viernes, 31 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 2 Pt: 4 El Fuego de Antiguos Días





             -Un elfo, de los bosques azules de Lórien. He estado ahí… - La voz de Thranduil, rey del Bosque Negro, inundó el recinto y resonó de forma desagradable en los oídos de Luzzen -. La luz es blanca, y su engañosa pureza acaricia las mentes frágiles, permitiendo que las voces que se ocultan hablen dentro de uno mismo. Deslumbrante y eterno. Dime, ¿Cuál es tu nombre?

             - Mi nombre es Luzzen – dijo, más a manera de reto que de respuesta. Expectante y desafiante, conteniendo cada músculo para no iniciar una revuelta. No confiaba en el rey, no había nada en él que le inspirase siquiera respeto pero debía ser prudente si quería salir con vida y liberar a Gléowyn y Elaran. Cuando lo sacaron de la celda, había podido ver en sus rostros una espesa sombra de preocupación e impotencia, y ahora se preguntaba si ellos seencontraban bien.

            - ¿Estás escuchando mis palabras? – cuestionó el rey mirándolo a los ojos. Luzzen había dejado de prestar atención por instantes – Los soldados hablan de una inusual batalla en mis dominios. Aquello me indica que probablemente los orcos los seguían, y tal cosa no ocurriría sin una buena razón. Espero que tengas una satisfactoria explicación para ofrecerme.

           -Los orcos nos atacaron de la nada, y nos defendimos. No tengo nada más que explicar- el joven elfo no tenía intención alguna de revelar su tarea antes de hablar con la dama Galadriel.

          -Lo dudo… - respondió el rey con tranquilidad abrumadora.

Un guardia dio un paso para avanzar hacia Luzzen, quizás en un intento de forzarlo a hablar, pero Thranduil levantó la mano indicándole esperar.

         - Contrario a lo que imaginas, tu coraje no es admirable. No hay nobleza en tu silencio sino necedad. Estoy dándote la oportunidad de explicar lo que ha ocurrido, considerando tu procedencia y mi personal simpatía por tu tierra natal. Pero si tu ímpetu supera tu prudencia, me veré obligado a hacerte hablar. De la manera que sea.

        - Nuestros motivos no son de su incumbencia.

        -¡Más respeto, extraño!- irrumpió el mismo guardia, al parecer de los más fieles y comprometidos con su tarea- No olvides que estás en presencia del rey.

Luzzen volvió su mirada por breves instantes sin sentirse intimidado ante aquel elfo, que no lo superaba en estatura y sin duda, tampoco en capacidades.

       - Nuestros motivos no son de su incumbencia, “Mi Señor” – respondió, y aquello último con cierto aire de desprecio que casi le hacen arrepentirse al momento de pronunciarlo.

Un golpe seco aterrizó en su espalda,forzándolo a caer al suelo. Al voltear para encarar a su agresor, se encontró con la espada del guardia apuntando hacia su garganta. Apretó la mandíbula. El rey, sin inmutarse y con una sombra que sugería una opaca sonrisa, caminó alrededor del caído.

      - Tal vez tus compañeros tengan mejor disposición para responderme.

El guardia dirigió una última mirada amenazante a Luzzen que fue devuelta sin reparo.


En la celda, Gléowyn y Elaran aún hablaban con un Hithral sorprendido de verlos encerrados, cuando fueron interrumpidos por el guardia enviado por el rey.

        -¡Hithral! ¿Qué haces aquí, con los prisioneros? Hazte a un lado, el rey ha solicitado verlos.

        - Iré con ellos.

        - El rey no te ha enviado llamar, Hithral.

        - ¡Ellos salvaron mi vida, Valdor! El rey debe escucharme.

El guardia los observó por un instante y abrió la reja.

Al llegar al gran salón, Luzzen continuaba en el suelo. Elaran y Gléowyn se apresuraron a ayudarlo.

        -No he solicitado tu presencia, Hithral – exclamó Thranduil.

        - Mi señor – el elfo hizo una reverencia -, le pido me perdone por presentarme así pero siento mi deber interceder por los prisioneros. Ellos son aquellos de quienes les hablé. Ella – dijo, señalando a Gléowyn - es hechicera, y logró salvarme de la herida que casi consume mi vida.

        -Sin embargo la herida sigue ahí- respondió Thranduil, sin dejo de asombro en su rostro- ¿Como explicas eso, mujer?

        - No soy capaz de curar con magia, mi señor- respondió, con la mirada baja y voz pausada-. Hasta ahora mis dones solo han sido destinados a las artes de la guerra y el combate. Lo que ocurrió esa noche escapa de mi comprensión.

En ese instante, tres guardias ingresaron y desparramaron sobre el piso las pertenencias de los tres. Al ver chocar sus espadas en el piso, Elaran hizo ademán de querer rescatarlas.

        — ¿Qué sucede? — preguntó el Rey — ¿Hay algo preciado aquí para ti?

El Montaraz guardo silencio y pronuncio dos nombres que nadie alcanzó a distinguirlo. Hitrhal insistió en su versión de los hechos pero Trhanduill tenía la mirada puesta en un objeto brillante, caído de entre las pertenencias de Luzzen.

        — Necesito que todos se retiren — ordenó — Quiero hablar a solas con ellos y Hithral. Los guardias dudaron un instante y provocó el enojo del Rey. — ¡Ahora! — Bramó y los guardias salieron a paso presuroso. Thranduil tomó una pequeña gema del suelo y la levantó ante la vista de todos. — Luego de la batalla que tuvo lugar en Erebor — comenzó — Galadriel guardó una gema de mi pertenencia. No pude negársela a la dama más poderosa de entre los elfos. Con ella me avisaría que existen sospechas de que el enemigo ha regresado. Y que el portador de esa gema sería un enviado de ella, para solicitar asistencia o información. Una gema pura de luz que sin embargo, ningún orco podría hacer brillar — caminó hasta Luzzen y le colocó la gema en su mano derecha — Esta es la gema de luz, Luzzen. El único amenaza nuestras tierras una vez más como hace sesenta años y tú eres ese emisario.

La confusión se pintó en el rostro de los tres aventureros. ¿Cómo era posible que todo cambiara de un instante al otro por la sola presencia de una gema? Una, que ni Luzzen sabía que llevaba.

        — ¿Cómo podremos confiar en ti, señor? — preguntó Elaran — nos arrojas a tus calabozos, nos tratas como el peor de los orcos y ¿Luego nos dices que nada ha sucedido?

        — Sé que para un montaraz es difícil entender esta situación — afirmó el rey mientras se sentaba de nuevo en su trono — pero dime, Dúnedain ¿Es menos extraño que el hecho de cruzar caminos y aventuras con un Elfo y una hechicera? Elaran no supo que contestar. Semejante respuesta se encontraba lejos de su mente y su inteligencia. Esas eran cosas para sabios y magos. — Les preguntaré una vez — miró fijo a los tres — y quiero la verdad, solo así podré ayudarles. Si mienten una vez más, me veré obligado a encerrar al hombre y a la mujer nuevamente y a expulsar a Luzzen a sus tierras.

        — Por favor — intercedió Hitrhal — digan lo que he visto y sufrido. Digan lo que ustedes han enfrentado. ¡Fuego y muerte!

El silencio invadió el recinto. Elaran miró a Luzzen que no lo miraba y luego volvió la mirada a Gleowyn. Ella asintió y sus miradas comprendieron más allá de ese recinto. Entendieron que era hora de arriesgarse a confiar.

        — Hemos enfrentado a un mal que creíamos extinto — empezó Elaran — uno que casi se lleva la vida de tu súbdito elfo y la nuestra también.

        — Encontramos en el Brezal Marchito — continuó Gleowyn mirando al rey a los ojos — a un Dragón — Si Thranduil se preocupó, no lo demostró —. Ésta criatura se encontraba junto a un sirviente del señor oscuro y su tamaño creció hasta escapar de nosotros o nosotros de ella.

El Rey pensó unos instantes y luego miró a Luzzen.

        — ¿Es verdad? — le preguntó para sorpresa de los demás

        — Cada palabra, señor — miró a sus compañeros — solo olvidaron el detalle de que el sirviente del señor oscuro, recitaba un encantamiento en una lengua antigua que no conocemos. Una lengua cargada de oscuridad y odio.

        — Muy bien — El Rey se levantó una vez más de su trono y se dirigió a ellos — me dirán lo que necesitan y se los proporcionaré. Como un único favor a unos extraños venidos de afuera de este reino.




Al amanecer del siguiente día, los tres se encontraban de nuevo con sus pertenencias, de pie en la entrada del reino y a la espera de caballos pedidos especialmente por Thranduil, cuando un inesperado mensajero llegó a instarles un cambio de ruta.

        — Un pequeño amigo ha traído un mensaje de Radagast — dijo Thranduil — al parecer los insta a encontrarlo para hablar de un mal al otro lado del norte que sabe a ustedes les importará mucho.

Luego de intercambiar saludos y agradecer a Hithral por su ayuda, el trío partió hacia el punto de encuentro con el mago, en los lindes del bosque negro. Allí lo encontraron, rodeado de pájaros y otros animales indefensos que buscanaban en la presencia de Radagast alguien a quien los cuide.

        — ¡Oh! — exclamó al verlos — veo que han llegado. Luego de intercambiar saludos y presentaciones, Elaran habló.

        — ¿Qué necesitabas de nosotros, gran mago — dijo — poco se de ti y no logro adivinar que es lo que quieres de nosotros.

        — Solo un mensaje que un ave y un amigo me trajeron — anunció misteriosamente y bajando la voz. Nadie debía enterarse — ese mal que han despertado se dice que regresa a donde el rey oscuro ha morado — miró en todas direcciones tratando de cerciorarse que nadie lo escuchara — pero aún más.

        — ¿Qué más puede haber en el norte que no sepamos? — intercedió Gléowyn y Elaran le hizo seña para que guardara silencio.

        — Una gran joya de la antigüedad es posible que fuera encontrada — comenzó de nuevo — una joya tan bella que harían ver a los cabellos de la mismísima Galadriel marchitos — al escuchar el comentario, Luzzen sintió un vacío en el estómago — sé que no saben de que hablo. Pero les diré que se habla de que, aparte del anillo único, el enemigo ha encontrado y guardado en Carn Dum un Silmaril de la era antigua.


viernes, 24 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 2 Pt: 3 El Fuego de Antiguos Días

Fueron arrojados a la celda con brusquedad.

                     -No han querido revelar sus propósitos, así que aquí permanecerán hasta que sus lenguas se aflojen - espetó el guardia más alto, de cabello castaño y ceño fruncido. Cerró la prisión con una pesada llave y abandonó el lugar junto a los otros.
Al verse solos, Luzzen caminó hasta la reja y examinó la cerradura como si una parte de él pensara que era posible escapar.
                     - No podemos salir – dijo Elaran mirando hacia afuera -. Y aunque lográsemos abrir la celda, los corredores están cubiertos de guardias. Mucho se habla sobre el recelo de Thranduil con los prisioneros. Somos moscas en su telaraña.

Los Elfos del bosque negro los habían llevado presos al haberse negado a dar información sobre la misón que cargaban en sus hombros. Habían sido tratados con violencia y despojados de sus armas.

                   - Debemos salir de aquí. No podemos quedarnos, no hay tiempo… Debe haber una manera…- Luzzen, como era su naturaleza, confiaba en sus habilidades y en la de sus compañeros. Los miró, esperanzado en que alguno apoyara su entusiasmo.
                   - Causaríamos más daño con tal acción, elfo – dijo Gléowyn, que sostenía su muñeca enrojecida por la brutalidad de los guardias -, si queremos salir de aquí debemos ser prudentes. Quizás el rey sea razonable…
                   - ¿Razonable? Ciertamente no has escuchado hablar de él, Gléowyn – la interrumpió Elaran -. Sólo sabe que tres extraños atrajeron una bandada de orcos a su territorio. Sus acciones sobre nosotros serán basadas en eso. Ahora, lo único que podemos hacer es esperar.

Permanecieron en un profundo silencio.

La puerta se abrió de un sonoro golpe y tres guardias entraron, tomando a Luzzen con brusquedad por los brazos.
— ¿Qué hacen?- exclamó Elaran, pero los guardias elfos guardaron silencio pese a los gritos del montaraz. Gléowyn apretó los puños ahogando un gemido de impotencia. Luzzen, serio, les dirigió una mirada mientras lo sacaban de la celda. Al igual que los otros dos, al fin comprendió que no era prudente desatar una batalla bajo tales circunstancias.

Gléowyn y Elaran permanecieron callados hasta que los pasos de Luzzen y los guardias dejaron de escucharse, dejando una atmósfera de tensión tras de sí.

                  -Al parecer, no llegaremos a ver ni a la Dama ni a las puertas de tu querido Erebor.

La mujer pronunció tales palabras con cierto aire de desprecio que hizo que el pecho de Elaran ardiera por un momento con el coraje que le habían enseñado sus amadas tierras.

                  -Erebor es el lugar donde nacen y viven las mejores cosas que alguna vez tus ojos puedan ver y tu corazón admirar, hechicera. Si estuvieras allí, nunca querrías volverte,
pues nada queda de la Desolación de Smaug el Terrible. Ha crecido como la hierba de las ruinas, como las flores a la vera del río. ¿Qué dices tú, Hechicera? - Desafió Elaran - ¿Hay algo que movilice tu corazón para que busque respuestas en el horizonte?

                  -En mi corazón no hay nada que tengas que saber, Elaran.
La mujer recargó la espalda contra las rejas. No quería verlo a los ojos, ni pensar en lo que había escuchado. A lo lejos, podía oírse un eco atormentado que podría venir de algún lugar del calabozo. Tal vez un prisionero siendo interrogado, o tal vez solamente sonaba dentro de su propia cabeza. Suspiró, y sus piernas se aflojaron. Fue como si el cansancio por fin la hubiera alcanzado, y despacio resbaló hasta quedar sentada en el piso.
                 -Dichoso tú por tener por hogar un sitio de tal encanto- habló por fin sin hacer esfuerzo en levantar demasiado la voz; sabía que el dúnedain la escuchaba- He recorrido muchas tierras, pero ninguna es cálida ni tranquila. Pienso que, la belleza no está en los lugares sino en la parte del alma que uno deja en ellos. Por eso, no me había interesado la Tierra Media, ni los pueblos libres. Aquí no hay nada para mí.

                - Erebor es el presagio de que nuestras tierras tienen para ofrecer algo a cualquiera que quiera defenderlas - dijo el Dúnedain - Es mi hogar, como lo son los caminos con los montaraces luego de que me rescataran ambos, enanos y hombres.
El montaráz suspiró y apoyó su mentón en los barrotes. - Seré dichoso - agregó - pero del señor oscuro no se salva nada, su ira se esparce como una inundación. ¡Por las barbas de Durin, Gleowyn! Esta es tu tierra también ¿Por qué crees que el mago me envió a ti? Aunque no lo quieras admitir un gran destino nos espera.

                -Mi destino, si es que tengo alguno, me lleva lejos de estas tierras. Lejos de Erebor, de cualquier sitio que mis ojos hayan visto hasta hoy, y es lo que persigo. Si algún papel debo jugar en ésta misión…, es porque alguien decidió que así fuera. Créeme… No es la primera vez que alguien usa mis dones para beneficio propio…

Guardó silencio. Había dicho más de lo que deseaba. Giró el rostro incómoda hacia la pared de piedra. Al escuchar el silencio, Elaran entendió tarde que no podría llegar al interior de Gleowyn. Su inesperada compañera mantendría el misterio.
           - Un sabio diría que antes del final comprenderías algo importante - dijo Elaran - pero no fui educado por uno ni soy tal. Así que solo esperaré que no nos dejes en busca de tus respuestas lejanas. La tierra media te necesita Gleowyn.


Al terminar de hablar, Elaran caminó hasta el fondo de la celda y se sentó. Su mente se fue hacia Luzzen y deseó que estuviese bien. Muy bien conocía las historias sobre la severidad del Rey del Reino del Bosque.
Un eco los sacó de sus pensamientos. Ambos se pusieron de pié, ¿Algo habría ocurrido durante el interrogatorio de Luzzen?
El sonido de pasos asomó su presencia. Cuando la imagen, alta y herida, apareció frente a ellos, reconocieron a Hithral, el elfo que habían rescatado antes de llegar a las tierras de Uruloth. Intrigado por el encarcelamiento de sus rescatistas, solo pudo articular:
                  — ¡Ustedes! ¿Qué están haciendo aquí?

viernes, 17 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 2 Pt: 2 El Fuego de Antiguos Días



Se cubrieron para evitar la lluvia de piedras que caían por todas partes. La explosión había dejado un profundo silencio tras de sí. Los tres se miraron. la criatura seguía viva y sin dudas furiosa.
— Es suficiente —  dijo Elaran. Su voz se había vuelto áspera por la angustia — debemos partir. No hay más tiempo que perder. Luzzen –y se dirigió al elfo, que también parecía pensativo-, gracias por tu apoyo. Debes también avisar a los tuyos.
   Pero Luzzen no respondió. Permaneció mirando hacia la dirección en la que la bestia había desaparecido.
— Yo…-respondió al fin con voz queda-, deseo pedirles que me acompañen a Lothlórien, a ver a la dama Galadriel. Su sabiduría iluminará de igual manera su camino.
— No podemos desviarnos — Elaran estaba firme en sus propósitos —  Sería una visita privilegiada pero el camino aún es largo.
— Insisto. Elaran, mi señora podría tener más respuestas que aquellas que podemos suponer.
— No lo dudo, pero el dragón crece y los pueblos libres peligran. Debemos partir a Erebor.
— El camino que más deseo seguir –la mujer pareció volver a la realidad-, es el que más pronto nos lleve a completar ésta misión. además, los enanos deben saber lo que ocurre, mucho saben de dragones.

Para elaran, la pared del tiempo se quebró en pedazos. Las Hojas de los árboles parecieron detenerse. Incluso, veía a Luzzen y a Gléowyn hablar pero no los escuchaba. Otro pensamiento más fuerte que el suyo había invadido su cabeza, sus oídos y sus sentidos, como si no fuera dueño de sí.
— Joven montaraz, ¿cuán lejos tus pasos son capaces de llegar por proteger aquello que amas…?”
   Elaran cubrió sus oídos para escuchar mejor, aunque no hacía falta. La voz, pura como el cristal más claro, envuelta en ecos fantásticos, retumbaba dentro de su mente.
— “Eres la Dama de Lórien…”-pensó, una vez que comprendió lo que ocurría.
— Tiempos oscuros se acercan, Elaran. Escucha con atención las palabras de Luzzen, enviado del corazón de Lothlórien. Deseo que vengan ante mí, pues mucho tengo que hablarles”

El eco se disolvió y en su lugar, otra voz lo llamaba a la vez que unas manos le sacudían el brazo.
— ¡Elaran! ¿Qué ha pasado? — Pero no respondió al gesto intrigado de Gléowyn. Meditó por un segundo.
— La he escuchado…— dijo finalmente.
— ¿A quién? —  preguntó ella con cierta impaciencia.
—  A Galadriel — contestó — Ha hablado dentro de mi mente y me ha hecho ver la importancia de ir ante ella. Tiene un mensaje para nosotros que no debe ser ignorado. Gléowyn, Luzzen tiene razón, debemos ir a Lothlórien por el bien de nuestra misión y toda la tierra media.
—  No quiero prolongar éste viaje más de lo necesario – respondió-, pero he dado mi palabra.
Y por primera vez, desde su encuentro, Luzzen sonrió.
Iniciaron su viaje hacia el bosque de Lothlórien con una pizca de esperanza, pero abrumados por todo lo acontecido en las últimas instancias.
Fueron en una caminata ligera, alrededor del Bosque Negro hacia los lindes de las Montañas Nubladas, el elfo creyó que sería el camino más conveniente, mientras que Gleowyn consideraba que lo más prudente hubiese sido cruzar el Bosque.
Verdes espacios se podían ver de un lado, con grandes y enormes árboles llenos de paz y sabiduría, pero a lo lejos se veían las paredes de las Montañas Grises y podía sentirse una fría brisa venir en aquella dirección..
— Dinos, luzzen, ¿acaso sabes algo acerca de lo que vimos? — preguntó el montaraz, con el deseo de un respuesta en su corazón — quiero decir, eso era un... dragón, ¿como sabías que estaría ahí? — algo dubitativo arremetió Elaran.
Gleowyn seguía caminando a unos pasos más adelante que los otros dos, pero no sin estar atenta a la conversación de ambos.
— Mi señora Galadriel, ella fue la que me dio aviso de que algo no estaba bien —  contestó mientras caminaba mirando al horizonte — pero jamás imaginé que vería algo así, solo en viejas historias y cuentos, he escuchado de smaug y el arquero que acabó con su vida, pero ¿aquí y ahora? Estoy desconcertado.
Siguieron camino ya pasando los límites de las Montañas Nubladas y tomando rumbo hacia el Río Gris, siempre bordeando el Bosque Negro. De alguna forma Luzzen se sentía más seguro cerca de esos límites verdes. El sol resplandecía en el cielo, y el viento empezó a soplar con más fuerza que antes.
Los tres marchaban en fila, cuando de pronto el elfo miró hacia atrás.
— ¡Elaran nad no ennas!- dijo con un tono preocupante.
El montaraz miró a la hechicera y ambos estuvieron a la espera de lo que le pasaba al elfo.
— Creo que estas algo nervioso, deberíamos descansar un momento- Gleowyn se mostró tranquila pero algo inquieta también.
Luzzen se echó a correr hacia unas rocas que estaban cuesta arriba por la subida de una lomada, cuando, por arriba de su cabeza, un orco saltó montado sobre un huargo, empuñando una espada oxidada y una armadura muy precaria.
— ¡Orcos!- gritó desesperadamente girándose hacia donde estaban Elaran y Gleowyn.




El Huargo se dirigía directamente hacia donde ellos estaban, mientras que Elaran desenvaino su espada con firmeza. Gleowyn sin dudar tomó su espada con dos manos.
el dúnedain logra clavarle antes su espada al huargo, esquivando el ataque.
El orco se recuperó de su caída y enfila hacia la hechicera, se ponen a duelo de espadas y cuando Elaran la estaba por asistir una flecha le rozó el cuerpo. detrás de él venía un grupo de orcos armados.
— ¡Escoria! ¿Acaso creen que vivirían para contarlo todo?- dijo el hediondo Orco mientras luchaba con la mujer — Todos van a morir, ¡que no quede ninguno vivo!- al gritó del Orco, los demás se abalanzaron sobre Elaran.
Luzzen se puso a su lado y empezaron a combatir a los numerosos orcos que venían con hachas, dagas y espadas.
— ¡Luzzen!, ve con ella, apresúrate- gritó el montaraz mientras cortaba la cabeza de un orco.
Mientras Gleowyn seguía dueleando con su espada, se le estaba acabando la paciencia y la fuerza y el orco intenta darle el golpe final al verla resbalar, cuando una flecha lo atraviesa en medio de su cabeza.
El elfo levanta cuidadosamente a la hechicera con una sonrisa en su cara.
— ¿De qué te ríes orejas puntiagudas? Lo tenía todo controlado — orgullosa pero aliviada contestó ella.
— ¡Esto es genial Gleowyn! Vayamos a ayudar a Elaran, ¡me siento como nunca!- dijo el elfo, con mucha euforia.
Ella asintió y fueron a pelear al lado del Hombre de Erebor, que repartía golpes de espada, y lanzaba sus pequeñas hachas de emergencia contra todo Orco que se venía, la victoria parecía cerca.
Gleowyn vio a lo lejos, otro grupo de orcos, mas numeroso que el anterior, montados en huargos. Luego de la pequeña pelea, los tres estaban demasiado cansados para dar semejante batalla
Para su sorpresa, un grupo de borrones sale desde dentro del Bosque Negro hacia donde estaba la Horda, con arco y flecha hicieron frente a los que se atrevieron a seguir, pero la mayoría de los Orcos huyeron. Cuando dejaron de moverse, comprobaron que eran elfos.
Los elfos, habitantes del bosque negro, se acercaron a ellos rodeándolos y apuntándoles con espadas y flechas.
— ¿Por qué un hombre, una mujer y un elfo desatan una batalla campal en las fronteras territorio? ¡Hablen ahora!- dijo el líder del grupo.

Entre los tres se miraron, y ninguno dijo nada por un momento.




viernes, 10 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 2 Pt: 1 El Fuego de Antiguos Días

Capítulo II:

(1)
Hasta llegar a la cueva, en la cual terminaba el rastro, Elaran y Gleowyn no intercambiaron ninguna palabra. El montaraz llevó su mente al rastro que seguía y la hechicera se concentró en seguirlo. Por momentos, ella se preguntaba si no había perdido la dirección.
La entrada se erigía un poco más abajo del nivel de piso y el olor que emanaba desde el interior, dieron la certeza de que ese era el lugar que debían ingresar.
 — Aquí se esconde un mal ancestral – dijo Elaran armando y enciendo una antorcha improvisada – algo que no ha sido visto en mucho tiempo.
— Déjate de discursos, Montaraz – arremetió Gleowyn - ¿Se puede ingresar o no?
— Si – contestó internándose en la oscuridad de la cueva.
Dando los pasos hacia el interior, la mente de Elaran se llenó con imágenes de fuego y viento, de nacimientos sin vida, de colmillos de acero en carne débil. La hechicera lo siguió, tratando de no hacer caso de la sensación que le embargó al sentir el frío interior de la cueva.

(2)
El interior de la caverna, resultó ser más laberíntico de lo que esperaban. Caminaron durante lo que le parecieron horas, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Entre medio de la oscuridad. y cuando ya daban por hecho que el entrar había sido un error, pensando en el camino de regreso, Gleowyn puso su mano en el hombro de Elaran.
— Mira – dijo – hay alguien allí.
El Dúnedain asintió. Había visto la luz segundos antes. La confirmación de Gleowyn, le dio la certeza de que no estaba alucinando debido al insoportable hedor del lugar.
Tratando de no hacer ruido caminaron hasta la luz. No se esperaban lo que vieron.

(3)
Desde la entrada de la cámara secreta, observaron un gusano gigante recostado en el centro de la sala. Alrededor, varias antorchas iluminaban débilmente el lugar. Junto a la criatura, de pie y a un costado, un Nazgul recitaba en una lengua, que Gleowyn reconoció como lengua negra, un hechizo indescifrable. Cada vez que guardaba silencio, un aura oscura rodeaba al gusano gigante.
Elaran le hizo señas a Gleowyn que se acercaran, pero ella negó con la cabeza. No era buena idea. ¡Ni siquiera era buena idea estar allí presenciando semejante escena!
El gusano gigante se estremeció al sentir otra aurora negra. Su cuerpo creció.
Cántico tras cántico, aurora negra tras aurora negra, el gusano gigante fue convirtiéndose poco a poco en algo más reconocible a los ojos de los dos aventureros.
Gleowyn indicó con su cabeza que debían regresar.
Dieron media vuelta y se encontraron con la punta de una flecha, apuntanda directamente a la cabeza de Elaran.

(4)
El rastro se unió con otro. Muy claro para sus ojos de elfo. El terreno del Brezal le crispó los nervios desde el mismo instante de ingresar. Le hizo añorar su preciado Lothlorien, sus largas tardes de paz y de sol.
Cerca de una cueva, encontró una espada y la levantó con respeto. ¿Una espada élfica? Su corazón se aceleró, cabalgando en un equino invisible. Antes los restos eran de enanos y hombres, a lo sumo algún orco. Pero ahora encontraba evidencia irrefutable de la presencia de elfos en ese lugar.
Elaboró una antorcha con los elementos que traía. Preparó su arco y se adentró en la cueva. Vagó mucho rato y al final, encontró a los responsables de la masacre.
Se movieron en su dirección. Avanzó hasta estar cerca de ellos. Apuntó con su arco y no pudo dar crédito a la escena que se desarrollaba más allá de la posición donde se encontraban esos extraños.

(5)
El chillido del Nazgul les hizo saltar. El gusano gigante no se movió.
— ¿Qué es lo que está pasando? – preguntó el Elfo.
— Eso quisiera saber – contestaron al unísono.
Luego de otro chillido terrible, el Nazgul desenvainó una espada y se lanzó a la lucha.
Las flechas se clavaron en su cuerpo, pero no lo detuvieron. Los dos espadachines intentaron hacerle frente, pero el Nazgul los barrió con el mínimo esfuerzo. La mujer chocó contra la pared de la caverna. Pero el hombre impactó de lleno contra el cuerpo del dragón recién crecido.
— ¡Atrás! – Gritó el Elfo – sirviente de las sombras.
— Tus patéticas órdenes significan nada para mí – Contestó el Nazgul – Khamul es mi nombre  y será tu perdición.
La mujer arremetió una vez más y logró salvar al Elfo que trató de defenderse esquivando ágilmente los ataques que le llegaban, rechazando algunos movimientos con su arco. De un golpe lo hizo retroceder. Khamul lanzó un grito que reverberó en toda la caverna.
— ¡Elaran! – Gritó la mujer al mirar más allá de su oponente - ¡Detrás de ti!
El mencionado volvió la mirada hacia atrás y vio a esa inmensa criatura comenzar a moverse. Tan lento era su movimiento, que le pareció que nunca terminaría de pararse.
Esquivó el coletazo a tiempo, lanzándose al suelo. La larguísima cola, impactó contra la pared contraria y todo el lugar tembló.
Khamul contraatacó. El Elfo descargó una flecha más en su rostro, pero nada parecía detenerlo. Otro movimiento del dragón y otra parte de la caverna tembló.
Khamul rechazó a la mujer y al Elfo, alejándose hacia donde había estado minutos antes.
— Mi trabajo ha terminado – anunció.
El Dragón terminó de levantarse y la caverna entera tembló.
Elaran se acercó a su acompañante y al elfo.
— Debemos salir de aquí, Gleowyn – dijo.
— Pero no sabemos el camino – replicó – moriríamos antes de lograr llegar a la salida.
— Yo puedo guiarlos – anunció el Elfo- pero debemos partir enseguida.
Ambos le miraron, estudiando al extraño de orejas puntiagudas. Finalmente asintieron con la cabeza.
— Síganme pronto – anunció corriendo, alumbrando el camino.
Desde el techo y los pies, a medida que avanzaban por los pasillos tratando de tener cerca al inesperado amigo, sintieron como la caverna colapsaba sobre sí misma.
— Soy Uruloth – Fue un gruñido atroz de una voz imposible, proveniente de todas partes.
Mientras corrían, Uruloth siguió anunciando su presencia.
A lo lejos, una luz encendió la esperanza en sus corazones e imprimió más fuerza a sus piernas. Cruzaron en el mismo instante que la entrada se derrumbaba.


(6)
El ambiente afuera del Brezal, seguía siendo tan sofocante como el interior de la caverna.
Gleowyn se sentó a revisar su hombro. El golpe de la piedra, le produjo un moretón pero nada grave. Elaran tenía algunas magulladuras pero igual que su compañera, no sufrió mayores dolores.
— Por poco y conocía a mis ancestros – dijo el Dunedain mirando alternativamente a Gleowyn y al elfo – es bueno estar equivocado.
— Disculpa – dijo Gleowyn dirigiéndose al Elfo. La presencia de ese ser, inculcaba una inusitada calma – pero en la prisa de la huída no escuché tu nombre.
— Soy Luzzen de Lothlorien – se presentó - ¿Ustedes?
— Elaran de los Dúnedain – y señalando a su compañera agregó – y ella es Gleowyn, hechicera. ¿Qué trae a un elfo a estas partes de la tierra media?
Luzzen explicó el motivo de su viaje y sorprendió a los presentes, quienes no imaginaron estar ante la presencia de un enviado de la mismísima Galadriel.
— ¿Por qué nos apuntabas con tu arco? – preguntó Gleowyn. Muy intrigada estaba por la actitud del Elfo.
— Encontré restos de hermanos en la entrada de la cueva – explicó – perdón, los confundí con enemigos.
Luego de un silencio, Elaran suspiró y se puso de pie.
— Creo que deberíamos informar a nuestros aliados – propuso – aquí ha sucedido algo que deben saber.
— Si existen más dragones como este – Gleowyn se aterrorizó ante la sola idea – es que la guerra está más cerca de lo que pensábamos. Inclinará la balanza en favor del enemigo.
— Es bueno ver que te preocupas por nuestras tierras también, bella hechicera – comentó Elaran – creo que debemos partir. Debo regresar a Erebor enseguida y me gustaría que me acompañaras Gleowyn. Luzzen ¿Cuánto puedes tardar en informar a la Dama Galadriel?
Una explosión proveniente desde donde estaba la caverna, cortó la conversación. La tierra se devoraba a sí misma. El trío se alejó corriendo y cuando al fin se detuvieron, miraron estupefactos hacia donde había estado la entrada momentos antes.
Ante sus impávidos ojos, una sobra enorme se alejo oculta gracias a la nube de polvo. Ninguno pudo decir si volaba o se arrastraba.


viernes, 3 de octubre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Capítulo 1 Pt. 5: Héroes y Villanos

Luzzen
 (Por Diego Barker)

El cielo resplandecía de estrellas, la noche de cálida caricia caía sobre la Tierra. Era en Lothlórien, lugar de paz y tranquilidad, donde Luzzen paseaba por los verdes caminos de ésta, sin encontrar descanso por algo que lo angustiaba desde hacía días. Algo corrompía el mundo, los rumores de El Señor Oscuro eran ciertos, el lo siente en el corazón. Incluso se sentía algo intrigado, ya que días atrás vio a un mensajero del Bosque Negro con noticias desconocidas, hasta que decidió pasar Caras Galadhon para hablar con Galadriel.
Mientras subía por el gran árbol encantado, lleno de intensos recuerdos, su angustia se desvanecía de a poco, pues Galadriel efectivamente lo estaba esperando, claramente sabía cómo se sentía Luzzen.
- Mae govannen, Luzzen - dijo la elfa con una voz firme y hermosa. De su cara un brillo abrazador invadió el corazón de Luzzen quitándole todas sus penas.
- “Mi señora Galadriel, Dama de Lórien..” dijo Luzzen, reclinándose haciendo una reverencia hacia la elfa,
Galadriel no tardó en pensar que Luzzen estaba preparado para la misión que tenia para encomendarle, y sabía que era el indicado para esa encomienda.
-  Mi querido Luzzen, sé lo que te trae entre penas y angustias, entre la duda y la incertidumbre. No debes preocuparte, porque todas esas cosas que sientes y ves son ciertas - afirmó ella - Las sombras han estado creciendo más allá de nuestro conocimiento , los pueblos libres de la Tierra Media corren peligro, ya nada es seguro, un mal sin igual está creciendo en el Norte y es nuestro deber hacer algo - Continuó con una voz firme pero preocupante
- Mi corazón ya no aguanta esta penuria; ¿Acaso hay esperanza para evitar este mal que se avecina?,
- Solo queda una pizca de esperanza, va y viene, por momentos se desvanece y por otros reluce como la estrella más brillante y hermosa de nuestro cielo, pero eso no está en nuestras manos, el destino de todos ya no está ligado solo a los elfos, pero lo que podemos hacer puede salvar el destino de muchos, mi querido Luzzen - en ese momento, Luzzen sintió que un inmenso temor y dudas lo invadieron, Tengo una misión que encomendarte y estoy segura que solo tú puedes hacer. Debes ir al Brezal Seco y disipar todas mis dudas sobre esta malicia que no puedo evitar ver, creo saber de la existencia de un fuego y una oscuridad nublan mi visión, por eso necesito que vayas inmediatamente - dijo Galadriel, luego se dio la vuelta y se fue.

***
Luzzen estaba listo para iniciar su viaje. El elfo de pelo blanco y ojos azules y claros como el más radiante rayo de sol en una mañana de primavera, se puso su traje de batalla color verde, cargó sus dagas en su espalda junto con su arco y sus flechas y sin rodeos marchó hacia Brezal Seco. Salió de Lothlórien a paso ligero y a pesar de todo con un buen ánimo, al no ser “adulto” ni tampoco un “niño”, conservaba esa chispa de adolescente amante de la aventura, fue a lo largo del camino, hacia el norte, bordeando el Río Grande. A su derecha se contemplaba el Bosque Negro, lugar donde muchas veces fue a visitar a elfos que lo ayudaron a entrenar sus habilidades. Paraba a descansar lo justo y necesario, y aún en la noche seguía el paso, estaba muy emocionado por esta misión, tanto que por un momento olvidó la seriedad que ésta tenía.
Ya llegando a los Campos Gladios, comenzó a ver personas, y él se ocultaba, rara vez había tratado con ellos. Siguió camino por espacios verdes y vastas praderas salpicadas por bosques de olmos y robles, llegó a La Carroca, se sentó a descansar unos momentos, y sin tardar mucho siguió camino. Ya siguiendo en camino del Río Gris hacia el norte, estaba llegando a Ered Mithrin, las Montañas Grises, donde toma rumbo hacia el oeste. A unas pocas millas estaba el Brezal Seco, y Luzzen empezaba a dudar de porqué no había Orcos cerca, ni siquiera Trasgos o cosas parecidas.
- ¿Qué los ahuyenta? - se pregunto el elfo.
Siguió camino ahora con un paso más riguroso, el aire se tornaba viciado y podía sentir como el suelo comenzaba a sentirse desquebrajado, en mal estado, y caliente, sobre todo caliente.
Llegando a Brezal Seco, echa una mirada a la montaña gigante que yace delante de él. Tal inmensidad lo sacó de su eje, ya que jamás había estado ahí ni nunca vio una montaña tan imponente y peligrosa.
Se adentra en Brezal Seco y al avanzar unos metros nota que hay cuerpos sin vida en el suelo, saca su arco de inmediato con una flecha apuntando hacia todos lados. Sus manos le temblaban y su mirada no podía divisar un punto fijo, estaba algo aterrado, miró a los restos y eran de Orco, al avanzar un poco encontró más, cientos de restos de Orcos, que al parecer creía que venían de Gundabad, al llegar a un lugar seco y con un aire tan venenoso, que hacía que hasta el Orco más putrefacto se sienta sobrepasado por el mismo.
Sintió que lo observaban y Luzzen entró en desesperación. Se encontró solo y con su arco comenzó a disparar hacia la nada, sintiendo temor por lo que no sabía que podía llegar a estar acosándolo. Cuando Luzzen caminaba hacia un extremo de la montaña, fue ahí donde se horrorizó. Los cuerpos de dos elfos mutilados que yacían en el frio y duro piso rocoso le nublaron el juicio, se sentó un momento tratando de asimilar tal monstruosidad, mientras que el viento frio rosaba contra su rostro, pudo divisar algo cerca de los cadáveres, se levantó y se acercó. Un rastro. Pensó que tal vez alguien debió estar ahí antes que él.

El rastro llevaba un camino derecho y algo zigzagueante, pero luego se dio cuenta de que era el rastro de 2 sujetos, no era solo uno, lo siguió y conducía hacia el interior del Brezal Seco, más allá de lo que cualquiera se atrevería, solo tardó un instante en decidir, y fue tras ese rastro, tenía que averiguar de quienes se trataba y entender que fue lo que pasó en ese lugar.