La luz brillaba sobre el pasto húmedo del amanecer. Kiora y
Luzzen se despedían sobre una colina que les permitía ver más allá de Valle,
hacia donde se extendía el horizonte libre.
- Es inmenso – dijo Kiora, mirando el límite del cielo con
la tierra -. La calma parece inaudita. Quiero que permanezca inmenso, que el
horizonte no sea enrojecido con el fuego de la guerra.
Luzzen la observó.
- No es posible que nuestros caminos se hayan unido sólo
para separarse de nuevo, Kiora – dijo a la vez que tomaba sus manos-. Estoy
seguro de que lograremos trascender a pesar de lo que venga.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos. En el fondo sabía
que podía ser la última vez que lo viera. Cualquier instante que compartieran
juntos a partir de entonces podría ser el último. Así que, decidió seguir el camino con fe, en
nombre de lo que más amaba.
Ella, Gléowyn y un enano enviado por Dain partirían hacia el
Bosque Negro a pedir la asistencia del rey Thranduil. Sería un viaje arriesgado
pero necesario. Luzzen sujetó con fuerza las manos de Kiora, no deseaba verla
partir. Sabía que era una fuerte guerrera y confiaba en que lograría su
cometido pero, el hecho de saber que arriesgaba una vez más su vida le oprimía
el corazón. Y le agobiaba saber que iba hacia el reino de Thranduil, por quien
no sentía la menor simpatía. Ella pareció leer los pensamientos del elfo y tomó
su rostro entre sus manos.
- Melmenya, muy pronto jamás tendremos que separarnos de nuevo.
Lucha con honor y fortaleza, que yo haré lo mismo.
Se abrazaron a la vez que el sol se levantaba por completo.
Kiora volvió la mirada y divisó a Gléowyn sujetando su cetro, que junto al
enano enviado por Dain, la esperaba en silencio.
Y así comenzó la travesía. Dos caballos y un pony se
alejaban hacia el bosque.
- No te preocupes, Luzzen sabe arreglárselas. Ahora nosotros
debemos ir con cuidado para regresar enteros, la batalla apenas comienza –dijo
Gléowyn al ver la mirada empañada de la elfa.
Tergan las instó a
apurar el paso. Era un enano de cabello rojizo y gran nariz con una barba tan
larga que la doblaba sobre su hombro. Si bien las rencillas entre ambos reinos
se habían aligerado, no parecía entusiasmarle la idea de ver al monarca del
reino del bosque. Aunque la seguridad del enano les inspiró confianza.
Y el camino fue tranquilo, hasta que a poco tiempo de
llegar, Kiora observó a lo lejos una línea de humo subiendo hacia el cielo.
- Algo está mal…- dijo- Debemos parar.
- El bosque está siendo atacado –se lamentó Gléowyn-.
¿Deberíamos intervenir?
- No podemos hacer nada – dijo la elfa- Parece que el rey
estará bastante ocupado.
- ¿Entonces el camino hasta aquí ha sido completamente en
vano? Hemos perdido un tiempo valioso –se quejó fríamente Tergan.
Pocos segundos de silencio habían pasado cuando una flecha
atravesó el cuello del caballo de Kiora. Breves momentos después un grupo de
orcos los había rodeado. Gléowyn bloqueaba y devolvía golpes con su cetro
mientras Kiora hacía lo mismo con sus dagas élficas. El enano por su parte
parecía bastante eufórico en medio de la batalla.
No tardaron en derrotar a los orcos sin embargo divisaron a
lo lejos otro grupo aún más numeroso que se acercaba. Comenzaban a prepararse
cuando una nube de flechas cayó sobre el grupo enemigo. Al voltear, con
sorpresa y alivio comprobaron que se trataba de Lord Elrond, acompañado de sus
tropas y varios guerreros del bosque negro.
- ¡Mi señor Elrond! – dijo Kiora entusiasmada– Habíamos
venido a solicitar refuerzos pero encontramos el bosque asediado…
- Así es –respondió -, estamos aquí para ayudar. Regresen a Valle,
cuando el bosque haya sido liberado iremos hacia allá. ¡Apresúrense!
Luego de unos instantes de duda, el trío partió re regreso a
valle. El enano refunfuñaba entre dientes. Preferiría estar peleando en su
tierra antes que hacer ese viaje inútil.
No tenían idea que la batalla ya había comenzado