viernes, 21 de noviembre de 2014

"LA BATALLA DE VALLE" Cap. 3 Pt: 3 El camino hacia Carn Dum

De un momento a otro, y sin que se hubiera dado cuenta, la cueva en la que había estado refugiándose del frío exterior se hizo pequeña. No… no era la cueva. Era él. Algo había sucedido, su tamaño era mucho más grande; sus garras habían crecido, su cola había crecido, sus dos cuernos oscuros en su cabeza habían crecido y chocaban contra las rocas del techo de la caverna. No solo él había crecido: su hambre era incontrolable. Era como si nunca hubiera engullido bocado alguno. Era como si no hubiera cazado nunca a esos seres deliciosos que le llenaron el hocico de ese sabor fresco. Su panza estaba vacía, lo sabía porque le dolía.
<< Eres hermoso >> oyó dentro de su cabeza << Eres justo como Mi Señor lo predijo >> Alzó la nariz y olfateó el aire que se hacía denso dentro de la caverna. Alcanzó a olfatear los restos de los cuerpos que había cazado, alcanzó a olfatear el aire frío afuera de la caverna, pero no olió a quien se había metido en su cabeza.
<<Mi Señor estará muy complacido, El Sssseñor lo vió>> volvió a oír.
―Te oigo, pero no te veo. Ni siquiera puedo olfatearte. Sal para que te vea, quien sea que seas―dijo con una voz que sin duda había crecido junto con él ― Quiero verte. ―Ni me podrásss olfatear, uruloki― dijo una figura brillante que dio un paso hacia adelante. Su voz era fría, mucho más que el ambiente fuera de la caverna. Parecía un hombre, como los que habían matado a Smaug, viejo, su piel parecía demasiado envejecida, blanca como la nieve que caía afuera. No tenía ojos como los enanos. El sitio donde debían estar era un abismo oscuro. Sus brazos estaban envueltos en un manto claro. No parecía tener piernas, en cambio, un aura lo rodeaba y parecía parado siempre sobre ella. Su cabeza portaba una corona de un viejo metal sombrío. El dragón alcanzó a observar una antigua espada enfundada, y recordó el dolor que le causaba el filo de esas armas cuando los enanos le atacaban con ellas.
―Eras diminuto, erasss una ofensa a los grandes uruloki que vivieron aquiii, bestia― le dijo observándolo con sus abismos oscuros en la cara ―Pero Mi Sssseñor me encomendó engrandecerte, dragón. Serássss útil en <su> plan.
―Los dragones no servimos a nadie, ni somos parte de planes de ningún señor―le respondió Uruloth, abalanzándose encima del enigmático ser brillante abriendo sus fauces para engullirlo y satisfacer su hambre. Antes de que lograra tragarlo, el ser desenfundó su espada y en un solo movimiento golpeó al dragón con ella en el hocico, haciendo que se enterrara entre la unión de dos de sus escamas. ¡El dolor era insoportable! Uruloth trató de moverse, pero la espada estaba bien clavada, y como se movía, más dolor le propiciaba. Sangraba, como pocas veces lo había visto sangrar su caverna. Nunca, ningún enano o lobo lo había lastimado como esa vieja espada. Uruloth no alcanzaba a avistar sus ojos, pero sintió la mirada penetrante de su atacante. En ese momento, el ser emitió un chillido agudo, que no solo lastimó los delicados tímpanos del reptil, sino que le heló los huesos y la sangre. ¡Uruloth rugía al unísino, mucho más grave! (su rugido también había crecido como el hambre y como él) ¡Sufría, tenía miedo! El ser apoyó su pierna espectral en el hocico del dragón y sacó su espada de un solo movimiento. Cuando Uruloth lo volvió a observar, había cambiado. En lugar del ser claro había una sombra oscura. Ya no veía la corona en su cabeza, ni los abismos en sus ojos, sino solo una figura negra que sentía seguía observándolo fijamente y sin compasión.

<<Mi Sssseñor no acepta negativas, mucho menos de un animal como tú, bestia. Eres solamente una sssssombra de quienes fueron tus antepasadosssss…>> volvió a oír estruendoso en su cabeza. << Ssssservirás, y en recompenssssa, Mi Sssssseñor satisfacerá tu hambre…>> A pesar de su enorme tamaño, el dragón se sentía más pequeño que nunca. Se refugió en las sombras más oscuras del fondo de la cueva, se protegió con sus alas y su cola, y utilizó sus patas para cubrir su reciente herida en la cara. Miraba fijamente a la entrada de la cueva, donde la figura seguía parada, todavía observándolo, consumiendo hasta el último hilo de luz que se colaba desde la superficie, y cuando la adrenalina bajó al fin, su cabeza cayó y sus ojos se cerraron por un momento. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Una sombra, mucho más alta que la que lo había atacado, estaba frente a él. No veía nada más que su silueta. Había neblina rodeándolos. La sombra dio un paso al frente y el dragón, todavía adolorido, dudó. << Urulothhhhh, la Tormenta Ardiente, esss un nombre perfecto para ti. >> oyó decir dentro de su cabeza. << Urulothhhh, la Tormenta Ardiente vendrá dessssde el norte olvidado por los elfos y enanossssssss >> Caminó hacia él nuevamente dando pasos seguros. << yo te curaré… ssssserás sanado y serássss alimentado con esas carnesss que te gustaron… tu irás por ellossss, encontrarásssss gente hermossssa, elfossss, gente que ayudó a asssssesinar a Sssssmaug… ve a mi ciudad… ssssera tu hogar ahora>> La sombra alzó su mano y Uruloth alcanzó a ver un veloz ojo parpadeante, un ojo que lo veía todo. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Al abrir los ojos, la noche fría se colaba por la entrada de la caverna, la figura que lo había atacado, o la de su sueño, no estaban. Creyó que todo había sido un sueño malo, pero notó que la sangre había dejado de brotar de la herida. De hecho, ésta estaba cicatrizada, con fuego, pero no había sentido nada. En las rocas de las paredes alcanzó a ver pintadas con negro (o quizás rojo), símbolos que no entendía: formas y letras, y un ojo, como el de su sueño. Sintió frío en sus escamas. Sintió el dolor del hambre en su estómago. Sintió atracción y curiosidad por ese sueño. Sintió –algo- hacia El Ojo. Sintió que si ayudaba a la sombra que lo había sanado, su hambre se saciaría. Acomodó su cuerpo y emprendió el viaje silencioso hacia la antigua fortaleza de hielo.

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