Al verla, Luzzen intentó incorporarse, pero una mano suave lo detuvo.
— Debes descansar, el veneno aún está en tu
cuerpo.
Su voz era cálida y le
producía la más profunda calma. Volvió a recargar su cabeza contra la cama en
la que se encontraba, sin poder dejar de mirar esos ojos de un verde esmeralda
intenso. El rostro de aquella elfa era blanco y puro como marfil tallado y el
cabello, del color de la madera fresca le caía por los lados del pecho en
suaves ondas que terminaban en su cintura. Y la contempló como si se tratara de
una aparición. Ante él era una revelación, y no podía imaginar un mayor alivio
al salir de aquel túnel de horrores inmensos y tormento. Grandes pilares se
alzaban alrededor dejando entrar libremente la luz del sol y la música de la
cascada que caía por el costado de la montaña.
— Dime, criatura, ¿Es que he muerto y tú has
venido a darme la bienvenida al reino de mis ancestros?
Ella colocó una mano sobre su
frente. La forma en que ahuyentaba el pesar de su mente era inaudita.
— Aún tienes fiebre, Luzzen de Lothlórien. El
veneno estaba destinado a llevarte, no a la muerte sino a la locura para forzar
tus palabras. En poco tiempo el delirio se disipará y volverá tu fuerza. Estás
a salvo ahora en Rivendel.
Se levantó de su lado con un
cuenco en la mano en el que había compresas y vendajes. Luzzen comprendió que
ella era quien había cuidando de él y sus heridas hasta el momento en que
volvió en sí.
— Tus compañeros, la hechicera y el dúnedain,
han estado esperando por tu despertar — dijo mientras se dirigía a la puerta, y
Luzzen sintió otro aliento de vida regresar a él—. Se encuentran bien —agregó
al ver el súbito gesto de preocupación del elfo.
— Espera…— dijo Luzzen al ver
que ella se disponía a abandonar la habitación — ¿A dónde vas?
— Has vuelto a la luz. Ahora estás fuera de
peligro y no necesitas más de mí.
— Si has sido tú quien me ha salvado, en deuda
estoy contigo…
— Es mi deber atender a aquellos hermanos caídos
que buscan resguardo en la casa de mi señor Elrond.
La elfa caminó nuevamente
hacia la puerta pero la voz de Luzzen la detuvo por segunda vez.
— Dime tu nombre.
Se volvió hacia él.
— Mi nombre es Kiora.
Al verse solo en la
habitación se dio cuenta de que no podía descansar. Su mente y su corazón ahora
estaban despiertos, con una nueva fuerza vibrando dentro de sí.
(2)
Elaran miraba hacia el vacío,
recargado en el balcón. El paisaje era maravilloso, pero su mente divagaba
demasiado como para prestarle atención alguna. Habían llegado con dificultad a
Rivendel, y el águila se encontraba herida y cansada al igual que ellos.
Gléowyn no había pronunciado palabra. Breve había sido su momento de descanso
en el cual les habían proporcionado ropas nuevas y agua, y la fatiga era ahora
innegable. Sin embargo la paz de aquel lugar los reconfortaba, y esperaban que
su compañero despertara. Lord Elrond y la dama Galadriel discutían asuntos
delicados y no habían podido hablar con ellos aún. La hechicera, sentada en un
banco de piedra sostenía las gemas en la mano, observándolas con detenimiento.
El montaraz lo sabía aún sin necesidad de voltear a verla.
— ¿Qué crees que sean? — dijo ella al fin, rompiendo el largo silencio.
— No lo sé —respondió él — Pero hemos visto su
gran poder. Deberías dejar de tocarlas, Gléowyn.
Pero ella no le prestó
atención. La mujer las miraba intensamente analizando cada detalle.
“Son hermosas”— pensó —
“Increíblemente hermosas”.
El poder de aquellas gemas
acariciaba sus manos casi a propósito. No pudo evitar que su mente, culposamente,
imaginara lo que podría hacer con ellas. Quizás lograría encontrar su amada
tierra. Quizás recuperaría su poder perdido. Quizás… sería aún más poderosa de
lo que fue alguna vez y no habría enemigo capaz de dañarla, ¿Era acaso la sed
de venganza contra aquel ser de antaño lo que ahora la seducía?
— ¡Gléowyn!
Ahora era el montaraz quien
la había tomado por los hombros y traído de regreso a la realidad de una
sacudida. Agitada y confundida por lo que había pasado, guardó torpemente las
gemas en el bolso, mismo que arrancó de su cinto y arrojó lejos de ella. Se
cubrió el rostro con las manos.
— Tanto poder corrompe —dijo
Elaran — Es lo que ha ocurrido durante toda la historia. Fue lo que hizo nacer
a los espectros del anillo. Su sed de poder.
— He probado un poco —dijo ella recuperando la
calma — y no pienso permitir que pase de nuevo.
Pasos los alertaron. Quizás
aún con la experiencia de Carn Dum corriendo en sus venas sintieron por
segundos que podría tratarse de un enemigo, pero quien entró a su encuentro era
Luzzen. Al verlos su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
— ¡Luzzen! — La hechicera
corrió hacia él seguida por el montaraz. Lo abrazó haciéndole dar un grito
ahogado olvidando que no se encontraba del todo ileso— Oh, lo siento…
El montaraz posó su pesada
mano en el hombro del elfo.
— Nos alegra verte con vida, mellon —dijo —
después dicen que los Enanos son los únicos duros de esta tierra.
— Jamás me hubiera perdonado haber caído antes
que ustedes sin haber logrado protegerlos, amigos míos — respondió Luzzen
tomando los brazos de sus compañeros.
La alegría del momento se contuvo
cuando un elfo en amplia túnica se aproximó a ellos.
— La dama Galadriel y Lord
Elrond desean verlos.
— Es hora —sentenció Elaran.
Gléowyn, con gesto sombrío
recogió las gemas del suelo.
(3)
— Su poder es grande — dijo la Dama , observando las gemas
que ahora descansaban sobre la mesa, sin tocarlas —. Están ahora ensombrecidas
pues han sido empleadas para invocar un gran mal.
— ¿Qué son exactamente?—
preguntó Gléowyn casi impaciente.
— Existen piedras — continuó
Elrond observando a la hechicera —, que como éstas, poseen gran fuerza y poder.
Su procedencia es pura, como la naturaleza misma y en las manos equivocadas puede
desatar grandes desgracias. Su habilidad de exaltar los deseos secretos más
allá de la razón, y más aún, su capacidad de encarnarlos, pueden embriagar de
poder a quien las posea. Pienso que tú, hechicera, las utilizaste y pudiste probar
un poco de sus terribles consecuencias.
Gléowyn recordó cuando
utilizó una de ellas para llamar a las águilas. Bajó la mirada.
— ¿Pueden ser purificadas?—
preguntó Luzzen.
— Lo dudo mucho —contestó
Elrond —, han absorbido y generado una gran oscuridad.
— Deben haberlas utilizado
como fuente de poder —intervino Elaran—. Las resguardaban con sumo recelo.
Pero… ¿Para qué?
Se hizo un silencio entre
ellos.
— La tormenta ardiente…—
murmuró Luzzen— creció de manera desmesurada gracias a una magia oscura.
Recuerdo haber visto destellos en aquella cueva de Brezal Marchito mientras ese
ser oscuro arrojaba las auras hacia el dragón…
— ¿Quieres decir que es
posible que las piedras de alguna forma le den fuerza a Uruloth?— preguntó el
montaraz, mientras Galadriel y Elrond se observaban entre sí como si hablaran
por medio de sus mentes.
— Es muy posible —dijo
finalmente Galadriel—. Tal oscuridad sería justificada.
— Debemos destruirlas
entonces — y Gléowyn se puso de pie.
— No es fácil — la detuvo la Dama —. Poderosos hechizos
las protegen. Solo otro gran poder es capaz de obrar tal milagro.
Entonces, Galadriel observó
hacia el balcón con intensidad. Los demás siguieron su mirada y a lo lejos,
hacia el horizonte, algo se acercaba volando con dificultad. Se pusieron de pie
mientras el águila que había quedado atrás para salvarlos, se acercaba. Los
rostros de Elaran y Gléowyn, que habían presenciado el sacrificio de ésta, se
iluminaron. El águila cayó a los pies de las puertas de Rivendel.
De inmediato descendieron a
su encuentro. Gléowyn se arrodilló a su lado mientras un pequeño grupo de elfos
la rodeaba.
— ¡Estás viva! ¿Cómo lograste
escapar?
— En mi lucha caí, y la Tormenta Ardiente
debió darme por muerta— dijo el águila con debilidad —. Pude verle volar en
dirección a Gundabad… Deben apresurarse…
— Gundabad…— dijo Elaran
mientras observaba la escena — Eso no debe traer nada bueno. Debemos hallar la
manera de destruir aquellas piedras.
— Primero otra tarea hay que
encomendarles — intervino Elrond — aquí en Imladris, las piedras estarán a
salvo, no poseen las características del Anillo Único por lo que el señor
oscuro no puede hallarlas — caminó acercándose a los tres aventureros — en
cuanto puedan deben partir a Gundabad. Algo se teje allí. Un Dragón no escoge
una morada por la sola razón de una huída. Alguien le debe estar esperando.
La dama Galadriel colocó su
mano sobre la cabeza del águila, que se sumió en un profundo sueño.
Por dios, POR DIOS AME A LA ELFA!!!! ME ENCANTA PARA LUZZEN!!
ResponderBorrarLo mejor que podian haber hecho! Una nueva personaje, me encanta amigos!! Solo faltaria un enano hahahah me dejaron super satisfecha
ResponderBorrar"después dicen que los Enanos son los únicos duros de esta tierra" me encantó!! Elaran es el mejor!!
ResponderBorrarPor fin un texto extenso!! Gracias, excelente fanfic
ResponderBorrarKiora, hasta el nombre irradia hermosura. Ya la amo ♡
ResponderBorrarLuzzen se enamoró :( pero ojalá no le haga mal, porque vamos a hacer fila para golpear a esa elfa si lo lastima ;D
ResponderBorrarYo creo que deberían enviarle esto a Warner Channel y pedir que hagan una serie basado en este fan fiction, de veras, es la opinión de una gran seguidora.
ResponderBorrarPS: Luzzen <3
Cumplen lo que prometen, como siempre increíble lo que hacen
ResponderBorrarPor fin una Elfa!!! Estaba esperando inconscientemente a esta dama de Rivendel, le va a hacer muy bien a la historia!
ResponderBorrarEsa elfa esta para chuparse los dedos!! Hahahahha creo que Luzzen la atenderá bien, *ifyouknowwhatimean
ResponderBorrarUno de los mejores capitulos
ResponderBorrarEse maldito dragón, ya se ganó mi odio juntito a Smaug
ResponderBorrarMe fascina la inclusión de personajes nuevos! Y gran capitulo!
ResponderBorrarLo lei 5 veces ya y no me canso! Que sea viernes ya!! Quiero saber mas de Kiora
ResponderBorrarAme a Kiora...quiero mas!
ResponderBorrar:)