viernes, 13 de marzo de 2015

"LA BATALLA DE VALLE" Temp 2 Cap 1 Pt: 3 "El camino continúa"


Elaran había concentrado su mirada en el horizonte, recargado en un árbol con los brazos cruzados sobre el pecho. Permanecía serio, reflexionando sobre lo que ocurriría ahora. Todavía estaba cansado, el cuerpo le dolía pero era aún mayor su necesidad de partir cuanto antes. Gléowyn le había sugerido descansar una noche más para reponer sus fuerzas, después de todo había estado al borde de la muerte. Sin embargo había rechazado la sugerencia. Debía llegar a Erebor, avisar a su gente lo que ocurría y prepararse para una inminente batalla.
Sí, había estado a punto de morir. Y no era la primera vez. Durante ésta aventura, había sentido estar cerca del reino de sus ancestros. Por momentos había extendido los brazos hacia la volátil imagen de sus padres pero ésta se disolvía en el aire. ¿Cuántas veces más estaría en peligro? Había asesinado un dragón pero era verdad, el peligro no se había terminado. El desenlace sería decisivo no sólo para los pueblos libres sino para él.
¿Qué era ésta nueva fuerza que fluía en sus venas? A ratos, palpitaba en las palmas de sus manos, sentía algo cálido y a la vez punzante que se extendía en el interior de su cuerpo. Esa nueva fuerza bien podría terminar con él. Irónicamente, aquello no le preocupaba tanto. Lo que en verdad temía, era que aquellas visiones que lo atormentaron mientras estaba inconsciente se volvieran reales. Volteó, para divisar a la hechicera y el elfo. Si perdía el control por completo…
Como un reflejo, su mano se dirigió a su cinto para apretar las espadas cortas que portaban el nombre de sus padres como cada vez que la incertidumbre lo alcanzaba, pero sus dedos se cerraron en el aire. Recordó entonces vagamente haberlas perdido en la batalla contra Uruloth. Miró sus manos, y su mirada se endureció. Si algo no le podrían jamás arrebatar, era el recuerdo de ellos. 

“Ahora, necesito de su guía más que nunca…”- pensó.

Por su parte, Gléowyn. estaba sentada en el suelo a unos metros del resto, y miraba su báculo, a la vez que estudiaba las figuras talladas en él. Recorrió con sus dedos la serpiente que se enrollaba a lo largo. Como la serpiente que se desliza, como los anillos de su cuerpo. De esa manera fluía la magia y la energía. De esa misma manera ahora ese poder se movía por las venas del montaraz. Elaran era fuerte, eso era claro y lo había demostrado en varias ocasiones pero su cuerpo seguía siendo humano. Ella también estaba consciente de lo podría llegar a ocurrir y se preguntaba cómo deberían actuar.  Es verdad que con el báculo lograba controlar su magia mejor pero aún no lo lograba por completo. Quizás podría protegerse a sí misma, a Luzzen, a Kiora. Pero. ¿Cómo podría proteger a Elaran de sí mismo si perdía el control? Sólo podía confiar en que su cuerpo se acostumbrara con el paso del tiempo.

Otro pensamiento la invadió de pronto. Era verdad, por un momento y con la euforia de lo ocurrido casi había olvidado a Núren. Su misión personal, su amada tierra. Apretó los labios. Cuando la batalla terminara, ella debía seguir su camino y sabía que éste, era muy distinto al de sus amigos. Y pensó que quizás hubiese preferido no encariñarse tanto con ellos. La despedida sería muy dolorosa. Pero entonces sonrió ligeramente, en realidad no se arrepentía en absoluto y se sintió agradecida. Atesoraría los momentos que compartió con ellos sabiendo que el recuerdo la acompañaría a donde fuese como una cálida brisa en medio del frío.
Pero debía volver al presente, aún no sabía siquiera si sobrevivirían la batalla que se acercaba.

Luzzen se preparaba para partir. Elaran le preocupaba, y de la misma forma le preocupaba Gléowyn. Sin embargo, ahora debía ser más fuerte. Sabía que venían tiempos sombríos, podía sentir esa sombra de dolor oscurecer el cielo. Un pesar imposible de evitar, y que sólo Kiora podía disipar de su corazón. Al verse en los ojos verde esmeralda de su amada, sabía que sus luchas y sus victorias ya estaban saldadas. Sabía que su vida había cobrado un nuevo sentido y se sorprendió al verse a sí mismo, y compararse con el joven elfo que abandonó Lothlórien lunas atrás para aventurarse a lo desconocido. La dama Galadriel tenía plena fe en él, y aquello le daba paz y seguridad. La Dama jamás actuaba al azar, y se sentía honrado de tener su confianza para ésta tarea. Antes quizás tuvo miedo de no ser capaz de cumplirla, pero ahora, al ver a sus amigos arriesgar sus vidas, y al ver los ojos cristalinos de Kiora, supo que no tenía otro camino más que luchar, con cada fibra de su ser para salir victoriosos de ésta misión. En sus venas ardía un nuevo coraje, al darse cuenta de que ahora tenía mucho por qué vivir.

Se hizo un silencio súbito que hizo que los tres se pusieran alerta y salieran de sus pensamientos. Los elfos se habían quedado callados de pronto. Al voltear, se dieron cuenta de que Kiora se arrodillaba junto al casco ensangrentado que el Uruk Hai había arrojado al suelo. El casco de Calmacil. La elfa apretó los puños. Luzzen se acercó despacio a ella pero se detuvo antes de poder tocarla.

      - Debemos ir a buscarlo – dijo al fin -. Aquel Uruk… Con la boca repleta de mentiras e inmundicia… ¡No es más que un truco! Calmacil debe estar preso en alguna parte, deben llevarlo hacia Gundabad, no podemos abandonarlo…

Se volvió hacia el pequeño grupo de elfos. Éstos permanecían con el rostro bajo. Volteó entonces hacia Luzzen ansiando que la apoyase pero él, sintiendo su corazón apretarse dentro de sí, sabía al igual que los demás que Calmacil estaba muerto.

     - ¿Luzzen…?
Él intentó abrazarla pero ella se apartó, cubriéndose la boca con las manos.

    - ¿Qué hacen…? ¡Ustedes lo conocen! ¡Saben lo fuerte que es, jamás podría asesinarlo un grupo de orcos! Él está vivo, es nuestro deber…

Elaran y Gléowyn se habían acercado y observaban la escena con seriedad y tristeza.

   - Si ustedes no van a acompañarme, iré yo a buscarlo. Se que él hubiera hecho lo mismo por mí, ¡Por cualquiera de ustedes!

Haesil se acercó al casco y lo levantó del suelo.
- Es sangre élfica, Kiora – dijo con gran pesar señalando el recorrido de la mancha roja -. Un corte seco en la garganta. Calmacil fue nuestro gran maestro, quien nos enseñó las artes y la nobleza del combate. Debemos honrar su memoria y continuar nuestro camino.

Sintiéndose acorralada, cayó de rodillas al suelo a la vez que Luzzen la abrazaba.

- Él… era como un padre para mí…
Alrededor, los demás guardaron un ceremonioso silencio.




Habían realizado una pequeña ceremonia sobre unas altas rocas de la montaña para honrar a Calmacil. Su casco, yacía en el suelo entre preciosas flores. Por fin la compañía estaba preparada, y se disponían a partir. Sólo Kiora permanecía inmóvil junto al casco.
Con cierta sorpresa, observaron a Gléowyn acercarse a ella y poner una mano en su hombro, sin embargo ninguno logró escuchar lo que le dijo al oído. La elfa esbozó una pequeña sonrisa. Y fue así que emprendieron su camino.


Si todo marchaba bien, en cinco días llegarían a Erebor.

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