viernes, 6 de marzo de 2015

"LA BATALLA DE VALLE" Temp 2 Cap 1 Pt: 2 "El camino continúa"

(1)
Dentro de una tienda, Elaran comenzó a abrir los ojos y percibió demasiada luz. La cabeza le dolió tanto que se llevó los dedos a las sienes para tratar de aliviar el malestar. Escuchó voces provenientes desde el exterior pero no podía diferenciar las palabras. Aún así, quería saber de qué se trataba. Los sueños que le aquejaron lo tenían a mal traer. Sueños de muerte, destrucción, de derrota. Sueños en los que a ratos era un sirviente de la oscuridad asesinando a sus amigos. Las imágenes de Gléowyn y Luzzen muertos por sus propias manos, le aterrorizaron el estómago.
¿Dónde se encontraba ahora? El dolor no le permitía enfocar la vista. Notó entonces el vendaje en su mano y comprendió que difícilmente se trataría de un campamento enemigo. Se levantó demasiado rápido para su condición, lo que le hizo trastabillar. Intentó recordar lo que había ocurrido pero a su mente solo saltaron imágenes de tortura y dolor, al grado de que pensó que nuevamente se había sumido en aquellas pesadillas. ¿Y Luzzen? ¿Gléowyn? Tal vez ellos no habían sobrevivido a las catástrofes. Tal vez sus visiones eran reales y él mismo había terminado con sus vidas… Su corazón se encogió. Las preguntas se agolpaban dentro de su cabeza y deseando calmar de una vez su ansiedad, caminó hacia afuera.
Apartando la perversa sonrisa de su rostro, el Uruk extendió sus brazos y habló para que todo el campamento lo escuchara:
— Mi señor ordena — comenzó — que abandonen este lugar, que regresen a esa guarida que llaman Rivendel. No se lo dirá dos veces. Su amiguito Calmacil no entendió la verdad ante sus ojos — miró a Kiora, y ésta apretó los puños luchando contra lágrimas de rabia — la verdad de que esta tierra se oscurecerá.
Los elfos que acompañaran a Kiora se preparaban para atacar. Era tan solo un Uruk Hai hablador sobre un Huargo.
— ¿Por qué nos adviertes en lugar de atacarnos en medio de la noche como hacen los cobardes de tu raza? — desafió Luzzen tendiendo su arco, apuntando una flecha directo a la cabeza del Uruk — ¿O será que nos tienen miedo por haber matado a su preciado dragón?
El uruk emitió un gruñido y el huargo intentó adelantarse, pero él lo contuvo.
Gleowyn desenvainó la espada, Luzzen mantuvo posición.
— ¿Nos tienes miedo, Uruk? — desfió ella, sin miedo en la voz — te superamos en número.
— Nunca tendría miedo de unas escorias como ustedes — declaró y sonrió.
Al otro lado del campamento, Elaran salía de su tienda, tratando de encontrar a sus compañeros. Abrió la boca para llamarlos, pero algo le golpeó la espalda. El dolor le ahogó el grito. Dio media vuelta y vio a un grupo de orcos con un Uruk Hai al mando acercarse a él.
Pateó la pierna de uno de ellos derribándolo y se arrastró, alejándose del peligro, pero estaba demasiado desorientado. No sabía bien dónde se encontraba, dificultándole la huída. Uno de los orcos lo agarró por la pierna.
Gleowyn escuchó la pelea de Elaran. Al momento de voltear la mirada hacia al otro lado del campamento, el Uruk agitó a su huargo y se lanzó a toda carrera. Los Elfos dispararon pero ninguna flecha dio en el blanco, aunque muchas pasaron tan cerca que dejaron rasguños.
— ¡Esto fue una trampa! — gritó Kiora — ¡Buscan a Elaran!


Luzzen y Gleowyn corrieron al otro lado del campamento, encontrándose con un Elaran forzando torpemente con un orco por una espada que éste último blandía. El Uruk sobre el Huargo levantó la espada en su mano dispuesto a decapitar a Elaran.
— ¡Lo necesitamos vivo! — gritó el otro Uruk. Y fue lo último que dijo. Una flecha le atravesó la cabeza de lado a lado.
El Uruk sobre el huargo fue derribado de un golpe por Gleowyn que se trenzó en lucha personal. Luzzen disparaba sin cesar sus flechas, abatiendo a los enemigos.
La hechicera iba perdiendo la pelea. Un enemigo formidable, fuerte, demasiado para ser un simple Uruk. En ese momento, ella comprendió que se enfrentaba a un comandante, quizá a lo mejor de las huestes de Sauron en el norte. Un golpe fuerte en la cara le derribó al piso.
Dándose cuenta de que el plan había fracasado, intentó montar en su huargo. Elaran, con una espada orca en su mano, se trabó en lucha. Pero estaba débil y de una patada perdió el equilibrio.
Su contrincante, montó a su bestia y la azuzó para salir de allí. Antes de poder retirarse del todo, Luzzen disparó con su arco y alcanzó a darle en el hombro. Vieron como se alejaba aún con la flecha clavada en la carne oscura.
(3)
Elaran se sentó. Su cabeza estaba a punto de explotar, su estómago ardía y las manos y las piernas entumecidas, le ponían más nervioso. ¿Qué acababa de pasar? ¿Había luchado?.
— ¡Por la luz celestial, Elaran! — escuchó que decían.
— ¿Gleowyn? — dijo y levantó la mirada en el mismo momento en que la hechicera tiraba el bastón a un costado y  lo abrazaba — ¿Eres tú querida hechicera?  — intentó devolver el abrazo, pero sus brazos apenas le respondían — ¿Qué ha pasado?
— Ha pasado que dormiste una siesta luego de matar a un dragón — comentó Luzzen — bienvenido de regreso, Mellon.
El resto de los habitantes del campamento se acercó. Todos, incluida Kiora, miraban con asombro al montaraz. Momento antes había estado débil, al borde de la muerte. Ahora estaba despierto, intentando luchar contra un enemigo muchísimo más poderoso que él.
Lo llevaron de regreso a la tienda, donde le contaron todo lo sucedido desde su batalla aérea. El montaraz escuchó con atención, sorprendido de las palabras de sus compañeros. Apenas recordaba el final de la batalla. Un fuego se había apoderado de él, moviendo su cuerpo y su mente.
— Ahora debes descansar — dijo Kiora — pronto estarás de nuevo en pie y continuando el viaje.
— ¿Erebor está a salvo? — preguntó.
— Por ahora sí — aseguró Gléowyn — pero no nos queda mucho tiempo. Pronto las grandes batallas de nuestra época darán comienzo. Hemos debilitado al enemigo, mucho gracias a ti, pero aún así se mantiene fuerte — miró a Kiora y Luzzen — ¿Podría hablar con él a solas?
Los dos asintieron sorprendidos.
— Descansa ahora, Elaran — dijo Kiora — tu cuerpo aún no se ha recuperado de tu última aventura. Mucho desconocemos de lo que le sucede, pero que estés de nuevo en pie sugiere que no estás tan mal como habíamos pensado.
— Es bueno saberlo — contestó él.
Ambos salieron de la tienda, tomados de la mano. En cuanto estuvieron solos, Gleowyn habló.
— Sabemos cómo se originó todo — dijo— pero no sabemos las consecuencias ¿Cómo te sientes? — preguntó y rápidamente agregó — dime la verdad, no lo que le dirías a Luzzen y a los demás para tranquilizarlos.
Él volteó la cabeza y luego de un gran suspiro la volvió. Algo raro había en sus ojos.
— Sé que debería estar contento por matar un Dragón  — dijo — solo Bardo lo ha logrado — guardó silencio y su voz se tornó más dura — pero no se qué me pasa. Kiora no sabe, nadie sabe. ¿Qué encontramos allí, Gléowyn? ¿Cómo pude hacer todo lo que hice?
— Y más importante — interrumpió ella —¿Por qué querían llevarte con vida los sirvientes del señor oscuro?
Esa pregunta no podía encontrarle respuesta. El silencio se apoderó de la boca de ambos y por un instante, sientieron una sombra abalanzarse sombre la carpa improvisada.
Elaran pensó en Erebor y la batalla que se avecinaba. Debía sobrevivir sin importar lo que sucediera. Debía tener la fuerza suficiente para salvar a sus dos pueblos, el de sangre y el de espíritu.



2 comentarios:

  1. Quiero saber más de Luzzen y Kiora; duermen juntos y se toman de la mano, de que me he perdido? Lo demás excelente

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  2. Coincido con la de arriba, pero tambien, para que querrian a Elaran los orcos?

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