La oscuridad apenas recortada por las unas antorchas y el
ambiente sobrecargado de nunca limpiarse. ¿Quién lo haría? Apenas tienen tiempo
para saquear, matar, torturar y demás cosas desagradables. Cada pared es el
recuerdo triste de la vieja fortaleza enana y la inmundicia de cada rincón yace silenciosa como testimonio del dominio Uruk-hai
en Gundabad.
Pasa junto a la celda donde había estado ese Elfo, como
otros tantos Elfos antes. Él mismo dio el puntazo final a ese corazón Élfico.
¿Cuánto había luchado? Muchísimo.
Pero al fin se cansó, pensó recordando, y conoció la
furia de Gundabad.
El Capitán avanza a paso silencioso, seguido de sus
lacayos más leales. La noticia que traía le enfurecía cada vez que la
recordaba. Pero los gritos de dolor de los prisioneros y de gusto de sus
torturadores, le produjo el placer de estar finalmente en el lugar que debía.
Pronto la sensación desapareció al encontrarse con la
puerta de la cámara central. Allí dentro, muchos años atrás, había sido
elimnada la última resistencia Enana. Él no estuvo, no vivía todavía, pero la
historia venció al tiempo, de cómo los Enanos allí atrincherados eran vencidos
y muertos de formas crueles.
Allí dentro, además, esparaba uno que podía ordenar su
muerte si quisiera. ¿Le temía? Apenas ¿Le respetaba? Por supuesto y eso es algo
que no se debe tomar a la ligera. Dos Uruk-hais tan poderosos en un solo lugar
son problemas. El asunto está en resolver para quién son esos problemas.
— Gâkh Golug narkû gimbubut lat[1].
— dice mientras abre la puerta, ingresando a un cuarto apenas iluminado por una
gran antorcha en el centro.
El mastodóntico Uruk-hai parado de espaldas a él,
contemplando uno de los palantir (Olvidado decenios atrás), no gira para verlo.
Su concentración se está disipando del objeto al recibir las últimas órdenes
del Gran Ojo. Ya todo está en marcha.
— Noticias — ordena.
La voz retumba en la recámara y envuelve a todos los
presentes. Los dos lacayos del capitán Uruk, se estremecen. Pero el les ordena
quedarse quietos.
— El plan fue bien — comenta el Uruk-hai mirando hacia
adelante — pero no hemos cumplido el objetivo. Al parecer esas escorias curaron
al Dunedain — al terminar de pronunciar estas palabras, escupe al piso.
El jefe de la guarnición de Gundabad, seleccionado por el
propio señor oscuro, da media vuelta, lento… muy lento. Mira a ese Uruk-hai,
parado frente a él, demostrando sus deseos de matarlo con sus propias manos,
romper su cuello, lanzarlo a los huargos. Pero se contiene. Las órdenes son
claras.
— No has cumplido — dice, mostrando su gran altura y su
complexión robusta — las órdenes del gran ojo son claras. Prepárate, en pocos
días partimos a reunirnos.
El Uruk-hai asiente, no pregunta más. El hacerlo hará que
su jefe desobedezca la orden y lo mate en el acto.
— El Dunedain no es importante ahora — asegura — lo que
es, si queda algo, podrá esperar. Durante la gran batalla podremos capturarlo.
La orden ha llegado. Atacar el norte, nuevamente. Pero
donde otros fracasaron, él triunfará.
Se vuelve a quedar solo y vuelve a jurar en silencio.
Enanos, Hombres, Elfos, su tumba será al borde de la montaña.
— Su tumba será valle. ¡Sha!
Y aprieta los puños hasta lastimarse las palmas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario