viernes, 28 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 4 Pt. 1: Hacia la cima de Carn Dum

(1)
El cálido clima que les acariciara el cuerpo al salir de Rivendell, degeneró gradualmente hasta convertirse en el frío arrollador que reinara en las cercanías de Carn Dum.
— Estamos cerca de nuestro objetivo — Anunció el águila que llevara a Elaran — sin embargo no es seguro acercarnos.
Las tres águilas avanzaban con seguridad en formación de cuña. Elegidas por Gwahir personalmente para la tarea, estaban entre las más jóvenes y fuertes de su raza en la tercera edad del sol.
— Si pudiéramos descender cerca — empezó Elaran, sin embargo las palabras se le trababan debido al frío — podríamos avanzar a pie.
— No es prudente — replicó el ave — pero es necesario.
Hizo señas a las otras águilas y las tres comenzaron a descender hacia un lugar despejado, alejado de la fortaleza pero no demasiado.
Durante las maniobras, Elaran tuvo un vistazo rápido a la vieja fortaleza del Rey Brujo. Su corazón dio un vuelco al sentir que, pese a su aspecto abandonado, el lugar parecía renacido.
Es solo una idea vaga, pensó, nunca estuve aquí y espero no volver a estar.
Mientras tanto Gleowyn se sostenía con tal fuerza del águila que la transportaba, que ésta se quejó en dos ocasiones. Ella aflojó la tensión en la mitad del viaje. Nunca pensó que llegaría a volar en su vida.
Luzzen mantenía el porte firme y digno de su raza. En ningún momento del viaje habló. Solo podía pensar en la tarea por delante y el miedo de no poder llevarla a cabo.

(2)
Descendieron del lomo de las águilas con facilidad. Elaran equilibrando sus dos espadas cortas atadas a la cintura y la gran espada Dagmor a su espalda. Por mucho que fuera importante la espada entregada por Elrond, sus espadas cortas llevaban el nombre de dos personas amadas para él. Nunca las dejaría atrás. Las hachas habían quedado en Rivendell, por lo que dependían de la puntería de Luzzen.
— Hasta aquí llega nuestro viaje — anunció el águila líder —pero no desesperen, estaremos atentos a la ayuda que podamos brindarles. Recuerden el sigilo es parte imprescindible del valor.
— Agradecidos estamos — contestó Elaran — y espero que nuestros se crucen una vez más. ¡Adiós!
Los tres aventureros vieron a las Águilas alejarse y comenzar a rondar el lugar. Ciertamente no los dejarían solos.
— Debemos encontrar una forma de infiltrarnos — anunció Elaran.
— ¿No existe una forma de escalar un costado e ingresar por una de los muros? — preguntó Luzzen.
— Podríamos intentarlo — Dijo Elaran evaluando su entorno— pero este frío nos congelaría los músculos antes siquiera de llegar a la mitad de la escalada.
— Tengo una idea — anunció Gleowyn — Si esta fortaleza esta activa como se cree, deben haber patrullas cerca, pero no demasiado grande como para llamar la atención.
— ¿Qué tratas de decirnos, hechicera?  — preguntó Elaran.
— Que puedo conseguir hacernos entrar por la puerta delantera — aseguró y un brillo brotó de sus ojos, mientras de su mano derecha comenzaba a brotar una pequeña luz gris.

(3)
Una pequeña patrulla se acerca a la puerta. El líder sostiene una antorcha en su mano derecha y en la izquierda blande en el aire una bandera con un símbolo; una corona de hierro con tres puntas filosas.
Suena un cuerno anunciando la apertura de la puerta. Ésta se abre y del interior brota el olor a maldad, la pestilencia de la oscuridad.
La patrulla inicia de nuevo su marcha e ingresa en Carn Dum. Los vigían mantienen su mirada fija en ellos. Algo ha llamado su atención.

(4)
En el momento en que Gleowyn vio la inmensa entrada de la fortaleza, su fuerza menguó un instante. Debía mantener toda la concentración si quería que la charada siguiera intacta. Todo dependía de ella y su humilde hechizo de ocultamiento.
Entre los tres derribaron a esa patrulla de Orcos que registraba el lugar cercano a su aterrizaje y rápidamente utilizaron el equipamiento de invierno de la patrulla.
Esta vez Elaran derribó a su enemigo con Dagmor.
Luzzen hizo lo suyo con un disparo certero de su arco hacia la frente de su contrincante.
Ninguno de los orcos supo bien que les había pasado.
Caminando desde la entrada hasta la puerta, Gleowyn comprendió cabalmente por qué nadie se había percatado sobre la reactivación de la fortaleza. Un hechizo de ocultamiento yacía sobre las construcciones y sus habitantes. Como el suyo, pero infinitamente más poderoso.
— ¿Podríamos co…? Comenzó a preguntar Elaran, pero la hechicera hizo que se callara con un gesto torpe, típico de Orco.
Al atravesar la puerta, ingresaron en un inmenso patio. Todo a su paso estaba cubierto de nieve sucia, oxido y desperdicios de los propios habitantes de la fortaleza. A su derecha varias puertas se erguían en asqueroso diseño y a su izquierda sucedía lo mismo.
Este lugar es mucho más grande de lo que imaginé, pensó Luzzen.
Más adelante otra inmensa puerta yacía cerrada ante sus ojos. Seguramente conducía a otra parte del lugar, mucho más gigante que lo que ya sus ojos apreciaban.
— ¡Ustedes! — gritó alguien detrás de ellos.
Gleowyn, que oficiaba de líder de la patrulla, se volvió hacia donde provenía el grito. Desde una inmensa escalera descendía un hombre gigante, más grande de lo que ella llegaría a pensar. La armadura le recubría todo el cuerpo, dejando a la vista solamente la cara reseca y surcada de cicatrices.
Es el jefe de guardia de la puerta, pensó Gleowyn y no se equivocaba.
El hechizo que trata de mantener es débil, requiere de su atención permanente. Podía ir y venir, pero si ese hombre de Angmar le hacía hablar el plan de caería en pedazos.
Para empeorar las cosas, un grupo de diez arqueros apuntaban en su dirección.
El jefe de guardia se paró frente a ellos. Debía medir alrededor de dos metros o dos metros diez. Los inspeccionó con ojos inquisidores, oliendo su vestimenta y  moviendo la cabeza de derecha a izquierda de arriba abajo. Cuando formuló su juicio, desenvainó la espada y abrió la boca para dictar una orden. Pero no logró hacerlo.
Una flecha atravesó limpiamente su garganta, haciendo brotar la sangre en un chorro bastante grande por el cuello hasta el piso. Uno de los Orcos, se había transformado en un elfo, alto y hermoso, que apuntaba hacia adelante con otra flecha ya cargada.
Un cuerno sonó y los otros dos Orcos se convirtieron en un Dunedain y una mujer.
Recuperados de la sorpresa, los arqueros de Carn Dum lanzaron sus flechas contra los intrusos.
Los tres las esquivaron. El Elfo disparaba certeramente mientras lo hacía.
— ¡Luzzen! ¡Gleowyn! — Gritó Elaran — Por aquí.
Sus acompañantes vieron que abría una de las puertas que estuviera a la izquierda cuando ingreseran. Las puertas a la derecha se abrieron de par en par y muchos hombres malvados y Orcos comenzaron a ingresar en el patio de entrada de Carn Dum.
El Elfo y la Hechicera, corrieron hacia donde el Montaraz les hacía señas. Los tres cruzaron el umbral y cerraron detrás de ellos, continuando su huída.

(5)
A medida que avanzaban el olor se hacía más insoportable. Gleowyn se tapó la nariz con la mano y Elaran la imitó. El único que no parecía molestarse era Luzzen.
Se detuvieron al ingresar en una cámara en penumbras e inspeccionaron alrededor.
— Barrotes, comida podrida, ratas — enumeró Gleowyn — esto parece ser una prisión.
— Lo es — afirmó Luzzen mientras señalaba a un hombre encadenado detrás de unos barrotes — aquí deben yacer los enemigos de Angmar, del Rey Brujo. ¡Pobres infelices que han encontrado este triste final!
Elaran no hablaba. No quería hacerlo. El lugar era desagradable de por sí, así que no entendía la necesidad de empeorarlo con tristes palabras. No le reprochaba al Elfo su comentario. Se reprochaba el corazón por querer buscar luz cuando hay oscuridad solamente a mano.
— Vamos — Ordenó — debemos salir pronto de aquí.
Continuaron avanzando de prisa, con Elaran abriendo la marcha. Encontraron otro gran portón. A lo lejos, pero no tanto, escucharon los pasos de sus perseguidores.
— ¡Rápido!  — urgió Luzzen.
Atravesaron la puerta y la cerraron detrás de ellos. Los tres buscaron pesadas maderas y objetos de metal para obstruirla y así ganar más tiempo.
Se dieron vuelta y vieron que el lugar era otro patio inmenso. Por un instante, Luzzen pensó que habían estado corriendo en círculos. Pero una inmensa abertura en el centro del patio, le aseguró que ese era otro lugar, quizá al otro lado de la montaña o en el medio de ésta, no lo sabían.
— Hay que seguir — Dijo Elaran desenvainando Dagmor — aquí está sucediendo algo más de lo que presuponíamos. Debemos conseguir la mayor información posible y comunicarla a nuestros aliados.
— Así es — concordó Gleowyn, agitada por la corrida y el hechizo — mi corazón me dice que más sorpresas desagradables nos esperan en este infernal lugar.


Dieron un paso en dirección a una escalera conectada hacia una plataforma que llevaba a un segundo piso. Más allá se divisaba una puerta de madera del mismo diseño que las anteriores; de madera, cubierta de encajes de hierro y el símbolo que llevara la patrulla de Orcos grabado en el centro.
Pero no avanzaron mucho más. No pudieron siquiera alejarse dos metros de donde estaban.
La tierra tembló, haciendo que la nieve sucia cayera de los bordes de las paredes. Todos los objetos que utilizaran para hacer una barricada, temblaron como si algo gigante les pateara para sacaras de su lugar.
—  Esto no me gusta nada — dijo Elaran.

Desde el interior de la abertura en medio del patio, brotó un rugido de bestia recién despertándose.

2 comentarios:

  1. Ese elfo me enamora cada dia más

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  2. Lo unico que sé es que el montaraz va a derribar a ese dragón. Lo presiento, solo espero que los otros dos ayuden y no se anden besuqueando en algun rincón de la cueva jajajaja

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