viernes, 26 de diciembre de 2014

“LA BATALLA DE VALLE” Cap.4 pt. 5: Hacia la cima de Carn Dum

(1)
Los Orcos junto a la puerta fueron fáciles de vencer. Tomados por sorpresa, poco resistieron la embestida de Elaran y Gleowyn, quienes no cesaron de atacar hasta ver a su último muerto en el piso.
— Esto se está extendiendo demasiado — dijo el montaraz — debemos encontrar a Luzzen y salir de aquí. Gran parte de la tierra media depende de eso.
La hechicera asintió y ambos se acercaron a la puerta. Si no se equivocaban, al otro lado se encontraban Luzzen y sus captores. Elaran guardó Dagmor y tomó sus espadas cortas. Ambos se pusieron en posición.
— Abrimos la puerta y matamos todo lo que se vea feo.
Respiraron hondo y de una patada Elaran derribó la puerta, sintiendo la fuerza del golpe en la rodilla.
Al otro lado encontraron a Luzzen el suelo, herido y listo para matar.
— ¡Luzzen! — gritó Gleowyn y ambos se acercaron.
— Vaya, aún herido este elfo tiene ganas de pelea — la admiración en la voz de Elaran, resultó evidente para Luzzen.
La penumbra del lugar no les impidió evaluar las heridas de su amigo.
— Esto supera nuestras habilidades — dictaminó Elaran — necesita medicina de su gente.
— Solo lleven mi cuerpo al aire libre — dijo Luzzen — estaré bien.
Gleowyn cargó con el peso de Luzzen que apenas se movía. Elaran abrió la marcha hacia no sabían dónde. Tan dentro estaban de la fortaleza oscura, tanto habían penetrado en su afán de escape y rescate posterior, que no tenían idea sobre la dirección a tomar.
— De alguna forma hay que llegar a alguna torre — dijo Elaran.
— Así las Águilas podrán sacarnos de aquí — completó Gleowyn.
— Leíste mi pensamiento, Hechicera — Elaran inspeccionaba el suelo — espero no te asuste estar ahí dentro.
El silencio le crispó los nervios a Elaran. Un silencio así no le pareció natural en un lugar como Carn Dum.
— ¿Hacia dónde vamos? — preguntó Luzzen.
Gleowyn miró en todas direcciones. Un largo pasillo adelante se perdía en la oscuridad. Pocos pasos más adelante pudo ver varias puertas y entradas a otros pasillos. Todo parecía ser posible y a la vez no. Cualquiera de esos lugares era la salida y era una trampa al mismo tiempo.
— Por aquí — dijo Elaran y comenzó avanzar y se detuvo ante la entrada de un pasillo — este es el camino más usado por los habitantes de este oscuro lugar — escuchó a lo lejos, fingió no darse cuenta — por lo que puede ser un camino al exterior. ¡Vamos!
Los tres avanzaron por el pasillo indicado. Hasta Luzzen, pese a sus heridas, se mantenía atento a lo que les rodeaba.
Luego de caminar un largo rato, dos puertas cercanas a sus espaldas se abrieron de par en par, destrozando el silencio que tanto preocupara al Montaraz.
— ¡Vamos! — gritó — el enemigo se reorganizó en una emboscada. Debemos salir.
— ¡No! — refutó Luzzen arrancándose de los brazos de Gleowyn — Debemos luchar — con movimientos torpes, sacó el arco y trató de apuntar a los Orcos que salían a raudales de las puertas — No podemos pasarnos escapando de este inmundo enemigo. Demasiado tranquilos hemos permanecido.
— Luzzen no seas ingenuo — Elaran se acercó para agarrarlo pero el elfo insistía en su idea — moriremos aquí.
Sin contestar Luzzen comenzó a disparar contra los Orcos.
Las flechas daban en las piernas o brazos. A un orco le dio en el cuello y el resto parecía perderse de su ruta mortal. Gleowyn sujetó al Elfo, intentando inmovilizarlo.
— ¡Sácalo de aquí! — ordenó Elaran — llévalo a un lugar seguro.
— ¿Qué vas a hacer? — Gleowyn retrocedía con Luzzen, que luchaba por liberarse. Pero esta vez la hechicera estaba decidida en no dejarle escapar.
— Ganar tiempo — contestó Elaran dando media vuelta — ¡Salgan!
Sin dejar de mirar, Gleowyn se alejó con Luzzen en sus brazos.
— ¡No! — gritó el Elfo — No hagas esto, Gleowyn. No podemos dejarlo. ¡Debemos luchar!
Ella no contestó, solo retrocedió y vio al Montaraz convertirse en una máquina de matar.
— ¡BARUK KHAZÂD! — gritó Elaran a todo pulmón. El grito de guerra de los Enanos, tan antiguo como ellos, retumbó en todo el pasillo e hizo que los Orcos dudaran un instante en su avance. Su cuerpo se inundó del recuerdo de sus antepasados. Sintió su compañía en ese momento aciago — ¡KHAZÂD AI-MÊNU!
Antes de atravesar la puerta cercana, conectada a otro pasillo, y trabarla para evitar el avance orco, Gleowyn vio Elaran lanzarse contra sus enemigos como si fuera uno de los grandes guerreros de las primeras edades.

(2)
El avance fue silencioso, sus corazones pocos deseos tenían de hablar o expresarse. Su compañero seguramente estaba muerto o como muy poco herido. Tal trágico destino se imaginaban.
Sin saber cómo habían llegado, Luzzen y Gleowyn comenzaron a subir una interminable escalera que los dejó sobre uno de las terrazas de Carn Dum. Como todo el lugar, allí apesta a muerte y oscuridad, decorado con manchas de sangre por doquier y grilletes oxidados en algunas paredes.
— Aquí deben traer a los prisioneros de guerra — comentó Gleowyn — tuvimos suerte de encontrarte, Luzzen.
El elfo permanecía ahora sentado, cabizbajo, sintiéndose el ser más inútil de la tierra media. ¿Qué sentido tenía ser un gran guerrero elfo si no podías salvar a un compañero de viaje?
— Yo tampoco quería dejarlo — dijo Gleowyn — Pero más cosas que la vida de Elaran dependen de que salgamos vivos de aquí.
— Juro por la belleza de la Dama Galadriel que su muerte no habrá sido en vano — aseguró Luzzen.
Gleowyn acompañó el juramento en silencio. Para su sorpresa, quería mucho a los dos. Algo que un poco de tiempo atrás rechazaría tajantemente. Pero ahora se le presentaba natural, hasta deseado sentir ese compañerismo.
— Debemos alertar a las Águilas que estamos aquí — dijo Gleowyn mirando el cielo — tiene que haber una forma.
— ¿Tienes fuego? — Preguntó Luzzen.
— ¿Fuego? — Gleowyn se sintió confundida por la pregunta. ¿Acaso el elfo iba a sacar su pipa y a empezar a fumar? — Puedo generar un poco pero…
— Con un poco basta.
Haciendo un gran esfuerzo, Luzzen se puso de pie. Arrancó un pedazo de su ropaje y envolvió la punta de una flecha en el trozo de tela.
— Entiendo — contestó Gleowyn — Una señal de fuego. Así las Águilas saben que estamos aquí.
— Marchamos por el mismo sendero, querida hechicera — la punta de la flecha se encendió y Luzzen apuntó hacia el cielo — espero que esto funcione y atraigamos algo más indeseable que este viento helado.
Otro ser podía aparecer llamado por la señal. Pero regresar hacia la puerta o escalar alguno de los costados de la fortaleza o montaña, no era opción. Luzzen resistía sus heridas con valentía y determinación, pero pronto los estragos de los Orcos harían mella en su temple élfico.
La flecha salió disparada hacia el cielo, perdiéndose de vista. Pero los ojos del Elfo la siguieron durante unos instantes, antes de desvanecerse entre las nubes.
Si las Águilas estaban cerca, si reconocían esa señal, pronto arribarían a rescatar a los sobrevivientes de la infiltración en Carn Dum.

(3)
Varios minutos pasaron hasta que escucharon pasos subiendo por la escalera. No era una tropa o eso creían. Ambos sabían que los vientos helados de las montañas y las pestilencias de esa fortaleza oscura, podían jugarles trucos a las mentes de los más débiles o los más cansados.
Se pusieron en posición. Luzzen mantenía su arco bajo, con flecha lista, apoyando su cuerpo en una pequeña medianera para mantener el equilibro. Debía ahorrar energías. Su cuerpo se estaba cansando producto de la pérdida de sangre, pero aún así le resultaba demasiado rápido el deterioro de su salud. Un miedo surgió en su corazón.
Algunos Orcos torturadores tienen veneno en sus manos al usarlos con otros prisioneros, pensó, si estos que me atacaron estaban con sus manos de esa manera, mucho tiempo no me queda. ¡Ay! Desearía que Lord Elrond estuviese aquí.
Miró a Gleowyn. La hechicera estaba en guardia, con rostro serio, mirando hacia la escalera. Ambos pensaron que de allí emergería el verdadero capitán de Carn DUm, aquel segundo al mando que quedaba en caso de que el Rey Brujo fuera llamado a Mordor.
La hechicera deseaba poder dar batalla al enemigo que se acercaba a paso lento y firme por las escaleras. Ese lugar era un laberinto, no le parecía raro que algún jefe o tropa orca apareciera de lo que parecía ser la nada misma.
Demasiada suerte tuvimos de encontrar este punto alto, pensó Gleowyn, quizá aquí acaba la suerte. ¿En una batalla contra el rey brujo? Después de todo este es su hogar. Si logramos resistir lo suficiente, podremos escapar. ¡Oh, corazón mío! Resiste y fortaléceme en esta batalla. No quiero caer, no quiero decepcionar a mis compañeros.
Pero lo que apareció les inundó su ser de confusión y alivio.
Hacia el viento helado, portando sus armas en cada mano y cubierto de sangre de orco, Elaran avanzó hacia ellos con la mirada baja. Parecía poseído por viejos espíritus.
— ¡Por la luz celestial! — gritó Gleowyn — ¡Elaran!
Ambos corrieron hacia él y el montaraz pareció reaccionar.
— ¿Cómo pasaste a los Orcos? — preguntó Luzzen
— Eran demasiados — contestó Elaran, la respiración se le agitó y trató de mantenerse en pie — maté cuanto pude y traté de seguirlos a ustedes. Para su suerte y para mala de la mía, la puerta estaba trancada. ¡Bien pensado, Hechicera! Eso los confundió un segundo. Seguí corriendo, matando todo lo que se me cruzara — para su fortuna solo fueron Orcos — De alguna forma encontré la puerta que conecta al patio donde sale esta escalera y subí. Este lugar es un laberinto digno de Sauron.
Al terminar de hablar, Elaran cayó de rodillas al piso y las espadas resbalaron de sus manos. Gleowyn se acercó y divisó una herida en el abdomen de su compañero.
— ¡Estás herido! — dijo — no parece grave pero no podemos arriesgarnos.
— Ya llamé a las Águilas, Mellon — dijo Luzzen mirando el cielo — pronto nos sacarán de aquí y podremos defender tu amado Erebor.
— Lo sé — dijo Elaran tomando los antebrazos de sus dos compañeros. Elevó su mirada y ambos distinguieron la decisión del guerrero aún herido y cansado — sé que aunque aquí muera, ustedes dos no dejarían caer mi hogar sin dar pelea.
Desde el este, tres siluetas aladas avanzaban hacia ellos. Estaban lejos, pero parecían avanzar a buen paso.
— ¡Miren! — Gritó Luzzen apoyándose en su arco — Las Águilas vienen.
— Tenías razón, Luzzen — dijo Gleowyn, sonriendo por primera vez en mucho tiempo.
Pero Elaran guardó silencio. Sus manos, endurecidas por la batalla, lentamente se deslizaron hacia sus espadas cortas, tomándolas con decisión. Volvió a sentir el peso de Dagmor en su espalda y agradeció a Lord Elrond una vez más por semejante viaje. Porque desde su posición, sentado mirando al norte, pudo ver que otra cosa se acercaba aparte de las Águilas. Algo llamado por la señal de auxilio del elfo.




Un viento caliente comenzó a colarse entre medio del frío de la cima de Carn Dum, haciendo que la escarcha del piso y el hielo se comenzaran a derretir. El viento de a poco aumentó su furia. Las nubes remolinaban en el cielo.
Gloewyn y Luzzen miraron a Elaran, preocupados de su mutismo. Sus sonrisas se borraron de sus caras, alejadas por el cambio de ambiente.
Siguieron la mriada del montaraz y al ver lo que él veía, desearon que las Águilas llegaran pronto.
Uruloth se acercaba.

6 comentarios:

  1. Han pensado en hacer una pelicula? Yo hasta tengo los actores para esta maravillosa historia!! Cada vez mas emocionante

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  2. El elfo sigue enamorandome pero ese Elaran si que se pasó esta vez, me quito el sombrero ante el

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  3. Por estas cosas amamos a Luzzen!!!

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  4. Wooooooo momento acaso quieren que mi corazon se detenga? Cada capítulo te tiene al filo de la accion! Es como TWD hahaha

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  5. Necesito saber que sigue!!!

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  6. Todos dicen Luzzen esto, Luzzen lo otro pero nadie dice vamos a hablar de esto vamos a hablar de lo otro. Igual lo amo al elfito <3

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