viernes, 26 de diciembre de 2014

“LA BATALLA DE VALLE” Cap.4 pt. 5: Hacia la cima de Carn Dum

(1)
Los Orcos junto a la puerta fueron fáciles de vencer. Tomados por sorpresa, poco resistieron la embestida de Elaran y Gleowyn, quienes no cesaron de atacar hasta ver a su último muerto en el piso.
— Esto se está extendiendo demasiado — dijo el montaraz — debemos encontrar a Luzzen y salir de aquí. Gran parte de la tierra media depende de eso.
La hechicera asintió y ambos se acercaron a la puerta. Si no se equivocaban, al otro lado se encontraban Luzzen y sus captores. Elaran guardó Dagmor y tomó sus espadas cortas. Ambos se pusieron en posición.
— Abrimos la puerta y matamos todo lo que se vea feo.
Respiraron hondo y de una patada Elaran derribó la puerta, sintiendo la fuerza del golpe en la rodilla.
Al otro lado encontraron a Luzzen el suelo, herido y listo para matar.
— ¡Luzzen! — gritó Gleowyn y ambos se acercaron.
— Vaya, aún herido este elfo tiene ganas de pelea — la admiración en la voz de Elaran, resultó evidente para Luzzen.
La penumbra del lugar no les impidió evaluar las heridas de su amigo.
— Esto supera nuestras habilidades — dictaminó Elaran — necesita medicina de su gente.
— Solo lleven mi cuerpo al aire libre — dijo Luzzen — estaré bien.
Gleowyn cargó con el peso de Luzzen que apenas se movía. Elaran abrió la marcha hacia no sabían dónde. Tan dentro estaban de la fortaleza oscura, tanto habían penetrado en su afán de escape y rescate posterior, que no tenían idea sobre la dirección a tomar.
— De alguna forma hay que llegar a alguna torre — dijo Elaran.
— Así las Águilas podrán sacarnos de aquí — completó Gleowyn.
— Leíste mi pensamiento, Hechicera — Elaran inspeccionaba el suelo — espero no te asuste estar ahí dentro.
El silencio le crispó los nervios a Elaran. Un silencio así no le pareció natural en un lugar como Carn Dum.
— ¿Hacia dónde vamos? — preguntó Luzzen.
Gleowyn miró en todas direcciones. Un largo pasillo adelante se perdía en la oscuridad. Pocos pasos más adelante pudo ver varias puertas y entradas a otros pasillos. Todo parecía ser posible y a la vez no. Cualquiera de esos lugares era la salida y era una trampa al mismo tiempo.
— Por aquí — dijo Elaran y comenzó avanzar y se detuvo ante la entrada de un pasillo — este es el camino más usado por los habitantes de este oscuro lugar — escuchó a lo lejos, fingió no darse cuenta — por lo que puede ser un camino al exterior. ¡Vamos!
Los tres avanzaron por el pasillo indicado. Hasta Luzzen, pese a sus heridas, se mantenía atento a lo que les rodeaba.
Luego de caminar un largo rato, dos puertas cercanas a sus espaldas se abrieron de par en par, destrozando el silencio que tanto preocupara al Montaraz.
— ¡Vamos! — gritó — el enemigo se reorganizó en una emboscada. Debemos salir.
— ¡No! — refutó Luzzen arrancándose de los brazos de Gleowyn — Debemos luchar — con movimientos torpes, sacó el arco y trató de apuntar a los Orcos que salían a raudales de las puertas — No podemos pasarnos escapando de este inmundo enemigo. Demasiado tranquilos hemos permanecido.
— Luzzen no seas ingenuo — Elaran se acercó para agarrarlo pero el elfo insistía en su idea — moriremos aquí.
Sin contestar Luzzen comenzó a disparar contra los Orcos.
Las flechas daban en las piernas o brazos. A un orco le dio en el cuello y el resto parecía perderse de su ruta mortal. Gleowyn sujetó al Elfo, intentando inmovilizarlo.
— ¡Sácalo de aquí! — ordenó Elaran — llévalo a un lugar seguro.
— ¿Qué vas a hacer? — Gleowyn retrocedía con Luzzen, que luchaba por liberarse. Pero esta vez la hechicera estaba decidida en no dejarle escapar.
— Ganar tiempo — contestó Elaran dando media vuelta — ¡Salgan!
Sin dejar de mirar, Gleowyn se alejó con Luzzen en sus brazos.
— ¡No! — gritó el Elfo — No hagas esto, Gleowyn. No podemos dejarlo. ¡Debemos luchar!
Ella no contestó, solo retrocedió y vio al Montaraz convertirse en una máquina de matar.
— ¡BARUK KHAZÂD! — gritó Elaran a todo pulmón. El grito de guerra de los Enanos, tan antiguo como ellos, retumbó en todo el pasillo e hizo que los Orcos dudaran un instante en su avance. Su cuerpo se inundó del recuerdo de sus antepasados. Sintió su compañía en ese momento aciago — ¡KHAZÂD AI-MÊNU!
Antes de atravesar la puerta cercana, conectada a otro pasillo, y trabarla para evitar el avance orco, Gleowyn vio Elaran lanzarse contra sus enemigos como si fuera uno de los grandes guerreros de las primeras edades.

(2)
El avance fue silencioso, sus corazones pocos deseos tenían de hablar o expresarse. Su compañero seguramente estaba muerto o como muy poco herido. Tal trágico destino se imaginaban.
Sin saber cómo habían llegado, Luzzen y Gleowyn comenzaron a subir una interminable escalera que los dejó sobre uno de las terrazas de Carn Dum. Como todo el lugar, allí apesta a muerte y oscuridad, decorado con manchas de sangre por doquier y grilletes oxidados en algunas paredes.
— Aquí deben traer a los prisioneros de guerra — comentó Gleowyn — tuvimos suerte de encontrarte, Luzzen.
El elfo permanecía ahora sentado, cabizbajo, sintiéndose el ser más inútil de la tierra media. ¿Qué sentido tenía ser un gran guerrero elfo si no podías salvar a un compañero de viaje?
— Yo tampoco quería dejarlo — dijo Gleowyn — Pero más cosas que la vida de Elaran dependen de que salgamos vivos de aquí.
— Juro por la belleza de la Dama Galadriel que su muerte no habrá sido en vano — aseguró Luzzen.
Gleowyn acompañó el juramento en silencio. Para su sorpresa, quería mucho a los dos. Algo que un poco de tiempo atrás rechazaría tajantemente. Pero ahora se le presentaba natural, hasta deseado sentir ese compañerismo.
— Debemos alertar a las Águilas que estamos aquí — dijo Gleowyn mirando el cielo — tiene que haber una forma.
— ¿Tienes fuego? — Preguntó Luzzen.
— ¿Fuego? — Gleowyn se sintió confundida por la pregunta. ¿Acaso el elfo iba a sacar su pipa y a empezar a fumar? — Puedo generar un poco pero…
— Con un poco basta.
Haciendo un gran esfuerzo, Luzzen se puso de pie. Arrancó un pedazo de su ropaje y envolvió la punta de una flecha en el trozo de tela.
— Entiendo — contestó Gleowyn — Una señal de fuego. Así las Águilas saben que estamos aquí.
— Marchamos por el mismo sendero, querida hechicera — la punta de la flecha se encendió y Luzzen apuntó hacia el cielo — espero que esto funcione y atraigamos algo más indeseable que este viento helado.
Otro ser podía aparecer llamado por la señal. Pero regresar hacia la puerta o escalar alguno de los costados de la fortaleza o montaña, no era opción. Luzzen resistía sus heridas con valentía y determinación, pero pronto los estragos de los Orcos harían mella en su temple élfico.
La flecha salió disparada hacia el cielo, perdiéndose de vista. Pero los ojos del Elfo la siguieron durante unos instantes, antes de desvanecerse entre las nubes.
Si las Águilas estaban cerca, si reconocían esa señal, pronto arribarían a rescatar a los sobrevivientes de la infiltración en Carn Dum.

(3)
Varios minutos pasaron hasta que escucharon pasos subiendo por la escalera. No era una tropa o eso creían. Ambos sabían que los vientos helados de las montañas y las pestilencias de esa fortaleza oscura, podían jugarles trucos a las mentes de los más débiles o los más cansados.
Se pusieron en posición. Luzzen mantenía su arco bajo, con flecha lista, apoyando su cuerpo en una pequeña medianera para mantener el equilibro. Debía ahorrar energías. Su cuerpo se estaba cansando producto de la pérdida de sangre, pero aún así le resultaba demasiado rápido el deterioro de su salud. Un miedo surgió en su corazón.
Algunos Orcos torturadores tienen veneno en sus manos al usarlos con otros prisioneros, pensó, si estos que me atacaron estaban con sus manos de esa manera, mucho tiempo no me queda. ¡Ay! Desearía que Lord Elrond estuviese aquí.
Miró a Gleowyn. La hechicera estaba en guardia, con rostro serio, mirando hacia la escalera. Ambos pensaron que de allí emergería el verdadero capitán de Carn DUm, aquel segundo al mando que quedaba en caso de que el Rey Brujo fuera llamado a Mordor.
La hechicera deseaba poder dar batalla al enemigo que se acercaba a paso lento y firme por las escaleras. Ese lugar era un laberinto, no le parecía raro que algún jefe o tropa orca apareciera de lo que parecía ser la nada misma.
Demasiada suerte tuvimos de encontrar este punto alto, pensó Gleowyn, quizá aquí acaba la suerte. ¿En una batalla contra el rey brujo? Después de todo este es su hogar. Si logramos resistir lo suficiente, podremos escapar. ¡Oh, corazón mío! Resiste y fortaléceme en esta batalla. No quiero caer, no quiero decepcionar a mis compañeros.
Pero lo que apareció les inundó su ser de confusión y alivio.
Hacia el viento helado, portando sus armas en cada mano y cubierto de sangre de orco, Elaran avanzó hacia ellos con la mirada baja. Parecía poseído por viejos espíritus.
— ¡Por la luz celestial! — gritó Gleowyn — ¡Elaran!
Ambos corrieron hacia él y el montaraz pareció reaccionar.
— ¿Cómo pasaste a los Orcos? — preguntó Luzzen
— Eran demasiados — contestó Elaran, la respiración se le agitó y trató de mantenerse en pie — maté cuanto pude y traté de seguirlos a ustedes. Para su suerte y para mala de la mía, la puerta estaba trancada. ¡Bien pensado, Hechicera! Eso los confundió un segundo. Seguí corriendo, matando todo lo que se me cruzara — para su fortuna solo fueron Orcos — De alguna forma encontré la puerta que conecta al patio donde sale esta escalera y subí. Este lugar es un laberinto digno de Sauron.
Al terminar de hablar, Elaran cayó de rodillas al piso y las espadas resbalaron de sus manos. Gleowyn se acercó y divisó una herida en el abdomen de su compañero.
— ¡Estás herido! — dijo — no parece grave pero no podemos arriesgarnos.
— Ya llamé a las Águilas, Mellon — dijo Luzzen mirando el cielo — pronto nos sacarán de aquí y podremos defender tu amado Erebor.
— Lo sé — dijo Elaran tomando los antebrazos de sus dos compañeros. Elevó su mirada y ambos distinguieron la decisión del guerrero aún herido y cansado — sé que aunque aquí muera, ustedes dos no dejarían caer mi hogar sin dar pelea.
Desde el este, tres siluetas aladas avanzaban hacia ellos. Estaban lejos, pero parecían avanzar a buen paso.
— ¡Miren! — Gritó Luzzen apoyándose en su arco — Las Águilas vienen.
— Tenías razón, Luzzen — dijo Gleowyn, sonriendo por primera vez en mucho tiempo.
Pero Elaran guardó silencio. Sus manos, endurecidas por la batalla, lentamente se deslizaron hacia sus espadas cortas, tomándolas con decisión. Volvió a sentir el peso de Dagmor en su espalda y agradeció a Lord Elrond una vez más por semejante viaje. Porque desde su posición, sentado mirando al norte, pudo ver que otra cosa se acercaba aparte de las Águilas. Algo llamado por la señal de auxilio del elfo.




Un viento caliente comenzó a colarse entre medio del frío de la cima de Carn Dum, haciendo que la escarcha del piso y el hielo se comenzaran a derretir. El viento de a poco aumentó su furia. Las nubes remolinaban en el cielo.
Gloewyn y Luzzen miraron a Elaran, preocupados de su mutismo. Sus sonrisas se borraron de sus caras, alejadas por el cambio de ambiente.
Siguieron la mriada del montaraz y al ver lo que él veía, desearon que las Águilas llegaran pronto.
Uruloth se acercaba.

viernes, 19 de diciembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 4: Hacia la cima de Carn Dum



Imágenes borrosas aparecían, una batalla librándose en medio de una caverna tan pequeña que apenas era posible moverse. Las espadas que chocaban aturdían y de pronto todo se nubló repentinamente. De a ratos podía ver sus piernas y sentir ser arrastrado entre gruñidos y olores horrendos.
El sentido auditivo fue el primero en llegar. Voces de diferentes sujetos podían diferenciarse pero poca atención podía llegar a prestarle. Luzzen recobro su conciencia de a poco, y abrió sus celestes ojos muy despacio, estaba muy aturdido. Era claro lo que había pasado; en la batalla lo tomaron desprevenido con un golpe fuerte en su cabeza, y lo habían tomado como rehén, al menos por el momento pero, ¿Por qué?
Cuando pudo recobrarse mínimamente para poder ver y oír, se dio cuenta que estaba atado de manos, sentado en una silla y claramente despojado de sus armas. Levantó la cabeza y un golpe lo tumbo de la silla,

             - Por fin ha despertado, llámalo, dile que ha despertado- una voz ronca e indeseable habló. Agarro al elfo y lo sentó de nuevo, al levantar la vista, Luzzen pudo verse en una celda, muy amplia que podría llegar a llamarse “Recamara de Tortura” como él mismo pensó por un instante. Frente a él un Orco de un tamaño considerable estaba parado frente a él, un Uruk Hai, con el puño cerrado y sonriéndole, junto con otros cuatro más alrededor. La puerta detrás de él se abrió, y un Orco líder hizo presencia, examino al elfo con la mirada y hablo en una lengua que Luzzen no identificó, y tres orcos salieron de la habitación, quedando solo el Uruk Hai y el Orco líder.

            - Bien, bien Princesito – el líder se acerco al elfo intimidantemente –Se que eres inteligente, como tu Rey del Bosque Negro, y vas a contestar lo que voy a preguntarte- Luzzen no contestó y mantuvo la vista siempre abajo. - ¿Acaso has escuchado maldita escoria? – dijo el Uruk Hai agarrando a Luzzen del cuello y dándole puñetazos directamente a su cara cuando el líder le dio el alto. – No eres más que un estorbo, elfo, como los demás intrusos que matamos como moscas en ese túnel – Luzzen ahora levantó la mirada con el ceño fruncido y apretando sus dientes. – Oh, ¿Acaso logré captar tu atención Princeso?- el líder sin mucha paciencia le hiso una seña al Uruk Hai y este agarro un hierro afilado usado por él cómo espada y con mucho deseo miró al elfo- Dime lo que sabes sobre el Silmaril, dime por qué has venido a buscarlo, y si no, puedes decírselo al gusano gigante que sobrevuela estos cielos - se echó a reír sarcásticamente. Luzzen vio a su derecha, a unos cuantos metros, sus pertenencias, su Arco y Flechas, junto con sus Dagas y su Espada, y bajo la cabeza. – Es suficiente con este estúpido elfo, ¡Llévaselo al Dragón! – violentamente ordeno el Orco líder cuando de pronto una risa los sorprendió. Las dos criaturas se miraron entre sí sin entender. - ¿De qué te estás riendo? – el elfo empezó a cesar la risa y empezó a hablar, 

              - Me río porque se cómo va a acabar esto – un hilo de sangre caía desde su labio inferior, y su cara tenia moretones por los durísimos golpes, - Primero voy a levantarme, y luego, voy a usar la espada de este grandísimo estúpido para cortar tu cabeza – sonriente le dijo directamente al Orco Líder – Después de sacar mis ataduras, voy a encargarme de los cuatro que están afuera, mas los tres que cuidan la puerta principal, y saldré caminando de esta pocilga – terminó el elfo.





Los Orcos se miraron y de un salto ágil y rápido Luzzen se levantó y lanzo una patada justo a la cara del Orco gigante desparramándolo por el suelo, el líder se abalanzó sobre él, pero el elfo esquivando los golpes que se le venían subió con un pie sobre la silla y salto con sus piernas sobre la cabeza del líder enredándolo y tirándolo al suelo. Rápido fue el elfo al darse cuenta que el gran Orco se le venía de repente y en una maniobra casi milagrosa, el orco lanzo un golpe con su espada contra luzzen y éste puso sus manos de tal manera, que justo el corte lo libro de sus ataduras. Luzzen se dio cuenta que el Uruk Hai lo superaba bastante en fuerza, pero no en agilidad e inteligencia, con sus manos libres ya estaba apto para poder manejarse con más amplitud, pero las cosas se complicaron cuando vio que el Orco Líder, estaba llegando a la puerta a dar aviso de lo que estaba pasando. Luzzen sin darse cuenta cayó al piso por un fuerte golpe de su enemigo, y su pierna quedó mal herida, trato de pararse como pudo y encaró hacia donde estaban sus armas. Con el orco tras de él, Luzzen estaba por tomar sus Dagas cuando fue tomado por un brazo y arrojado al otro lado de la caverna. Empezaron a pelear a puños, y el elfo empezaba a perder lucidez, y fuerza. Sintió que la cosa se iba poner peor en unos instantes, se podía dar cuenta que los demás estaban llegando para acabar con él, así que aturdió al Uruk Hai con un golpe en sus orejas y camino rengueando hacia sus pertenencias, el orco ya cansado de tanto juego agarro el hierro afilado y corriendo se lanzo sobre Luzzen, pero éste contra restó el ataque con su Espada élfica, y quedando frente a frente el elfo le sonrió en su cara con sus labios ensangrentados y un ojo caído. 

            – Olvide el último detalle grandulón estúpido – el elfo empujo su espada contra la de su enemigo alejándolo de él, y se batieron unos momentos a duelo de espadas hasta el momento oportuno, cuando Luzzen dijo, - Soy Luzzen de Lothlórien, no del Bosque Negro.

 el brazo del Uruk  Hai se venció y el elfo hiso una maniobra con la espada y le separó la cabeza del cuerpo.
Soltó su espada, y cayó de rodillas al suelo, tomando su pierna izquierda con un gesto de gran dolor, y pensando en sus compañeros, sus amigos. Sentía un miedo enorme de que no hubieran podido sobrevivir, no quería hacerse a la idea de que hayan sido derrotados. Ruidos de armaduras empezaron a oírse detrás de la puerta, un poco mas allá de la entrada, y ya sin fuerza alguna, Luzzen empezó a pensar en cómo pudieron fallarles a todos, y en la maldad que cubriría el mundo. Muy asustado, se arrastró hasta su Arco, y lo tomó fuerte, se paró y preparo una flecha.
Tirando tensamente de la cuerda de su Arco, apuntó hacia la puerta, y en ese momento, empezaron a golpearla a patadas, parecía que alguien desesperadamente iba a entrar y todo se iba a terminar. Con su mano temblorosa, el miedo y su ira brotando por sus ojos, la puerta fue abierta y el corazón de Luzzen se paralizó.
                

viernes, 12 de diciembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 3: Hacia la cima de Carn Dum


Antes de que Gléowyn o Luzzen pudiesen reaccionar, Elaran había pateado la cerradura de la pesada puerta de madera que los separaba de aquellas voces, haciéndola ceder con un golpe seco al estrellarse contra el muro. Lo miraron por un instante sin comprender cómo había podido obrar un acto de tal fuerza. Adentro, dos comandantes de la fortaleza se ponían de pie ante los intrusos. Frente a ellos había una mesa en la cual estaban extendidos varios pergaminos. El montaraz, al saber que su hogar peligraba, había cedido ante la rabia que lo invadía y ahora se abalanzaba hacia ellos. Asestó un golpe con el filo de Dagmor que chocó contra la negra espada de uno de ellos mientras Luzzen, desde la puerta disparaba flechas que fueron ágilmente esquivadas por el otro.

— Los pergaminos—… dijo Luzzen, mientras Elaran arremetía contra ambos generales con toda su ira—. Debemos tomarlos.
— Yo iré —dijo ella —, cubre a Elaran…

Ella corrió hacia la mesa y ágilmente tomó los pergaminos mientras Elaran se batía en duelo contra ambos seres con la ayuda del elfo. Una vez que ambos generales estuvieron caídos, los tres corrieron hacia la salida.

— El ruido debe haber alertado a los demás, no tenemos mucho tiempo, hay que salir de aquí… ¡Debemos llamar a las águilas!— dijo Luzzen.
— No podemos — Elaran seguía agitado por la batalla y un fino hilo de sangre le corría por la frente— Uruloth sobrevuela Carn Dum, nos alcanzaría… Debemos encontrar otra forma.

Pero no pudieron pensar demasiado. Una cuadrilla de orcos se acercaba hacia ellos haciendo retumbar el suelo. Huyeron a toda prisa intentando perder su rastro entre los túneles, que se abrían ante ellos como madrigueras, descendiendo complejas escalinatas de piedra intentando encontrar alguna salida.
En una de las vueltas se vieron acorralados por un segundo grupo de sirvientes del señor oscuro. No había posible forma de escapar. ¿Es que ahí terminaba su viaje?

— Vamos, es solo un grupo de inmundos orcos...— dijo Elaran entre djentes, lo cual animó un poco a sus compañeros.
Los tres prepararon sus armas y se defendieron de las hachas, espadas y mazos que caían sobre ellos intentando derribarlos, maniobrando con dificultad en el poco espacio del túnel. Elaran había enfundado a Dagmor y ahora empuñaba sus espadas cortas, esquivando y devolviendo estocadas. Luzzen con agilidad había derribado a varios, sin perder esa chispa de aventura en la mirada, y la hechicera se defendía intentando no perder de vista a los otros dos. Pero eran demasiados.

Elaran hizo una señal para mostrarles una salida próxima que dejaba ver la luz de la luna, pero algo no estaba en su lugar.

— ¡Luzzen!
No había rastro alguno del elfo de cabello blanco.  Elaran y Gléowyn lo buscaban con la mirada, gritaban su nombre pero sus voces se perdían entre ruido de la batalla.

Un grito gutural y desgarrador. Voltearon, para descubrir que un enorme orco se sujetaba la mano.

— ¡Quema! ¡Quema!

Pudieron ver entonces en el suelo algo brillante. Otro intentó tomarla pero de igual manera no lo logró.

Entre la confusión, la hechicera y el montaraz lograron refugiarse en uno de los túneles. Contuvieron el aliento hasta que el lugar estuvo vacío.

Gléowyn se acercó a toda prisa y tomó el objeto del suelo; se trataba de la gema de luz que la dama Galadriel le había otorgado a Luzzen y que les había ganado su liberación en el bosque negro. El orco había intentado recogerla pero por la naturaleza pura de ésta, le había sido imposible.



— Debemos ir afuera...—dijo ella.
—¡No! Vamos hacia las profundidades, es muy arriesgado salir con Uruloth vigilando.

Descendieron en silencio hasta que encontraron un paraje aparentemente abandonado. Una vez ahí la mujer se sentó en el suelo con impotencia.

—Le fallamos—dijo con voz ahogada—, ni siquiera vimos quien se lo llevó.
—No hemos fallado, hechicera, lo encontraremos. Así como detendremos aquello que conspira contra mi gente y mi pueblo. En ello pongo mi honor y mi palabra.

Ella entonces entregó a Elaran los pergaminos que había rescatado. El montaraz los tomó y los desenrrolló despacio.

—Es lengua negra. Tan solo de mirarlo mi corazón se oscurece— Dijo sentándose en el suelo junto a ella. Después de meditar un momento agregó — Debemos encontrar a Luzzen.

—Quizás pueda averiguar donde lo tienen— dijo ella, sosteniendo en su mano la gema de luz. La miró fijamente.
—Haz todo lo que puedas, Gléowyn.

La mujer cerró los ojos y se concentró profundamente.
Elaran observaba expectante, hasta que ella sintió un golpe de energía, como si un rayo le hubiese atravesado la cabeza. Y entonces lo vio.
Con fragmentos claros, vio en su mente un gran mazo colapsar contra Luzzen haciéndolo perder la conciencia.
Otra imagen destelló en su frente, haciéndole temblar el cráneo. En ella una oscura voz hablaba en lengua desconocida mientras llevaban al elfo inconsciente hacia una celda.
Finalmente, pudo verlo atado, sin embargo luchando mientras grotescas criaturas se acercaban a él, sonriendo y preparando sus puños. Abrió los ojos con sobresalto.

— ¿Lograste verlo?— preguntó el montaraz
—Lo ví... Debemos apresurarnos. Está en peligro...



viernes, 5 de diciembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 2: Hacia la cima de Carn Dum

El rugido brotó del corazón mismo de la tierra que pisaban. Los tres permanecieron en silencio sintiendo el suelo vibrar. Algo se acercaba desde la profundidad.
Luzzen hizo una señal a los otros dos para que observaran hacia la puerta por la cual habían ingresado, para descubrir que un séquito de orcos y hombres de Angmar habían logrado entrar y se acercaban marchando bruscamente, emitiendo gruñidos y sonidos guturales que a Gléowyn le parecieron repugnantes.
Se encontraban atrapados entre el peligro inminente que se acercaba en forma de un ejército, o aquella criatura que se abría paso desde el suelo hasta ellos. Elaran hizo ademán de correr hacia la puerta, pero Gléowyn lo detuvo por el brazo.
— Los tres sabemos lo que se acerca, lo que está trepando hasta nosotros desde el fondo de la tierra, custodiando las posiciones del señor oscuro. Lo único que podemos hacer es dejar que entren, y buscar confundirnos entre ellos — el rugido del pozo asustó a los propios atacantes. Ante esto Luzzen tuvo una idea.
— ¿Puedes cambiar nuestro aspecto nuevamente?- preguntó el elfo, y la mujer miró hacia el tumulto que se abría paso.
— Puedo hacerlo —  dijo, tras pensar un segundo-, pero no durará mucho, Debemos ser rápidos, y tener un plan... Elaran. ¿Tienes alguno?
El montaráz, sin ver a sus compañeros, dijo:
— Sí, he pensado en algo. Síganme...
Luego de unos segundos de silencio, la tropa enemiga se aglomeró en el centro de la explanada, y los tres aventureros habían logrado entremezclarse entre ellos con precaución de no estar demasiado cerca unos de otros. El suelo temblaba y las paredes crujían, como si todo fuese a derrumbarse de un instante a otro.
— ¡Apártense!- Gritó un orco de piel ceniza y gran estatura, líder de la manada.
De inmediato, de un brinco y algunos cayendo estrepitosamente al suelo, se apartaron ante la grieta que se abría enfrente de ellos, y con el tremendo sonido de una explosión, una colosal bestia salió de la tierra impulsándose hacia el cielo, extendiendo sus negras alas a la luz de la luna haciendo que quedaran en total oscuridad. Lanzó un rugido desde el fondo de su garganta, obligándolos a centrar su mirada en él. Ahora la bestia no se parecía en absoluto a la criatura que encontraron en la cueva de Brezal Marchito. Sus garras se había afilado como espadas, y su tamaño se había incrementado gracias a la magia oscura. Volando sobre sus cabezas, en círculos, pudieron ver la fuerza de sus músculos endurecidos y la ferocidad de sus dientes, que asomaban como púas en lo que parecía una mueca burlona y maligna.
Elaran y Luzzen vieron por un momento asomar su verdadera identidad y voltearon hacia la mujer, que ante la impresión de ver aquel ser había perdido concentración. Ahora tenía los ojos cerrados e intentaba hacer que recobraran su aspecto de orcos. Por suerte lo logró mientras los demás seguían perplejos ante la criatura.


Mientras Uruloth sobrevolaba la noche enrojecida, el tumulto de orcos, hombres de Angmar y los tres fugitivos, se dirigieron hacia el interior de los pasadizos de roca. Y al cabo de un momento, Elaran miró a sus compañeros haciéndoles una señal para que lo siguieran. Los guió ingeniosamente fuera del caos, escondiéndose entre uno de los pasadizos de piedra. Recuperaron su forma original mientras la hechicera perdía la fuerza. Luzzen la sostuvo antes de caer al suelo.
— No puedo hacer más magia –dijo -, debemos ir con cuidado.
— Ahora sabemos la verdad...- dijo Elaran-, Uruloth se encuentra en Carn Dum como temíamos. Su fuerza se incrementa gracias al favor del señor oscuro y sus sirvientes. Lo ha convencido sin duda, y ahora es un terrible enemigo más. Servirá al señor Oscuro Sauron, por algún precio.
— Los Dragones si servían a un amo — comentó Luzzen — Mucho he escuchado de Morgoth, el enemigo oscuro del mundo — al pronunciar el nombre, todo alrededor se oscureció unos segundos y volvió  la normalidad.
— Cuidado con los nombres que pronuncias, gran elfo — dijo Elaran — algunos están cargados de oscuridad y en lugares oscuros como éstos, esos nombres recobran su fuerza.
Una conversación en susurros llegó a sus oídos. Avanzaron con cautela hacia una de las salas a las cuales desembocaba el pasadizo. Detrás de una puerta provenía la conversación, al parecer entre dos comandantes de Carn Dum. Elaran pegó la oreja a la placa de madera negra y Luzzen agudizó sus oídos.

Mucho no pudieron captar debido al grosor de la madera, pero sí lograron escuchar dos palabras: “Valle” y “Ataque”

viernes, 28 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 1: Hacia la cima de Carn Dum

(1)
El cálido clima que les acariciara el cuerpo al salir de Rivendell, degeneró gradualmente hasta convertirse en el frío arrollador que reinara en las cercanías de Carn Dum.
— Estamos cerca de nuestro objetivo — Anunció el águila que llevara a Elaran — sin embargo no es seguro acercarnos.
Las tres águilas avanzaban con seguridad en formación de cuña. Elegidas por Gwahir personalmente para la tarea, estaban entre las más jóvenes y fuertes de su raza en la tercera edad del sol.
— Si pudiéramos descender cerca — empezó Elaran, sin embargo las palabras se le trababan debido al frío — podríamos avanzar a pie.
— No es prudente — replicó el ave — pero es necesario.
Hizo señas a las otras águilas y las tres comenzaron a descender hacia un lugar despejado, alejado de la fortaleza pero no demasiado.
Durante las maniobras, Elaran tuvo un vistazo rápido a la vieja fortaleza del Rey Brujo. Su corazón dio un vuelco al sentir que, pese a su aspecto abandonado, el lugar parecía renacido.
Es solo una idea vaga, pensó, nunca estuve aquí y espero no volver a estar.
Mientras tanto Gleowyn se sostenía con tal fuerza del águila que la transportaba, que ésta se quejó en dos ocasiones. Ella aflojó la tensión en la mitad del viaje. Nunca pensó que llegaría a volar en su vida.
Luzzen mantenía el porte firme y digno de su raza. En ningún momento del viaje habló. Solo podía pensar en la tarea por delante y el miedo de no poder llevarla a cabo.

(2)
Descendieron del lomo de las águilas con facilidad. Elaran equilibrando sus dos espadas cortas atadas a la cintura y la gran espada Dagmor a su espalda. Por mucho que fuera importante la espada entregada por Elrond, sus espadas cortas llevaban el nombre de dos personas amadas para él. Nunca las dejaría atrás. Las hachas habían quedado en Rivendell, por lo que dependían de la puntería de Luzzen.
— Hasta aquí llega nuestro viaje — anunció el águila líder —pero no desesperen, estaremos atentos a la ayuda que podamos brindarles. Recuerden el sigilo es parte imprescindible del valor.
— Agradecidos estamos — contestó Elaran — y espero que nuestros se crucen una vez más. ¡Adiós!
Los tres aventureros vieron a las Águilas alejarse y comenzar a rondar el lugar. Ciertamente no los dejarían solos.
— Debemos encontrar una forma de infiltrarnos — anunció Elaran.
— ¿No existe una forma de escalar un costado e ingresar por una de los muros? — preguntó Luzzen.
— Podríamos intentarlo — Dijo Elaran evaluando su entorno— pero este frío nos congelaría los músculos antes siquiera de llegar a la mitad de la escalada.
— Tengo una idea — anunció Gleowyn — Si esta fortaleza esta activa como se cree, deben haber patrullas cerca, pero no demasiado grande como para llamar la atención.
— ¿Qué tratas de decirnos, hechicera?  — preguntó Elaran.
— Que puedo conseguir hacernos entrar por la puerta delantera — aseguró y un brillo brotó de sus ojos, mientras de su mano derecha comenzaba a brotar una pequeña luz gris.

(3)
Una pequeña patrulla se acerca a la puerta. El líder sostiene una antorcha en su mano derecha y en la izquierda blande en el aire una bandera con un símbolo; una corona de hierro con tres puntas filosas.
Suena un cuerno anunciando la apertura de la puerta. Ésta se abre y del interior brota el olor a maldad, la pestilencia de la oscuridad.
La patrulla inicia de nuevo su marcha e ingresa en Carn Dum. Los vigían mantienen su mirada fija en ellos. Algo ha llamado su atención.

(4)
En el momento en que Gleowyn vio la inmensa entrada de la fortaleza, su fuerza menguó un instante. Debía mantener toda la concentración si quería que la charada siguiera intacta. Todo dependía de ella y su humilde hechizo de ocultamiento.
Entre los tres derribaron a esa patrulla de Orcos que registraba el lugar cercano a su aterrizaje y rápidamente utilizaron el equipamiento de invierno de la patrulla.
Esta vez Elaran derribó a su enemigo con Dagmor.
Luzzen hizo lo suyo con un disparo certero de su arco hacia la frente de su contrincante.
Ninguno de los orcos supo bien que les había pasado.
Caminando desde la entrada hasta la puerta, Gleowyn comprendió cabalmente por qué nadie se había percatado sobre la reactivación de la fortaleza. Un hechizo de ocultamiento yacía sobre las construcciones y sus habitantes. Como el suyo, pero infinitamente más poderoso.
— ¿Podríamos co…? Comenzó a preguntar Elaran, pero la hechicera hizo que se callara con un gesto torpe, típico de Orco.
Al atravesar la puerta, ingresaron en un inmenso patio. Todo a su paso estaba cubierto de nieve sucia, oxido y desperdicios de los propios habitantes de la fortaleza. A su derecha varias puertas se erguían en asqueroso diseño y a su izquierda sucedía lo mismo.
Este lugar es mucho más grande de lo que imaginé, pensó Luzzen.
Más adelante otra inmensa puerta yacía cerrada ante sus ojos. Seguramente conducía a otra parte del lugar, mucho más gigante que lo que ya sus ojos apreciaban.
— ¡Ustedes! — gritó alguien detrás de ellos.
Gleowyn, que oficiaba de líder de la patrulla, se volvió hacia donde provenía el grito. Desde una inmensa escalera descendía un hombre gigante, más grande de lo que ella llegaría a pensar. La armadura le recubría todo el cuerpo, dejando a la vista solamente la cara reseca y surcada de cicatrices.
Es el jefe de guardia de la puerta, pensó Gleowyn y no se equivocaba.
El hechizo que trata de mantener es débil, requiere de su atención permanente. Podía ir y venir, pero si ese hombre de Angmar le hacía hablar el plan de caería en pedazos.
Para empeorar las cosas, un grupo de diez arqueros apuntaban en su dirección.
El jefe de guardia se paró frente a ellos. Debía medir alrededor de dos metros o dos metros diez. Los inspeccionó con ojos inquisidores, oliendo su vestimenta y  moviendo la cabeza de derecha a izquierda de arriba abajo. Cuando formuló su juicio, desenvainó la espada y abrió la boca para dictar una orden. Pero no logró hacerlo.
Una flecha atravesó limpiamente su garganta, haciendo brotar la sangre en un chorro bastante grande por el cuello hasta el piso. Uno de los Orcos, se había transformado en un elfo, alto y hermoso, que apuntaba hacia adelante con otra flecha ya cargada.
Un cuerno sonó y los otros dos Orcos se convirtieron en un Dunedain y una mujer.
Recuperados de la sorpresa, los arqueros de Carn Dum lanzaron sus flechas contra los intrusos.
Los tres las esquivaron. El Elfo disparaba certeramente mientras lo hacía.
— ¡Luzzen! ¡Gleowyn! — Gritó Elaran — Por aquí.
Sus acompañantes vieron que abría una de las puertas que estuviera a la izquierda cuando ingreseran. Las puertas a la derecha se abrieron de par en par y muchos hombres malvados y Orcos comenzaron a ingresar en el patio de entrada de Carn Dum.
El Elfo y la Hechicera, corrieron hacia donde el Montaraz les hacía señas. Los tres cruzaron el umbral y cerraron detrás de ellos, continuando su huída.

(5)
A medida que avanzaban el olor se hacía más insoportable. Gleowyn se tapó la nariz con la mano y Elaran la imitó. El único que no parecía molestarse era Luzzen.
Se detuvieron al ingresar en una cámara en penumbras e inspeccionaron alrededor.
— Barrotes, comida podrida, ratas — enumeró Gleowyn — esto parece ser una prisión.
— Lo es — afirmó Luzzen mientras señalaba a un hombre encadenado detrás de unos barrotes — aquí deben yacer los enemigos de Angmar, del Rey Brujo. ¡Pobres infelices que han encontrado este triste final!
Elaran no hablaba. No quería hacerlo. El lugar era desagradable de por sí, así que no entendía la necesidad de empeorarlo con tristes palabras. No le reprochaba al Elfo su comentario. Se reprochaba el corazón por querer buscar luz cuando hay oscuridad solamente a mano.
— Vamos — Ordenó — debemos salir pronto de aquí.
Continuaron avanzando de prisa, con Elaran abriendo la marcha. Encontraron otro gran portón. A lo lejos, pero no tanto, escucharon los pasos de sus perseguidores.
— ¡Rápido!  — urgió Luzzen.
Atravesaron la puerta y la cerraron detrás de ellos. Los tres buscaron pesadas maderas y objetos de metal para obstruirla y así ganar más tiempo.
Se dieron vuelta y vieron que el lugar era otro patio inmenso. Por un instante, Luzzen pensó que habían estado corriendo en círculos. Pero una inmensa abertura en el centro del patio, le aseguró que ese era otro lugar, quizá al otro lado de la montaña o en el medio de ésta, no lo sabían.
— Hay que seguir — Dijo Elaran desenvainando Dagmor — aquí está sucediendo algo más de lo que presuponíamos. Debemos conseguir la mayor información posible y comunicarla a nuestros aliados.
— Así es — concordó Gleowyn, agitada por la corrida y el hechizo — mi corazón me dice que más sorpresas desagradables nos esperan en este infernal lugar.


Dieron un paso en dirección a una escalera conectada hacia una plataforma que llevaba a un segundo piso. Más allá se divisaba una puerta de madera del mismo diseño que las anteriores; de madera, cubierta de encajes de hierro y el símbolo que llevara la patrulla de Orcos grabado en el centro.
Pero no avanzaron mucho más. No pudieron siquiera alejarse dos metros de donde estaban.
La tierra tembló, haciendo que la nieve sucia cayera de los bordes de las paredes. Todos los objetos que utilizaran para hacer una barricada, temblaron como si algo gigante les pateara para sacaras de su lugar.
—  Esto no me gusta nada — dijo Elaran.

Desde el interior de la abertura en medio del patio, brotó un rugido de bestia recién despertándose.

viernes, 21 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 3 El camino hacia Carn Dum

De un momento a otro, y sin que se hubiera dado cuenta, la cueva en la que había estado refugiándose del frío exterior se hizo pequeña. No… no era la cueva. Era él. Algo había sucedido, su tamaño era mucho más grande; sus garras habían crecido, su cola había crecido, sus dos cuernos oscuros en su cabeza habían crecido y chocaban contra las rocas del techo de la caverna. No solo él había crecido: su hambre era incontrolable. Era como si nunca hubiera engullido bocado alguno. Era como si no hubiera cazado nunca a esos seres deliciosos que le llenaron el hocico de ese sabor fresco. Su panza estaba vacía, lo sabía porque le dolía.
<< Eres hermoso >> oyó dentro de su cabeza << Eres justo como Mi Señor lo predijo >> Alzó la nariz y olfateó el aire que se hacía denso dentro de la caverna. Alcanzó a olfatear los restos de los cuerpos que había cazado, alcanzó a olfatear el aire frío afuera de la caverna, pero no olió a quien se había metido en su cabeza.
<<Mi Señor estará muy complacido, El Sssseñor lo vió>> volvió a oír.
―Te oigo, pero no te veo. Ni siquiera puedo olfatearte. Sal para que te vea, quien sea que seas―dijo con una voz que sin duda había crecido junto con él ― Quiero verte. ―Ni me podrásss olfatear, uruloki― dijo una figura brillante que dio un paso hacia adelante. Su voz era fría, mucho más que el ambiente fuera de la caverna. Parecía un hombre, como los que habían matado a Smaug, viejo, su piel parecía demasiado envejecida, blanca como la nieve que caía afuera. No tenía ojos como los enanos. El sitio donde debían estar era un abismo oscuro. Sus brazos estaban envueltos en un manto claro. No parecía tener piernas, en cambio, un aura lo rodeaba y parecía parado siempre sobre ella. Su cabeza portaba una corona de un viejo metal sombrío. El dragón alcanzó a observar una antigua espada enfundada, y recordó el dolor que le causaba el filo de esas armas cuando los enanos le atacaban con ellas.
―Eras diminuto, erasss una ofensa a los grandes uruloki que vivieron aquiii, bestia― le dijo observándolo con sus abismos oscuros en la cara ―Pero Mi Sssseñor me encomendó engrandecerte, dragón. Serássss útil en <su> plan.
―Los dragones no servimos a nadie, ni somos parte de planes de ningún señor―le respondió Uruloth, abalanzándose encima del enigmático ser brillante abriendo sus fauces para engullirlo y satisfacer su hambre. Antes de que lograra tragarlo, el ser desenfundó su espada y en un solo movimiento golpeó al dragón con ella en el hocico, haciendo que se enterrara entre la unión de dos de sus escamas. ¡El dolor era insoportable! Uruloth trató de moverse, pero la espada estaba bien clavada, y como se movía, más dolor le propiciaba. Sangraba, como pocas veces lo había visto sangrar su caverna. Nunca, ningún enano o lobo lo había lastimado como esa vieja espada. Uruloth no alcanzaba a avistar sus ojos, pero sintió la mirada penetrante de su atacante. En ese momento, el ser emitió un chillido agudo, que no solo lastimó los delicados tímpanos del reptil, sino que le heló los huesos y la sangre. ¡Uruloth rugía al unísino, mucho más grave! (su rugido también había crecido como el hambre y como él) ¡Sufría, tenía miedo! El ser apoyó su pierna espectral en el hocico del dragón y sacó su espada de un solo movimiento. Cuando Uruloth lo volvió a observar, había cambiado. En lugar del ser claro había una sombra oscura. Ya no veía la corona en su cabeza, ni los abismos en sus ojos, sino solo una figura negra que sentía seguía observándolo fijamente y sin compasión.

<<Mi Sssseñor no acepta negativas, mucho menos de un animal como tú, bestia. Eres solamente una sssssombra de quienes fueron tus antepasadosssss…>> volvió a oír estruendoso en su cabeza. << Ssssservirás, y en recompenssssa, Mi Sssssseñor satisfacerá tu hambre…>> A pesar de su enorme tamaño, el dragón se sentía más pequeño que nunca. Se refugió en las sombras más oscuras del fondo de la cueva, se protegió con sus alas y su cola, y utilizó sus patas para cubrir su reciente herida en la cara. Miraba fijamente a la entrada de la cueva, donde la figura seguía parada, todavía observándolo, consumiendo hasta el último hilo de luz que se colaba desde la superficie, y cuando la adrenalina bajó al fin, su cabeza cayó y sus ojos se cerraron por un momento. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Una sombra, mucho más alta que la que lo había atacado, estaba frente a él. No veía nada más que su silueta. Había neblina rodeándolos. La sombra dio un paso al frente y el dragón, todavía adolorido, dudó. << Urulothhhhh, la Tormenta Ardiente, esss un nombre perfecto para ti. >> oyó decir dentro de su cabeza. << Urulothhhh, la Tormenta Ardiente vendrá dessssde el norte olvidado por los elfos y enanossssssss >> Caminó hacia él nuevamente dando pasos seguros. << yo te curaré… ssssserás sanado y serássss alimentado con esas carnesss que te gustaron… tu irás por ellossss, encontrarásssss gente hermossssa, elfossss, gente que ayudó a asssssesinar a Sssssmaug… ve a mi ciudad… ssssera tu hogar ahora>> La sombra alzó su mano y Uruloth alcanzó a ver un veloz ojo parpadeante, un ojo que lo veía todo. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Al abrir los ojos, la noche fría se colaba por la entrada de la caverna, la figura que lo había atacado, o la de su sueño, no estaban. Creyó que todo había sido un sueño malo, pero notó que la sangre había dejado de brotar de la herida. De hecho, ésta estaba cicatrizada, con fuego, pero no había sentido nada. En las rocas de las paredes alcanzó a ver pintadas con negro (o quizás rojo), símbolos que no entendía: formas y letras, y un ojo, como el de su sueño. Sintió frío en sus escamas. Sintió el dolor del hambre en su estómago. Sintió atracción y curiosidad por ese sueño. Sintió –algo- hacia El Ojo. Sintió que si ayudaba a la sombra que lo había sanado, su hambre se saciaría. Acomodó su cuerpo y emprendió el viaje silencioso hacia la antigua fortaleza de hielo.

viernes, 14 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 2 El camino hacia Carn Dum

(1)
Ninguno de los tres podía creer a quien tenían enfrente.
— Bienvenidos a Rivendell — Anunció Elrond — la hospitalidad de mi casa es la suya mientras necesiten descansar aquí luego de tan larga travesía.
Gleowyn aún extasiada por la belleza del lugar, no podía articular palabra. Luzzen miraba a Elrond, tratando de comprender como era posible que se encontrara ante la presencia de semejante hermano de su raza.
Elaran se acercó al señor de Rivendell y luego de hacer una reverencia habló.
— Hemos recorrido mucho camino hasta aquí — empezó — el cual nos hizo encontrar con Glorfindel, gran guerrero entre los elfos si los habrá. Pero quisiera saber primero ¿Mi capitán Aragorn, dónde se encuentra?
— Aragorn ha partido como miembro de una comunidad que lleva una… gran carga — Elrond se aclaró la garganta — pero no piensen en eso. Esa misión no les corresponde, pues ya ha sido asignada a un grupo de afortunados. Por favor, pasen y descansen, mucho debemos hablar.
Los tres fueron conducidos a una sala que parecía de reuniones. Al sentarse en uno de los bancos, Luzzen creyó reconocer el lugar y miró a Lord Elrond.
— Sabes de este lugar, por lo que veo — Dijo Elrond.
— ¿Conocerlo? — preguntó Elaran, y junto con Gleowyn fijaron su mirada en el Elfo.
— Sino me equivoco — dijo aclarándose la garganta — aquí es dónde se celebró el concilio blanco.
— Así es — Elrond se sentó frente a Elaran — parece que ciertas historias llegan lejos.
— En Lothlorien es conocida la historia del ataque de los más grandes de la época a la fortaleza de Dol Goldur — dijo Luzzen — Sauron fue descubierto y expulsado.
— Si — una sombra envolvió el rostro de Elrond — Pero el enemigo ha regresado y según tengo entendido, oscuras noticias tienen sobre los movimientos de nuestros adversarios en el norte.
— Demasiado oscuras — dijo Elaran — Gleowyn y yo nos hemos topado con un ser de fuego de la era antigua. Un pariente lejano del extinto Smaug.
— Ya veo — Elrond miró hacia la escalera — al parecer el Brezal Marchito no estaba tan marchito como se creía.
En ese instante, un suave resplandor blanco bañó la sala en la que se encontraban. La tranquilidad invadió sus corazones y Luzzen se irguió para luego arrodillarse. Elaran estaba por preguntar qué pasaba, cuando en ese instante, ingresó a la sala la Dama Galadriel.

(2)
Ya el amanecer estaba por nacer y la reunión llegaba a su punto de final. Luego de las presentaciones, los tres viajeros contaron sus desventuras desde el principio mismo. Nadie se sorprendió de que Gandalf eligiera a Elaran para esta empresa. Siempre el mago se caracterizó por elecciones extrañas.
— No cabe duda que esta amenaza coloca en grave peligro a todo el norte de la tierra media — destacó Elrond.
— sino estoy errado — Elaran colocó su mano sobre la masa para dar énfasis a lo que decía — Sauron atacará por tres frentes. Desde Isengard hacia Rohan, desde Mordor hacia Minas Tirith en Gondor y desde algún lugar del norte que no hemos podido precisar.
— Este mal que se cierne sobre nosotros puede que sea peor que mil ejércitos marchando — dijo Gleowyn.
— Bien dices, Gleowyn — concordó Elaran — por la situación que tenemos y lo que hemos pasado, solo hay dos puntos posible para un ataque en el norte. Desde Carn Dum o el Monte Gundabad.
— En pocos días tendremos noticias sobre aquello que mencionas — anunció Elrond mientras se ponía de pie — mientras hablamos, Glorfindel cabalga hacia el encuentro con Gwahir, señor de las águilas.  Puede que nuestro enemigo esté más cerca de lo que creemos.
— El enemigo siempre está cerca — dijo Galadriel paseándose por la sala.
El silencio invadió la sala.
— Nosotros estaremos dispuestos a hacer lo que sea por el bien de la tierra media — dijo Luzzen. Y los tres aventureros se miraron justo en ese momento, sin ser necesaria palabra alguna, tenían en claro que los tres estaban atados a este destino, a esta misión.
— Nueve compañeros han partido hacia la misión que les fue asignada, el destino de todos ya no se encuentra en nuestras manos.. — dijo firmemente la Dama de la luz con su mirada brillante e intensa, — Pero ustedes ya forman parte de todo esto, y la tierra media necesita de su ayuda, puedo ver la oscuridad crecer, no deben permitirlo— los tres quedaron muy pensativos, con miedo y con dudas, con presión e impotencia. — En cuanto sea posible partiremos hacia el norte— afirmó el montaraz mientras que Gleowyn estaba encantada de la grandiosa presencia de la Dama Galadriel.

(3)
Llegando el anochecer, una celebración de los elfos por la partida de la comunidad del anillo despertó a Luzzen, que intentaba descansar unas horas antes de iniciar viaje, y aunque Elaran y Gleowyn estaban recostados en sus respectivas camas, ninguno de los dos dormía. El elfo se levantó y miro a sus dos compañeros.
— ¿Creen que será un viaje de ida y vuelta? — sorprendió a los otros dos con tal repentina pregunta, — No puedo dejar de pensar en las palabras de la Dama, y jamás tuve tal responsabilidad por cargar, temo no ser capaz de enfrentar lo que se avecine— terminó el elfo con una mueca triste y preocupante. La hechicera se levantó y fue hacia el elfo.
— He vivido incontables aventuras, muchas de las cuales no me alegra contar, y desearía poder olvidar — la mujer se torno melancólica por un momento — Pero. ¿Sabes cuál es la diferencia en ésta aventura?, No estoy sola, y ustedes me han demostrado que no han de dejarme caer, pequeño de orejas picudas— una muy pequeña sonrisa salió de Gleowyn al decirlo, mirando a los profundos ojos celestes de Luzzen, poniendo su mano en el hombro del elfo. Elaran desde su cama recostado, lanzo una sonrisa de esperanza sin siquiera darse vuelta.




(4)
Al despertar al día siguiente, fueron por los pasillos del gran palacio elfico, pasando desde las grandes y hermosas estatuas, hasta los mismísimos fragmentos de Narsil. Se encontraron frente a Elrond, quien estaba junto a Galadriel y más atrás se veía a Glorfindel llegar con tres enormes águilas. 

— La hora ha llegado queridos guerreros— habló Elrond — Antes de irse deseo entregarles algo, como muestra de nuestra gran voluntad y deseo de que su camino siempre esté iluminado— apuntó hacia cada uno de ellos, y empezó con el elfo— Luzzen, hijo de Lothlórien, te entrego este arco forjado aquí mismo en Rivendell, que los Eldar iluminen tu camino y tu coraje — luego enfiló hacia la Hechicera — Para ti, Gleowyn, éste mapa, contiene caminos de todo Arda, y mas allá… guárdalo y velo cuando el momento llegue, cuando busques lo que tu corazón siempre está buscando, la luz de la luna guiará tu camino.. — Y finalmente se paró frente al Dúnedain — Finalmente para ti, Elaran, te entrego a Dagmor.. la espada cuyo acero impartió muerte y justicia. Y fielmente sé que sabes bien a quien perteneció— junto con esto les entregó las capas con capuchas para protegerlos de los azotes del tiempo y los peligros del mundo.


Finalmente, los tres se despidieron con mucho agradecimiento, sintiendo una gran carga sobre ellos, y enfilaron hacia las grandes águilas, para por fin iniciar su viaje hacia Carn Dum.

viernes, 7 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 1 El camino hacia Carn Dum

Habían pasado ya dos días desde que abandonaron el bosque negro con intenciones de llegar al paso de Rohan. Había sido un recorrido sin mayor dificultad gracias al agudo sentido de orientación de Elaran.

En un punto del camino, Luzzen se encontró serio, con semblante distraído.
    - ¿Qué ocurre, Luzzen?- preguntó Elaran-, Es claro que algo te perturba.
    - El bosque que dejamos atrás… Estos caballos con el emblema de la casa de Thranduil, todo lo que me recuerde la terrible experiencia. Había escuchado de su reino todo tipo de rumores pero poco se compara a la realidad. Nos trataron como viles prisioneros. Quisiera haber salido de ahí sin decir palabra alguna.

    - Concuerdo contigo - Elaran emparejó su caballo a la altura del de Luzzen para escucharlo mejor-…, ha sido una pesadilla. Mi pueblo aún sufre las malas memorias causadas por las diferencias entre los reinos. Esperemos no haya necesitad de volver a cruzar camino con él o pisar sus tierras.

   - Ví que vendabas tu brazo – dijo Luzzen, dirigiéndose a la mujer -. ¿Te encuentras bien?
Gléowyn había permanecido gran parte del camino en silencio y avanzaba delante de sus compañeros sujetando las riendas del caballo negro que montaba.

    - Estoy bien – respondió secamente -. Finalmente cada rey protege la seguridad de su pueblo como mejor ha aprendido. No es tan fácil juzgar a un monarca que ha vivido más siglos que nosotros.

Elaran resopló.

   - Es fácil sin embargo ver la frialdad y la codicia en cualquier ser, sin importar cuán longevo sea.

Esperó una réplica de ella pero no respondió más.

   - Deberíamos detenernos un momento –dijo Luzzen finalmente-. Los caballos necesitan descansar.
   - Esperemos hasta llegar a un lugar seguro para acampar ésta noche. Aún falta un largo camino –replicó Elaran mirando al cielo, que había comenzado a oscurecer.
   - ¿A caso un montaraz teme a las cabalgatas nocturnas?- dijo el elfo con cierto aire divertido en la mirada.
   - Debemos ser prudentes y sigilosos en nuestro recorrido, Luzzen. Cabalgar de noche nos convierte en un blanco fácil. Yo mismo desconfío del camino sinuoso, a pesar de los años que he dedicado a la montura…

Entonces, un pequeño animal brincó de entre los arbustos que bordeaban el camino que habían elegido seguir, rompiendo por completo la tranquilidad del ambiente. El caballo que Elaran montaba, asustado por la súbita interrupción, reparó y el dúnedain enano voló por los aires aterrizando de sentón en el suelo. En ese momento el caballo lanzó una zancada hacia atrás que hubiera asestado en su rostro si éste no la hubiera esquivado. Luzzen soltó una risa jovial. Gléowyn hizo ademán de desmontar para ayudar al caído pero éste se había puesto de pié a toda prisa e intentaba controlar al caballo antes de que los otros también se estresaran.

Entonces, el semblante del elfo se oscureció.

   - ¿Qué sucede?- preguntó Gléowyn.
   - Alguien se acerca – respondió Luzzen, soltando las riendas para tomar su arco. Elaran subió a su caballo nuevamente y Gléowyn sujetó la empuñadura de su espada. Un momento de silencio. Finalmente, pudieron escuchar los cascos de otro caballo, acercándose a ellos.

   - Sea lo que sea, no viene acompañado – dijo el elfo. Permanecieron en guardia hasta que, entre los árboles de la lejanía una figura apareció sobre un majestuoso corcel blanco. Se trataba de un elfo, de vestiduras claras y cabello dorado. Su presencia era intensa y luminosa, emanando paz y sabiduría. Llegó hasta ellos y pudieron darse cuenta de que, si llevaba arma alguna, no la empuñaba. Tan desconcertados estaban ante ésta presencia que ninguno habló, hasta que el desconocido se presentó.

    - Sin duda son ustedes de quienes me informaron. Mi nombre es Glorfindel. He venido desde Rivendell, a darles un mensaje de lord Elrond.

   - Reconocí tus ropajes, de aquella maravillosa tierra – dijo Elaran -. ¿Qué mensaje tienes para nosotros?

   - Una sombra se ha extendido, no solamente por nuestras amadas tierras y los pueblos libres sino dentro de los corazones, algunos de ellos, de quienes solían ser aliados o amigos entrañables. Ya no podemos saber en quién confiar. Saruman, el gran mago blanco, ha caído en la oscuridad y nos ha traicionado.

Ninguno pudo ocultar su asombro.

   - Se convirtió en un gran aliado para Sauron –continuó Glorfindel-. Nos mintió todo este tiempo y, utilizó la buena voluntad de quienes confiaban en él para abrir caminos para el Señor Oscuro. Lord Elrond está consciente de que se dirigen a Carn Dum, y desea hablarles. Hay mucho que deben saber, ya que se encuentran en tan importante misión. La dama Galadriel se encuentra en camino a Rivendell y ahí desea esperarlos.

Glorfindel los guió por un nuevo camino mientras les hablaba de lo ocurrido en aquellas tierras. Supieron entonces con toda certeza que algo terrible se avecinaba y el consejo de los elfos sería de gran utilidad.





Al anochecer del día siguiente, se encontraban a las puertas de Rivendell. Descendieron de sus caballos y la quietud del lugar los sobrecogió. A lo lejos alguna extraña pero hermosa música les alcanzaba los oídos, y al momento incluso el cansancio y la angustia parecieron desaparecer. Gléowyn caminó hacia un costado del sendero y desde ahí, pudo ver con claridad y no pudo ocultar la forma en que sus ojos se iluminaron con la belleza del lugar. 



viernes, 31 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 2 Pt: 4 El Fuego de Antiguos Días





             -Un elfo, de los bosques azules de Lórien. He estado ahí… - La voz de Thranduil, rey del Bosque Negro, inundó el recinto y resonó de forma desagradable en los oídos de Luzzen -. La luz es blanca, y su engañosa pureza acaricia las mentes frágiles, permitiendo que las voces que se ocultan hablen dentro de uno mismo. Deslumbrante y eterno. Dime, ¿Cuál es tu nombre?

             - Mi nombre es Luzzen – dijo, más a manera de reto que de respuesta. Expectante y desafiante, conteniendo cada músculo para no iniciar una revuelta. No confiaba en el rey, no había nada en él que le inspirase siquiera respeto pero debía ser prudente si quería salir con vida y liberar a Gléowyn y Elaran. Cuando lo sacaron de la celda, había podido ver en sus rostros una espesa sombra de preocupación e impotencia, y ahora se preguntaba si ellos seencontraban bien.

            - ¿Estás escuchando mis palabras? – cuestionó el rey mirándolo a los ojos. Luzzen había dejado de prestar atención por instantes – Los soldados hablan de una inusual batalla en mis dominios. Aquello me indica que probablemente los orcos los seguían, y tal cosa no ocurriría sin una buena razón. Espero que tengas una satisfactoria explicación para ofrecerme.

           -Los orcos nos atacaron de la nada, y nos defendimos. No tengo nada más que explicar- el joven elfo no tenía intención alguna de revelar su tarea antes de hablar con la dama Galadriel.

          -Lo dudo… - respondió el rey con tranquilidad abrumadora.

Un guardia dio un paso para avanzar hacia Luzzen, quizás en un intento de forzarlo a hablar, pero Thranduil levantó la mano indicándole esperar.

         - Contrario a lo que imaginas, tu coraje no es admirable. No hay nobleza en tu silencio sino necedad. Estoy dándote la oportunidad de explicar lo que ha ocurrido, considerando tu procedencia y mi personal simpatía por tu tierra natal. Pero si tu ímpetu supera tu prudencia, me veré obligado a hacerte hablar. De la manera que sea.

        - Nuestros motivos no son de su incumbencia.

        -¡Más respeto, extraño!- irrumpió el mismo guardia, al parecer de los más fieles y comprometidos con su tarea- No olvides que estás en presencia del rey.

Luzzen volvió su mirada por breves instantes sin sentirse intimidado ante aquel elfo, que no lo superaba en estatura y sin duda, tampoco en capacidades.

       - Nuestros motivos no son de su incumbencia, “Mi Señor” – respondió, y aquello último con cierto aire de desprecio que casi le hacen arrepentirse al momento de pronunciarlo.

Un golpe seco aterrizó en su espalda,forzándolo a caer al suelo. Al voltear para encarar a su agresor, se encontró con la espada del guardia apuntando hacia su garganta. Apretó la mandíbula. El rey, sin inmutarse y con una sombra que sugería una opaca sonrisa, caminó alrededor del caído.

      - Tal vez tus compañeros tengan mejor disposición para responderme.

El guardia dirigió una última mirada amenazante a Luzzen que fue devuelta sin reparo.


En la celda, Gléowyn y Elaran aún hablaban con un Hithral sorprendido de verlos encerrados, cuando fueron interrumpidos por el guardia enviado por el rey.

        -¡Hithral! ¿Qué haces aquí, con los prisioneros? Hazte a un lado, el rey ha solicitado verlos.

        - Iré con ellos.

        - El rey no te ha enviado llamar, Hithral.

        - ¡Ellos salvaron mi vida, Valdor! El rey debe escucharme.

El guardia los observó por un instante y abrió la reja.

Al llegar al gran salón, Luzzen continuaba en el suelo. Elaran y Gléowyn se apresuraron a ayudarlo.

        -No he solicitado tu presencia, Hithral – exclamó Thranduil.

        - Mi señor – el elfo hizo una reverencia -, le pido me perdone por presentarme así pero siento mi deber interceder por los prisioneros. Ellos son aquellos de quienes les hablé. Ella – dijo, señalando a Gléowyn - es hechicera, y logró salvarme de la herida que casi consume mi vida.

        -Sin embargo la herida sigue ahí- respondió Thranduil, sin dejo de asombro en su rostro- ¿Como explicas eso, mujer?

        - No soy capaz de curar con magia, mi señor- respondió, con la mirada baja y voz pausada-. Hasta ahora mis dones solo han sido destinados a las artes de la guerra y el combate. Lo que ocurrió esa noche escapa de mi comprensión.

En ese instante, tres guardias ingresaron y desparramaron sobre el piso las pertenencias de los tres. Al ver chocar sus espadas en el piso, Elaran hizo ademán de querer rescatarlas.

        — ¿Qué sucede? — preguntó el Rey — ¿Hay algo preciado aquí para ti?

El Montaraz guardo silencio y pronuncio dos nombres que nadie alcanzó a distinguirlo. Hitrhal insistió en su versión de los hechos pero Trhanduill tenía la mirada puesta en un objeto brillante, caído de entre las pertenencias de Luzzen.

        — Necesito que todos se retiren — ordenó — Quiero hablar a solas con ellos y Hithral. Los guardias dudaron un instante y provocó el enojo del Rey. — ¡Ahora! — Bramó y los guardias salieron a paso presuroso. Thranduil tomó una pequeña gema del suelo y la levantó ante la vista de todos. — Luego de la batalla que tuvo lugar en Erebor — comenzó — Galadriel guardó una gema de mi pertenencia. No pude negársela a la dama más poderosa de entre los elfos. Con ella me avisaría que existen sospechas de que el enemigo ha regresado. Y que el portador de esa gema sería un enviado de ella, para solicitar asistencia o información. Una gema pura de luz que sin embargo, ningún orco podría hacer brillar — caminó hasta Luzzen y le colocó la gema en su mano derecha — Esta es la gema de luz, Luzzen. El único amenaza nuestras tierras una vez más como hace sesenta años y tú eres ese emisario.

La confusión se pintó en el rostro de los tres aventureros. ¿Cómo era posible que todo cambiara de un instante al otro por la sola presencia de una gema? Una, que ni Luzzen sabía que llevaba.

        — ¿Cómo podremos confiar en ti, señor? — preguntó Elaran — nos arrojas a tus calabozos, nos tratas como el peor de los orcos y ¿Luego nos dices que nada ha sucedido?

        — Sé que para un montaraz es difícil entender esta situación — afirmó el rey mientras se sentaba de nuevo en su trono — pero dime, Dúnedain ¿Es menos extraño que el hecho de cruzar caminos y aventuras con un Elfo y una hechicera? Elaran no supo que contestar. Semejante respuesta se encontraba lejos de su mente y su inteligencia. Esas eran cosas para sabios y magos. — Les preguntaré una vez — miró fijo a los tres — y quiero la verdad, solo así podré ayudarles. Si mienten una vez más, me veré obligado a encerrar al hombre y a la mujer nuevamente y a expulsar a Luzzen a sus tierras.

        — Por favor — intercedió Hitrhal — digan lo que he visto y sufrido. Digan lo que ustedes han enfrentado. ¡Fuego y muerte!

El silencio invadió el recinto. Elaran miró a Luzzen que no lo miraba y luego volvió la mirada a Gleowyn. Ella asintió y sus miradas comprendieron más allá de ese recinto. Entendieron que era hora de arriesgarse a confiar.

        — Hemos enfrentado a un mal que creíamos extinto — empezó Elaran — uno que casi se lleva la vida de tu súbdito elfo y la nuestra también.

        — Encontramos en el Brezal Marchito — continuó Gleowyn mirando al rey a los ojos — a un Dragón — Si Thranduil se preocupó, no lo demostró —. Ésta criatura se encontraba junto a un sirviente del señor oscuro y su tamaño creció hasta escapar de nosotros o nosotros de ella.

El Rey pensó unos instantes y luego miró a Luzzen.

        — ¿Es verdad? — le preguntó para sorpresa de los demás

        — Cada palabra, señor — miró a sus compañeros — solo olvidaron el detalle de que el sirviente del señor oscuro, recitaba un encantamiento en una lengua antigua que no conocemos. Una lengua cargada de oscuridad y odio.

        — Muy bien — El Rey se levantó una vez más de su trono y se dirigió a ellos — me dirán lo que necesitan y se los proporcionaré. Como un único favor a unos extraños venidos de afuera de este reino.




Al amanecer del siguiente día, los tres se encontraban de nuevo con sus pertenencias, de pie en la entrada del reino y a la espera de caballos pedidos especialmente por Thranduil, cuando un inesperado mensajero llegó a instarles un cambio de ruta.

        — Un pequeño amigo ha traído un mensaje de Radagast — dijo Thranduil — al parecer los insta a encontrarlo para hablar de un mal al otro lado del norte que sabe a ustedes les importará mucho.

Luego de intercambiar saludos y agradecer a Hithral por su ayuda, el trío partió hacia el punto de encuentro con el mago, en los lindes del bosque negro. Allí lo encontraron, rodeado de pájaros y otros animales indefensos que buscanaban en la presencia de Radagast alguien a quien los cuide.

        — ¡Oh! — exclamó al verlos — veo que han llegado. Luego de intercambiar saludos y presentaciones, Elaran habló.

        — ¿Qué necesitabas de nosotros, gran mago — dijo — poco se de ti y no logro adivinar que es lo que quieres de nosotros.

        — Solo un mensaje que un ave y un amigo me trajeron — anunció misteriosamente y bajando la voz. Nadie debía enterarse — ese mal que han despertado se dice que regresa a donde el rey oscuro ha morado — miró en todas direcciones tratando de cerciorarse que nadie lo escuchara — pero aún más.

        — ¿Qué más puede haber en el norte que no sepamos? — intercedió Gléowyn y Elaran le hizo seña para que guardara silencio.

        — Una gran joya de la antigüedad es posible que fuera encontrada — comenzó de nuevo — una joya tan bella que harían ver a los cabellos de la mismísima Galadriel marchitos — al escuchar el comentario, Luzzen sintió un vacío en el estómago — sé que no saben de que hablo. Pero les diré que se habla de que, aparte del anillo único, el enemigo ha encontrado y guardado en Carn Dum un Silmaril de la era antigua.


viernes, 24 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 2 Pt: 3 El Fuego de Antiguos Días

Fueron arrojados a la celda con brusquedad.

                     -No han querido revelar sus propósitos, así que aquí permanecerán hasta que sus lenguas se aflojen - espetó el guardia más alto, de cabello castaño y ceño fruncido. Cerró la prisión con una pesada llave y abandonó el lugar junto a los otros.
Al verse solos, Luzzen caminó hasta la reja y examinó la cerradura como si una parte de él pensara que era posible escapar.
                     - No podemos salir – dijo Elaran mirando hacia afuera -. Y aunque lográsemos abrir la celda, los corredores están cubiertos de guardias. Mucho se habla sobre el recelo de Thranduil con los prisioneros. Somos moscas en su telaraña.

Los Elfos del bosque negro los habían llevado presos al haberse negado a dar información sobre la misón que cargaban en sus hombros. Habían sido tratados con violencia y despojados de sus armas.

                   - Debemos salir de aquí. No podemos quedarnos, no hay tiempo… Debe haber una manera…- Luzzen, como era su naturaleza, confiaba en sus habilidades y en la de sus compañeros. Los miró, esperanzado en que alguno apoyara su entusiasmo.
                   - Causaríamos más daño con tal acción, elfo – dijo Gléowyn, que sostenía su muñeca enrojecida por la brutalidad de los guardias -, si queremos salir de aquí debemos ser prudentes. Quizás el rey sea razonable…
                   - ¿Razonable? Ciertamente no has escuchado hablar de él, Gléowyn – la interrumpió Elaran -. Sólo sabe que tres extraños atrajeron una bandada de orcos a su territorio. Sus acciones sobre nosotros serán basadas en eso. Ahora, lo único que podemos hacer es esperar.

Permanecieron en un profundo silencio.

La puerta se abrió de un sonoro golpe y tres guardias entraron, tomando a Luzzen con brusquedad por los brazos.
— ¿Qué hacen?- exclamó Elaran, pero los guardias elfos guardaron silencio pese a los gritos del montaraz. Gléowyn apretó los puños ahogando un gemido de impotencia. Luzzen, serio, les dirigió una mirada mientras lo sacaban de la celda. Al igual que los otros dos, al fin comprendió que no era prudente desatar una batalla bajo tales circunstancias.

Gléowyn y Elaran permanecieron callados hasta que los pasos de Luzzen y los guardias dejaron de escucharse, dejando una atmósfera de tensión tras de sí.

                  -Al parecer, no llegaremos a ver ni a la Dama ni a las puertas de tu querido Erebor.

La mujer pronunció tales palabras con cierto aire de desprecio que hizo que el pecho de Elaran ardiera por un momento con el coraje que le habían enseñado sus amadas tierras.

                  -Erebor es el lugar donde nacen y viven las mejores cosas que alguna vez tus ojos puedan ver y tu corazón admirar, hechicera. Si estuvieras allí, nunca querrías volverte,
pues nada queda de la Desolación de Smaug el Terrible. Ha crecido como la hierba de las ruinas, como las flores a la vera del río. ¿Qué dices tú, Hechicera? - Desafió Elaran - ¿Hay algo que movilice tu corazón para que busque respuestas en el horizonte?

                  -En mi corazón no hay nada que tengas que saber, Elaran.
La mujer recargó la espalda contra las rejas. No quería verlo a los ojos, ni pensar en lo que había escuchado. A lo lejos, podía oírse un eco atormentado que podría venir de algún lugar del calabozo. Tal vez un prisionero siendo interrogado, o tal vez solamente sonaba dentro de su propia cabeza. Suspiró, y sus piernas se aflojaron. Fue como si el cansancio por fin la hubiera alcanzado, y despacio resbaló hasta quedar sentada en el piso.
                 -Dichoso tú por tener por hogar un sitio de tal encanto- habló por fin sin hacer esfuerzo en levantar demasiado la voz; sabía que el dúnedain la escuchaba- He recorrido muchas tierras, pero ninguna es cálida ni tranquila. Pienso que, la belleza no está en los lugares sino en la parte del alma que uno deja en ellos. Por eso, no me había interesado la Tierra Media, ni los pueblos libres. Aquí no hay nada para mí.

                - Erebor es el presagio de que nuestras tierras tienen para ofrecer algo a cualquiera que quiera defenderlas - dijo el Dúnedain - Es mi hogar, como lo son los caminos con los montaraces luego de que me rescataran ambos, enanos y hombres.
El montaráz suspiró y apoyó su mentón en los barrotes. - Seré dichoso - agregó - pero del señor oscuro no se salva nada, su ira se esparce como una inundación. ¡Por las barbas de Durin, Gleowyn! Esta es tu tierra también ¿Por qué crees que el mago me envió a ti? Aunque no lo quieras admitir un gran destino nos espera.

                -Mi destino, si es que tengo alguno, me lleva lejos de estas tierras. Lejos de Erebor, de cualquier sitio que mis ojos hayan visto hasta hoy, y es lo que persigo. Si algún papel debo jugar en ésta misión…, es porque alguien decidió que así fuera. Créeme… No es la primera vez que alguien usa mis dones para beneficio propio…

Guardó silencio. Había dicho más de lo que deseaba. Giró el rostro incómoda hacia la pared de piedra. Al escuchar el silencio, Elaran entendió tarde que no podría llegar al interior de Gleowyn. Su inesperada compañera mantendría el misterio.
           - Un sabio diría que antes del final comprenderías algo importante - dijo Elaran - pero no fui educado por uno ni soy tal. Así que solo esperaré que no nos dejes en busca de tus respuestas lejanas. La tierra media te necesita Gleowyn.


Al terminar de hablar, Elaran caminó hasta el fondo de la celda y se sentó. Su mente se fue hacia Luzzen y deseó que estuviese bien. Muy bien conocía las historias sobre la severidad del Rey del Reino del Bosque.
Un eco los sacó de sus pensamientos. Ambos se pusieron de pié, ¿Algo habría ocurrido durante el interrogatorio de Luzzen?
El sonido de pasos asomó su presencia. Cuando la imagen, alta y herida, apareció frente a ellos, reconocieron a Hithral, el elfo que habían rescatado antes de llegar a las tierras de Uruloth. Intrigado por el encarcelamiento de sus rescatistas, solo pudo articular:
                  — ¡Ustedes! ¿Qué están haciendo aquí?