzzen se levantó y lanzo una patada justo a la cara del Orco gigante desparramándolo por el suelo, el líder se abalanzó sobre él, pero el elfo esquivando los golpes que se le venían subió con un pie sobre la silla y salto con sus piernas sobre la cabeza del líder enredándolo y tirándolo al suelo. Rápido fue el elfo al darse cuenta que el gran Orco se le venía de repente y en una maniobra casi milagrosa, el orco lanzo un golpe con su espada contra luzzen y éste puso sus manos de tal manera, que justo el corte lo libro de sus ataduras. Luzzen se dio cuenta que el Uruk Hai lo superaba bastante en fuerza, pero no en agilidad e inteligencia, con sus manos libres ya estaba apto para poder manejarse con más amplitud, pero las cosas se complicaron cuando vio que el Orco Líder, estaba llegando a la puerta a dar aviso de lo que estaba pasando. Luzzen sin darse cuenta cayó al piso por un fuerte golpe de su enemigo, y su pierna quedó mal herida, trato de pararse como pudo y encaró hacia donde estaban sus armas. Con el orco tras de él, Luzzen estaba por tomar sus Dagas cuando fue tomado por un brazo y arrojado al otro lado de la caverna. Empezaron a pelear a puños, y el elfo empezaba a perder lucidez, y fuerza. Sintió que la cosa se iba poner peor en unos instantes, se podía dar cuenta que los demás estaban llegando para acabar con él, así que aturdió al Uruk Hai con un golpe en sus orejas y camino rengueando hacia sus pertenencias, el orco ya cansado de tanto juego agarro el hierro afilado y corriendo se lanzo sobre Luzzen, pero éste contra restó el ataque con su Espada élfica, y quedando frente a frente el elfo le sonrió en su cara con sus labios ensangrentados y un ojo caído. 

            – Olvide el último detalle grandulón estúpido – el elfo empujo su espada contra la de su enemigo alejándolo de él, y se batieron unos momentos a duelo de espadas hasta el momento oportuno, cuando Luzzen dijo, - Soy Luzzen de Lothlórien, no del Bosque Negro.

 el brazo del Uruk  Hai se venció y el elfo hiso una maniobra con la espada y le separó la cabeza del cuerpo.
Soltó su espada, y cayó de rodillas al suelo, tomando su pierna izquierda con un gesto de gran dolor, y pensando en sus compañeros, sus amigos. Sentía un miedo enorme de que no hubieran podido sobrevivir, no quería hacerse a la idea de que hayan sido derrotados. Ruidos de armaduras empezaron a oírse detrás de la puerta, un poco mas allá de la entrada, y ya sin fuerza alguna, Luzzen empezó a pensar en cómo pudieron fallarles a todos, y en la maldad que cubriría el mundo. Muy asustado, se arrastró hasta su Arco, y lo tomó fuerte, se paró y preparo una flecha.
Tirando tensamente de la cuerda de su Arco, apuntó hacia la puerta, y en ese momento, empezaron a golpearla a patadas, parecía que alguien desesperadamente iba a entrar y todo se iba a terminar. Con su mano temblorosa, el miedo y su ira brotando por sus ojos, la puerta fue abierta y el corazón de Luzzen se paralizó.
                

viernes, 12 de diciembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 3: Hacia la cima de Carn Dum


Antes de que Gléowyn o Luzzen pudiesen reaccionar, Elaran había pateado la cerradura de la pesada puerta de madera que los separaba de aquellas voces, haciéndola ceder con un golpe seco al estrellarse contra el muro. Lo miraron por un instante sin comprender cómo había podido obrar un acto de tal fuerza. Adentro, dos comandantes de la fortaleza se ponían de pie ante los intrusos. Frente a ellos había una mesa en la cual estaban extendidos varios pergaminos. El montaraz, al saber que su hogar peligraba, había cedido ante la rabia que lo invadía y ahora se abalanzaba hacia ellos. Asestó un golpe con el filo de Dagmor que chocó contra la negra espada de uno de ellos mientras Luzzen, desde la puerta disparaba flechas que fueron ágilmente esquivadas por el otro.

— Los pergaminos—… dijo Luzzen, mientras Elaran arremetía contra ambos generales con toda su ira—. Debemos tomarlos.
— Yo iré —dijo ella —, cubre a Elaran…

Ella corrió hacia la mesa y ágilmente tomó los pergaminos mientras Elaran se batía en duelo contra ambos seres con la ayuda del elfo. Una vez que ambos generales estuvieron caídos, los tres corrieron hacia la salida.

— El ruido debe haber alertado a los demás, no tenemos mucho tiempo, hay que salir de aquí… ¡Debemos llamar a las águilas!— dijo Luzzen.
— No podemos — Elaran seguía agitado por la batalla y un fino hilo de sangre le corría por la frente— Uruloth sobrevuela Carn Dum, nos alcanzaría… Debemos encontrar otra forma.

Pero no pudieron pensar demasiado. Una cuadrilla de orcos se acercaba hacia ellos haciendo retumbar el suelo. Huyeron a toda prisa intentando perder su rastro entre los túneles, que se abrían ante ellos como madrigueras, descendiendo complejas escalinatas de piedra intentando encontrar alguna salida.
En una de las vueltas se vieron acorralados por un segundo grupo de sirvientes del señor oscuro. No había posible forma de escapar. ¿Es que ahí terminaba su viaje?

— Vamos, es solo un grupo de inmundos orcos...— dijo Elaran entre djentes, lo cual animó un poco a sus compañeros.
Los tres prepararon sus armas y se defendieron de las hachas, espadas y mazos que caían sobre ellos intentando derribarlos, maniobrando con dificultad en el poco espacio del túnel. Elaran había enfundado a Dagmor y ahora empuñaba sus espadas cortas, esquivando y devolviendo estocadas. Luzzen con agilidad había derribado a varios, sin perder esa chispa de aventura en la mirada, y la hechicera se defendía intentando no perder de vista a los otros dos. Pero eran demasiados.

Elaran hizo una señal para mostrarles una salida próxima que dejaba ver la luz de la luna, pero algo no estaba en su lugar.

— ¡Luzzen!
No había rastro alguno del elfo de cabello blanco.  Elaran y Gléowyn lo buscaban con la mirada, gritaban su nombre pero sus voces se perdían entre ruido de la batalla.

Un grito gutural y desgarrador. Voltearon, para descubrir que un enorme orco se sujetaba la mano.

— ¡Quema! ¡Quema!

Pudieron ver entonces en el suelo algo brillante. Otro intentó tomarla pero de igual manera no lo logró.

Entre la confusión, la hechicera y el montaraz lograron refugiarse en uno de los túneles. Contuvieron el aliento hasta que el lugar estuvo vacío.

Gléowyn se acercó a toda prisa y tomó el objeto del suelo; se trataba de la gema de luz que la dama Galadriel le había otorgado a Luzzen y que les había ganado su liberación en el bosque negro. El orco había intentado recogerla pero por la naturaleza pura de ésta, le había sido imposible.



— Debemos ir afuera...—dijo ella.
—¡No! Vamos hacia las profundidades, es muy arriesgado salir con Uruloth vigilando.

Descendieron en silencio hasta que encontraron un paraje aparentemente abandonado. Una vez ahí la mujer se sentó en el suelo con impotencia.

—Le fallamos—dijo con voz ahogada—, ni siquiera vimos quien se lo llevó.
—No hemos fallado, hechicera, lo encontraremos. Así como detendremos aquello que conspira contra mi gente y mi pueblo. En ello pongo mi honor y mi palabra.

Ella entonces entregó a Elaran los pergaminos que había rescatado. El montaraz los tomó y los desenrrolló despacio.

—Es lengua negra. Tan solo de mirarlo mi corazón se oscurece— Dijo sentándose en el suelo junto a ella. Después de meditar un momento agregó — Debemos encontrar a Luzzen.

—Quizás pueda averiguar donde lo tienen— dijo ella, sosteniendo en su mano la gema de luz. La miró fijamente.
—Haz todo lo que puedas, Gléowyn.

La mujer cerró los ojos y se concentró profundamente.
Elaran observaba expectante, hasta que ella sintió un golpe de energía, como si un rayo le hubiese atravesado la cabeza. Y entonces lo vio.
Con fragmentos claros, vio en su mente un gran mazo colapsar contra Luzzen haciéndolo perder la conciencia.
Otra imagen destelló en su frente, haciéndole temblar el cráneo. En ella una oscura voz hablaba en lengua desconocida mientras llevaban al elfo inconsciente hacia una celda.
Finalmente, pudo verlo atado, sin embargo luchando mientras grotescas criaturas se acercaban a él, sonriendo y preparando sus puños. Abrió los ojos con sobresalto.

— ¿Lograste verlo?— preguntó el montaraz
—Lo ví... Debemos apresurarnos. Está en peligro...



viernes, 5 de diciembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 2: Hacia la cima de Carn Dum

El rugido brotó del corazón mismo de la tierra que pisaban. Los tres permanecieron en silencio sintiendo el suelo vibrar. Algo se acercaba desde la profundidad.
Luzzen hizo una señal a los otros dos para que observaran hacia la puerta por la cual habían ingresado, para descubrir que un séquito de orcos y hombres de Angmar habían logrado entrar y se acercaban marchando bruscamente, emitiendo gruñidos y sonidos guturales que a Gléowyn le parecieron repugnantes.
Se encontraban atrapados entre el peligro inminente que se acercaba en forma de un ejército, o aquella criatura que se abría paso desde el suelo hasta ellos. Elaran hizo ademán de correr hacia la puerta, pero Gléowyn lo detuvo por el brazo.
— Los tres sabemos lo que se acerca, lo que está trepando hasta nosotros desde el fondo de la tierra, custodiando las posiciones del señor oscuro. Lo único que podemos hacer es dejar que entren, y buscar confundirnos entre ellos — el rugido del pozo asustó a los propios atacantes. Ante esto Luzzen tuvo una idea.
— ¿Puedes cambiar nuestro aspecto nuevamente?- preguntó el elfo, y la mujer miró hacia el tumulto que se abría paso.
— Puedo hacerlo —  dijo, tras pensar un segundo-, pero no durará mucho, Debemos ser rápidos, y tener un plan... Elaran. ¿Tienes alguno?
El montaráz, sin ver a sus compañeros, dijo:
— Sí, he pensado en algo. Síganme...
Luego de unos segundos de silencio, la tropa enemiga se aglomeró en el centro de la explanada, y los tres aventureros habían logrado entremezclarse entre ellos con precaución de no estar demasiado cerca unos de otros. El suelo temblaba y las paredes crujían, como si todo fuese a derrumbarse de un instante a otro.
— ¡Apártense!- Gritó un orco de piel ceniza y gran estatura, líder de la manada.
De inmediato, de un brinco y algunos cayendo estrepitosamente al suelo, se apartaron ante la grieta que se abría enfrente de ellos, y con el tremendo sonido de una explosión, una colosal bestia salió de la tierra impulsándose hacia el cielo, extendiendo sus negras alas a la luz de la luna haciendo que quedaran en total oscuridad. Lanzó un rugido desde el fondo de su garganta, obligándolos a centrar su mirada en él. Ahora la bestia no se parecía en absoluto a la criatura que encontraron en la cueva de Brezal Marchito. Sus garras se había afilado como espadas, y su tamaño se había incrementado gracias a la magia oscura. Volando sobre sus cabezas, en círculos, pudieron ver la fuerza de sus músculos endurecidos y la ferocidad de sus dientes, que asomaban como púas en lo que parecía una mueca burlona y maligna.
Elaran y Luzzen vieron por un momento asomar su verdadera identidad y voltearon hacia la mujer, que ante la impresión de ver aquel ser había perdido concentración. Ahora tenía los ojos cerrados e intentaba hacer que recobraran su aspecto de orcos. Por suerte lo logró mientras los demás seguían perplejos ante la criatura.


Mientras Uruloth sobrevolaba la noche enrojecida, el tumulto de orcos, hombres de Angmar y los tres fugitivos, se dirigieron hacia el interior de los pasadizos de roca. Y al cabo de un momento, Elaran miró a sus compañeros haciéndoles una señal para que lo siguieran. Los guió ingeniosamente fuera del caos, escondiéndose entre uno de los pasadizos de piedra. Recuperaron su forma original mientras la hechicera perdía la fuerza. Luzzen la sostuvo antes de caer al suelo.
— No puedo hacer más magia –dijo -, debemos ir con cuidado.
— Ahora sabemos la verdad...- dijo Elaran-, Uruloth se encuentra en Carn Dum como temíamos. Su fuerza se incrementa gracias al favor del señor oscuro y sus sirvientes. Lo ha convencido sin duda, y ahora es un terrible enemigo más. Servirá al señor Oscuro Sauron, por algún precio.
— Los Dragones si servían a un amo — comentó Luzzen — Mucho he escuchado de Morgoth, el enemigo oscuro del mundo — al pronunciar el nombre, todo alrededor se oscureció unos segundos y volvió  la normalidad.
— Cuidado con los nombres que pronuncias, gran elfo — dijo Elaran — algunos están cargados de oscuridad y en lugares oscuros como éstos, esos nombres recobran su fuerza.
Una conversación en susurros llegó a sus oídos. Avanzaron con cautela hacia una de las salas a las cuales desembocaba el pasadizo. Detrás de una puerta provenía la conversación, al parecer entre dos comandantes de Carn Dum. Elaran pegó la oreja a la placa de madera negra y Luzzen agudizó sus oídos.

Mucho no pudieron captar debido al grosor de la madera, pero sí lograron escuchar dos palabras: “Valle” y “Ataque”